La “sociedad civil” es un concepto que nació hace ya muchos años y se refiere a un conjunto de organizaciones y grupos ciudadanos que operan fuera del ámbito del gobierno y se dedican a promover intereses y causas específicas en beneficio de la comunidad. Entre ellas, podemos señalar las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, las asociaciones empresariales y los Colegios profesionales, las asociaciones vecinales o los laboratorios de ideas o centros de reflexión (“Think tanks”, en terminología anglosajona).
La diferencia entre sociedad civil y sociedad política radica en su naturaleza, objetivos y funciones. Mientras la sociedad civil se preocupa por la promoción de intereses y causas específicas, y busca influir en la toma de decisiones desde fuera del gobierno, la sociedad política se dedica a la administración del poder político y la toma de decisiones gubernamentales. Ambas son fundamentales para el funcionamiento de una sociedad plural y democrática, y deben trabajar de manera conjunta para abordar los desafíos y problemas que enfrenta la comunidad.
En Melilla la hubo y, quizás por la bonanza económica que disfrutábamos o por la reaparición de los partidos políticos tras el alumbramiento de la nueva etapa democrática, nos hemos relajado y hemos dejado en manos de la “sociedad política” el papel que debería corresponder a la sociedad civil. Ahora, en estos tiempos de tribulación e incertidumbre sobre nuestro futuro, es cuando más falta hace la resurrección de la sociedad civil en nuestra ciudad. Y, ciertamente, están surgiendo iniciativas en nuestra ciudad, especialmente en el ámbito empresarial y de emprendimiento o cultural. Es el momento de unificar y dar fortaleza a la sociedad civil, renunciando a protagonismos personales o a intereses más o menos espurios.
En breve, se celebrarán elecciones a la presidencia de la CEME y es una gran oportunidad para que se reactive su papel -además de su consideración como agente social- como protagonista de la sociedad civil que debe liderar el desarrollo económico de Melilla en este difícil -pero no imposible- cambio de estructura económica a la que nos hemos visto obligados.
Han sido años muy complicados para la ciudad, los empresarios y la propia Confederación. Ha habido luces, como resolver la pésima situación financiera en la que se encontraba allá por 2.020 o dar cabida a nuevas Asociaciones sectoriales que se han creado en estos años. Se han modernizado las instalaciones de la sede tras años de abandono. Se ha participado en todas las iniciativas relativas al cambio de estructura, como el Plan Integral de Melilla aprobado finalmente por la Asamblea de la Ciudad.
Se han propuesto mejoras en el tratamiento fiscal de nuevas actividades económicas, en la mejora de los transportes de pasajeros, en las compensaciones al transporte de mercancías, en el mantenimiento y mejora del régimen económico y fiscal con una gran defensa -desde el minuto uno- de la vuelta al régimen de bonificación directa del 50% en las cuotas de la seguridad social desde el momento en que el Gobierno socialista nos la quitó de un plumazo con la aprobación del RDL 1/2023. Se le ha ofrecido al Gobierno local -al anterior y al actual- la colaboración público-privada en temas tan importantes como el turismo o el desarrollo de servicios digitales. Por ello, pienso que la CEME debería acompañar -de manera casi obligatoria- a las instituciones de la CAM (Consejerías, Promesa, Direcciones Generales, etc.) y participar en todos aquellos eventos que se organicen en nuestra Ciudad o fuera de ella. Sería la mejor forma de invertir el dinero que reciba como subvención de la propia Ciudad Autónoma.
Y sombras, también las ha habido y no todas ellas por culpa propia. La primera y principal, la baja inmediata de las asociaciones que apoyaban al anterior presidente cuyo nombramiento, por cierto, fue deslegitimado por los tribunales. Mucho pregonar la unión de los empresarios pero abandonaron el barco cuando no eran los que llevaban el timón. Una pena y que debería hacer reflexionar a más de uno.
También creo que no se ha sido demasiado reivindicativo antes decisiones o actuaciones políticas por temor a que fuesen consideradas incorrectas o impropias de una Organización empresarial. Los tiempos han cambiado y tanto la CEOE como CEPYME o ATA -a las que estamos asociados- ya han mostrado su rechazo y beligerancia ante decisiones populistas que afectan y mucho al devenir de nuestras empresas. Se puede y debe ser leal con las Instituciones y mostrar, a la vez, nuestra posición de forma contundente.
Pienso que Enrique Alcoba se presentará a la reelección transcurridos los cuatro años que establecen nuestros Estatutos. Y debería hacerlo acompañado en su candidatura por personas miembros de la CEME que hayan demostrado más empuje, dinamismo y entrega en sus respectivas Asociaciones. Y que tengan más generosidad a la hora de dedicar su tiempo personal, el de su familia o su empresa en la defensa del bien común que debe presidir la actuación de una organización como la CEME y no sean solo unos meros representantes de las Asociaciones con más número de votos en la Asamblea pero que estos años han sido poco dados a proponer iniciativas o apoyar propuestas o criterios distintas a los del presidente.
Tampoco sería desdeñable que, como establecen nuestros Estatutos, se diera entrada en la nueva Junta Directiva a asesores -no electivos- que sean personas de reconocido prestigio y experiencia acreditada en el mundo empresarial y económico y que, incluso, no tienen por qué ser miembros de la CEME. Sería una oportunidad para hacer efectiva la reclamada y no conseguida unión de todos los empresarios.
Como miembro de la CEME espero que en esta nueva etapa de cuatro años se convierta en el centro y motor de la sociedad civil que necesita esta ciudad.
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