Familiares de mayores internos en la residencia pública de Melilla están que trinan. Ya no se trata de que la falta de personal sea crítica sino que, además, es crónica y parece no tener arreglo ni siquiera tras la dimisión del director del Imserso en la ciudad.
Con el inicio del verano y la temporada de vacaciones, los problemas se han agravado en la residencia. De esta forma, en la lavandería del centro solo hay una persona y no da abasto por lo que no hay batas limpias para ir a dormir y acuestan a los mayores con vestidos, según el testimonio de la hija de una afectada por una situación, que desmienten fuentes del centro.
También se quejan los familiares de que con la ola de calor, no se encienden los aparatos de aire acondicionado y se ha dado el caso de abuelos mareados por las altas temperaturas. Añaden que cuando han reclamado al centro, les dicen que son los propios usuarios, muchos con Alzheimer, los que no quieren que lo pongan. Por supuesto, desde la residencia, niegan la mayor.
Del comedor, se quejan de la austeridad del menú y de que solo ponen tres jarras de zumo y el último abuelo que baja, se queda sin probarlo. También aseguran que les dan el agua en vasos plásticos y que no tienen cuchillos para cortar el pollo y tienen que hacerlo con una cuchara.
Ante las quejas de los usuarios, la Comisión de Familiares decidió pedir una reunión con el director de la residencia de mayores, Diego Cobos, que accedió a recibirlos. Según nos cuentan, hubo miembros de la Comisión que tenían previsto viajar y cambiaron sus billetes para poder estar en el encuentro que finalmente no se celebró. Se suspendió sin previo aviso y con la promesa de volver a convocarse la próxima semana.
Desde la residencia explican a El Faro que la reunión no se suspendió sino que se aplazó porque el director enfermó ese día y aseguran que se trata de un acoso y derribo contra Cobos.
Las familias de los mayores son conscientes de que el director de la residencia no puede hacer nada para resolver la situación, pero consideran que alguien tiene que hacer algo por solucionar el problema. Sobre todo, insisten, porque la residencia no es gratis. Los mayores se dejan en ella hasta el 75% de su pensión.
Por lo que nos cuentan las familias, tanto Gloria Rojas como la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, están al tanto de lo ocurre, pero ni así se soluciona la falta de personal que tiene el centro. Esto, en el día a día, se traduce, dicen las familias, en que no hay responsables de plantas que supervisen el trabajo de las nuevas auxiliares y hay mayores que no salen de sus habitaciones porque no hay quien los baje.
Muchos lamentan la situación de los abuelos que no tienen quién los visite y que, aseguran, están dejados de la mano de Dios en la residencia pública de Melilla.
No es la primera vez que escribimos sobre la residencia de mayores de nuestra ciudad. Primero lo hicimos a petición de los abuelos que contactaron a El Faro y esta vez a petición de las familias que no entienden qué puede estar pasando para que no se cubran las 24 vacantes que el centro ha admitido que tiene.
La situación ya era precaria, pero ahora, en verano, al llegar las vacaciones, se ha convertido en extrema. Las familias no quieren oír hablar de que el conflicto se debe a una falta de entendimiento entre el PSOE, que tiene las competencias del Imserso, y el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 que está en manos de Podemos.
La gente que no puede hacerse cargo de sus mayores porque trabaja de sol a sol no entiende de trifulcas políticas. Quiere soluciones y no va a ir a Madrid a pedirle a la ministra Ione Belarra que arregle nada. Aquí la responsabilidad recae sobre la Delegación del Gobierno que, como su propio nombre indica, es la representante del Gobierno en la ciudad y es, además, la responsable de nombrar sucesor en el Imserso.
Aquí hay un problema serio de gestión. La situación de la residencia mayores ya no es un tema tabú, ni una protesta de unos pocos sindicalistas, ni algo que no preocupa a casi nadie en Melilla. Esto se le ha hecho bola a la Delegación del Gobierno que tienen la obligación de pedir al Imserso una salida urgente al problema o de lo contrario ceder las competencias a alguien capacitado para resolver el conflicto.
Es inadmisible que tras la fatiga de la pandemia, los mayores tengan que soportar una situación a la que los que llevan tiempo en este centro aseguran que no están acostumbrados. Los que no tienen Alzheimer están deseando que lleguen las elecciones.
Todo esto pasa cuando se designa para ocupar cargos públicos a personas que no tienen experiencia de gestión y que, lejos, de sacar adelante iniciativas y mejorar la vida de los mayores, terminan por convertirse en un problema más grande que el que deben resolver. El Imserso no es un colegio, ni una universidad y se le ha hecho bola al lobby del profesorado en Melilla.
O se ponen las pilas y solucionan el problema o las familias no tendrán más remedio que organizar una protesta frente a la Delegación del Gobierno pidiendo la dimisión de Sabrina Moh. Si supieran lo poco que gustan este tipo de concentraciones, las harían más a menudo.
Si la Delegación del Gobierno no responde ante los mayores de Melilla, entonces tendrá que dar la cara ante sus jefes de Madrid que, como mínimo, preguntarán por qué hay tantas protestas y tan seguidas en la Plaza de España.
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