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“La sociedad actual es incapaz de gestionar el sufrimiento”

Según datos extraídos por la Junta Internacional de Estupefacientes, España se consolida como el país en el que más ansiolíticos se consumen. Además, no sólo es el país que más ansiolíticos adquiere, sino que somos una población sobremedicada, y de ello dan muestra las cifras de venta de medicamentos con receta. Año tras año se incrementa el número de dispensaciones en farmacia, sobre todo en grupos específicos como analgésicos y antipiréticos, ansiolíticos y antidepresivos, los relacionados con los problemas gástricos, las estatinas y los opiáceos.la

En 2022 se vendieron en España 111 millones de envases de ansiolíticos y antidepresivos. Un 30 por ciento más que hace una década. Para abordar este tema, El Faro habló este martes con la jefa de Psiquiatría del Hospital Comarcal, Silvia Cano, para conocer cuáles pueden ser los factores que influyen a la hora de adquirir medicamentos con el fin de combatir enfermedades como la depresión o la ansiedad.

En primer lugar queremos saber si los datos emitidos por la Junta Internacional de Estupefacientes se corresponden o no con la realidad. Cano manifiesta que “siempre hay que estar de acuerdo con los datos porque son cuestiones objetivas y otra cosa es la explicación de esas cifras. Es cierto que ha habido un incremento de la sensación de malestar en todas las enfermedades relativas a la ansiedad y a la depresión. Creo que la pandemia post-covid supuso un punto de inflexión porque de pronto todo el mundo mira un poco al malestar emocional”. Un malestar que se traduce en el número de pacientes, “creo que hay otro punto que está relacionado y es la falta de tiempo de los médicos de familia y cómo ha cambiado la figura del médico de atención primaria, de manera que las consultas están muy colapsadas, con muy poco tiempo para pacientes y al final lo que hace el médico es prescribir una solución rápida que viene a ser el ansiolítico. Después hay otra cuestión con una dimensión social que es la incapacidad de la sociedad actual para gestionar el sufrimiento. Existe una demanda muy rápida para no sufrir. Todo esto ha hecho que las cifras se disparen”.

Si extrapolamos estos datos a Melilla, la doctora Cano indica que “ante el aumento creciente de pacientes hemos detectado que hace falta un programa de lo que se denomina desprescripción , que es todo lo contrario, porque, efectivamente, nos encontramos ante un exceso en prescripción de recetas que, por otra parte, viene a ser como un analgésico para el dolor. El consumo excesivo de ansiolíticos no cambia los trastornos de ansiedad, al contrario, pueden suponer un enganche a una medicación que se receta con una duración en el tiempo. Es necesario concienciar a la población sobre el buen uso de las benzodiacepinas”.

El problema al que se enfrenta España no es sólo al consumo excesivo sino a la automedicación, “siempre pongo el ejemplo del bolso. Creo que, actualmente, todo el mundo o, casi todo el mundo, lleva un ibuprofeno, un paracetamol y empieza la generación la generación del lexatin. Se hace un uso excesivo de este ansiolítico y es perjudicial, en muchos casos. También es cierto que esta sociedad es más débil mentalmente”.

La pandemia marcó un antes y un después en la sociedad que ahora vive con gran miedo enfrentarse a una enfermedad. Prueba de ello es el regreso de las mascarillas. “No creo que estemos más tocados que antes sino que es verdad que esta demanda de una asistencia médica antes no se producía y ahora sí. Antes podíamos tener ansiedad, que es un síntoma muy humano más que un síntoma de malestar, pero la gestionábamos mejor. Es cierto que el foco ha cambiado desde el covid. El confinamiento, el aislamiento, la incertidumbre provocó miedo a todo, ¿no?, miedo a la muerte, a la gravedad, a la soledad. Cualquier situación traumática, como lo fue el covid, lo fue en aquel momento, pero debemos situarnos, otra vez en esa normalidad”.

El tema de la muerte siempre ha estado arraigado en los seres humanos. Sabemos que es implacable, pero preferimos vivir de espaldas a ella, “este tema siempre ha estado muy presente en los seres humanos. Todavía tenemos ese miedo presente. Cuando leo sobre la muerte casi en todas las civilizaciones, no en todas, vivimos un poco de espaldas. Todo el mundo sabe que está ahí, pero hay que vivir el día a día sin ella. Cuando hablas con las personas de tú a tú, hay muchísimas personas que dicen no temer a la muerte sino al sufrimiento. El miedo a estar sólo, al dolor. Éste es el verdadero temor”.

Pese a la visibilidad mediática de las enfermedades mentales todavía una gran parte de la sociedad que rechaza acudir a estos profesionales y quienes acuden no suelen hablar de ello. “Le hemos dado muchas vueltas a este tema. Fundamentalmente en congresos sobre estrategias de salud mental o en el último plan de acción. Al final, se llama la lucha contra el estigma. El estigma rodea a todos los trastornos mentales desde el principio de su existencia. Te voy a contar una anécdota. Llevo aquí casi 20 años y antes algunas personas no me saludaban por la calle por vergüenza. Ahora, eso ha cambiado. Es cierto que hay hechos históricos que han dado muy mala prensa a la psiquiatría. Ha existido abuso, ni más, ni menos, en cuanto a derechos humanos porque eran enfermos mentales con poca capacidad para tomar decisiones y si, por ejemplo, revisamos la historia del cine cuando se habla de enfermos mentales nos damos cuenta que al final eso de alguna manera ha provocado que algunas personas vean la enfermedad mental con miedo, como algo que nos hace vulnerables. También hay una cuestión social que tiene que ver con el miedo a lo que uno no conoce porque la enfermedad mental es una gran desconocida. Trato a muchos pacientes a lo mejor con un alto nivel cultural y viven con extrañeza que algún familiar tenga un trastorno bipolar y de nuevo regresa el miedo a pensar ‘estoy loco’. Todavía estamos muy inmaduros en ese sentido. Además, se han psiquiatrizado mucho las cuestiones vitales, situaciones normales de la vida las hemos hecho patológicas”. Silvia Cano puntualiza que somos capaces de aceptar el sufrimiento como una vivencia, “parece que uno está enfermo por el mero hecho de sufrir y no es así. El sufrimiento es humano. También es cierto que nunca se le hado la dimensión que se le tiene que dar desde el punto de vista científico a la enfermedad mental. En estos últimos años se ha invertido un poco más en salud mental en los sistemas sanitarios, pero hasta la fecha se habían destinado pocos recursos a la psiquiatría. La salud mental siempre ha estado rezagada en el ámbito de la investigación”.

Prueba de que vivimos en una sociedad exigente e individualista es que la media de edad de los pacientes que acuden al psiquiatra es cada vez menor. “Ahora mismo hay una alarma, si se puede llamar así, que tiene que ver con los infanto-juvenil. De hecho ha surgido una especialidad en psiquiatría para atender a esta franja de edad, de ahí que se haya creado la figura del coordinador emocional en los centros escolares. Es muy importante porque es en las primeras etapas de tu vida donde hay más oportunidad para enseñar a gestionar esos problemas. Hay que tener en cuenta que los problemas psiquiátricos, en el 80 por ciento de los casos, ocurren antes de los 24 años. También nos encontramos con personas mayores con temas como la soledad no buscada o la soledad impuesta que empieza porque ha cambiado el modelo de familia. En la mediana edad tratamos a muchas personas con problemas de estrés, conflictos laborales…”. Respecto a los sexos, las enfermedades mentales afectan a ambos géneros, pero de forma diferente. “La mujer ha sufrido un cambio drástico en cuanto al rol. Se nos ha exigido que fuéramos autónomas, profesionales y a la vez no nos ha dado tiempo para delegar o compartir otros roles que tienen que ver con los familiares. A lo mejor soy poco optimista, pero creo que la mujer desempeña un papel en cuanto a la maternidad muy diferente al masculino y nos va a ser muy difícil distanciarnos de ese rol de madre. Cuando hablamos de un 50 por ciento es muy complicado”.

En un mundo donde cada día se nos exige más es complicado pararse a ser feliz, “nadie tiene una receta de la felicidad, pero ahora tanto que se habla sobre el bienestar emocional creo que todos los estudios llegan a conclusiones básicas. Hace unos días leía un artículo del profesor, Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y hablaba acerca de la falta que ahora mismo se otorga al prestigio, por ejemplo, en medicina. De pronto basamos todo en cosas muy materiales. Es de lo que habla Bauman sobre la sociedad líquida, en la que todo está muy individualizado. Buscamos el éxito, basándonos en el dinero, la fama. Creo que hay que reflexionar, como decía Aristóteles, y buscar valores más profundos que tienen que ver con la prudencia, con hacer las cosas bien. Creo que el bienestar está más enfocado en ese sentido”.

(Silvia Cano es responsable del Área de Psiquiatría en el Hospital Comarcal de Melilla y en 2021 recibió la Medalla de la Orden del Mérito Civil, de manos de Su Majestad, el rey Felipe VI).

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