Rajoy estuvo ayer a la altura de lo que se esperaba. El hecho, destacado en el mitin por Juan José Imbroda, de que hiciera coincidir su nueva visita con el 'día después' del 'cara a cara' con Rubalcaba, le dio mayor repercusión mediática y elevó a todos los informativos, de todas las cadenas, y en las horas de mayor audiencia, su paseo y acogida en nuestra ciudad. Muy diferente, en lo que al proceder de los melillenses se refiere, al recibimiento que se le brindó cuando las elecciones de mayo pasado. Entonces también fueron muchos a su mitin, pero prácticamente lo hizo la mitad, de modo que los 500 de aquella ocasión se convirtieron casi en un millar en el día de ayer. También los saludos, vítores y aplausos que concitó por la calle fueron muchísimos más que hace seis meses. El aura del poder lo transforma todo y más cuando restan tan pocos días para que, si no falla nada a última hora, sea investido nuevo presidente del Gobierno nacional.
Rajoy vino además con su esposa. Lo que nunca había hecho hasta ahora a pesar de las innumerables veces en que nos ha visitado. No sólo recorrió con ella el centro de la ciudad. También parte de Melilla la Vieja, en una visita vespertina, más privada, posterior al almuerzo en el que participó junto a los principales cargos del PP en el restaurante 'La Roca'.
El PP tiene ganadas de calle las elecciones en Melilla, la presencia de Rajoy en esta campaña tampoco resultaba tan necesaria, pero en ningún caso ha sido en balde. Todo lo contrario, además de haber servido para redoblar sus compromisos con nuestra ciudad, otorgándoles un marchamo de firmeza que resulta especialmente importante en estos previos a su previsible y próximo acceso a la Moncloa, también es válida por otra razón: Me refiero a la necesidad de motivar la participación electoral en unos comicios que amenazan con dejar fuera a esa gran parte de electorado que moviliza como nadie y casi en exclusiva Coalición por Melilla.
La posición al margen de CpM puede aumentar unos niveles de abstención que en nuestra ciudad siempre son más altos que en el resto de España, salvo algunos últimos comicios adulterados por causas nada recomendables, tal cual sucedió en los nacionales del pasado 2008, en que cepemistas y socialistas concurrieron con una candidatura única y lograron un resultado muy parejo al del PP.
Hay quien dice que esta es una liga sin fuste por la ausencia cepemista de la convocatoria electoral que andamos viviendo. Sin duda, su apuesta por la 'abstención activa' introduce un elemento distorsionador que puede favorecer al PP, pero no a la democracia ni a la vida pública y política en esta ciudad.
La presencia de Rajoy ha podido tener el efecto de hacer llegar las elecciones en mayor medida al conjunto de los melillenses, de motivar también una mayor participación electoral que resulta del todo necesaria.
Rajoy se comportó ayer tal cual es: un hombre bien educado, con buenas formas y mucha templanza que no tiene otro discurso que el de la sensatez y que por eso gusta más que su propio partido, cada vez más centrado pero aún con muchos cargos revestidos de reminiscencias de un pasado que nada tiene que ver con la España actual.
En Melilla, el PP se ha “democratizado” lo indecible desde que se fusionó con la antigua UPM y Juan José Imbroda se hizo cargo de su presidencia. Ya no es el partido más clasista de los tiempos de Luis Fernández o Ignacio Velázquez. Se ha abierto mucho más a la sociedad, reúne en sus filas a melillenses de todas las clases sociales y credos religiosos u orígenes culturales diferentes como los que componen nuestro mosaico cultural y que ayer conformaron también la multitud que brindó su abierto apoyo a Rajoy.
Del análisis que el presidenciable hizo de lo que representan estas elecciones sólo puedo decir que lo suscribo plenamente, porque a diferencia de lo que quiere hacer ver el PSOE no estamos ante dos modelos económicos. El PSOE ha hecho una política tan insolvente como neoliberal cuando le ha convenido y, lo peor, su connivencia con los sindicatos le ha permitido ir más lejos de lo que nunca se podría haber permitido el PP.
Rajoy fue cauto y, en sentido estricto, al margen de su compromiso genérico de apoyar a Melilla, lo que no es nuevo pero se reviste de mayor valor a once días de su previsible proclamación como presidente, en lo único que se comprometió, claramente, fue en lo que ya dice su programa electoral, es decir en dar “batalla ante la UE” para que se nos reconozca un régimen de ayudas preferencial y similar al de las regiones ultraperiféricas.
Respecto de la ampliación del puerto o el abaratamiento de las tarifas en los transportes con la Península, no fue tan categórico pero se entiende que asume el compromiso y que, desde su perspectiva, conlleva también la conversión de Melilla en “un destino turístico de primer orden”.
Lo importante es que ha renovado su compromiso con esta ciudad. Por tanto, un 'diez' para Rajoy, que ha demostrado un respaldo e implicación con Melilla como ningún otro político nacional de su talla ha asumido jamás
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