La tradicional rivalidad y los históricos roces entre España y Marruecos están dejando paso a una nueva etapa en las relaciones entre ambos países. Poco a poco se abre camino la máxima de que lo bueno para uno también debe serlo para el otro. Cada vez son menos los que dudan de que ambos Estados están condenados a entenderse porque uno se juega mucho de su prosperidad en el progreso del otro. La visita que inicia hoy el rey Juan Carlos I con un amplio cortejo es la mejor muestra del buen clima en la relaciones vecinales durante los últimos años, que no han hecho más que mejorar. La diplomacia entre ambos países vive un momento dulce, pero eso no significa que no existan problemas que resolver. Algunos nos afectan muy directamente por ser Melilla, junto a Ceuta, las dos únicas regiones españolas que limitan físicamente con Marruecos. En este sentido, aunque ambas ciudades autónomas se hayan caído de la agenda política de nuestros vecinos al haber dejado de insistir, al menos temporalmente, en la reivindicación de su soberanía, eso no significa que también deban desaparecer del guión diseñado por nuestra diplomacia. Así, por ejemplo, aunque el tránsito fronterizo sea un asunto resuelto sobre el papel, aún no ha comenzado a materializarse el proyecto que hará más fluido el paso entre ambos países. También está por aclarar cómo y cuándo va a desalojar Marruecos la denominada 'tierra de nadie', o cuál va a ser el nivel de cooperación entre ambos países para acabar con la delincuencia que afecta a nuestra ciudad y corre a buscar refugio al otro lado de la valla.
Un paso más importante aún y más trascendental para el desarrollo de Melilla sería acordar un marco económico que hiciera posible las relaciones empresariales entre ambos lados de la frontera de una manera fluida y superando de una vez el denominado 'comercio atípico'. El día que se consiga este objetivo se abrirá un amplio campo de posibilidades para nosotros y nuestros vecinos.
Mención a parte merece el incidente de la patrullera marroquí que entró en Melilla hace unas semanas. Las autoridades locales y los representantes del Gobierno central en la ciudad decidieron pasar por alto este suceso, que en otras circunstancias hubiera sido calificado como un grave incidente. En cambio, ahora no se le ha dado más categoría que la de un simple error motivado por el exceso de celo de los policías marroquíes.
Y finalmente, el asunto más complicado y con mayor capacidad para enturbiar las relaciones entre España y Marruecos es el de la inmigración ilegal. En este caso, ambos países pueden considerarse víctimas, pero nuestros vecinos están en posición de sacar un mayor provecho de la situación, lo que hace sospechar en ocasiones que no ponen todo el interés que sería necesario para atajarla definitivamente.
En cualquier caso, ninguno de los problemas que afectan a Melilla quedarán resueltos tras la visita que se inicia hoy. Sólo podemos aspirar a que empiecen a estar encarrilados hacia una solución, lo que en este tipo de eventos no es poco.
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