Espectadores y corredores coparon los restaurantes y terrazas antes y después del evento.
La ocasión eran inmejorable: Cientos de melillenses enfundados en ropa de deporte dispuestos a desafiar al cronómetro, familiares y amigos apoyándoles desaforadamente y un domingo con un clima razonablemente bueno para ser pleno mes de noviembre (que todo hay que decirlo, oiga). Este era el panorama de la III Media Maratón de Melilla, que además de ser un éxito en lo deportivo supuso un buen empuje económico para los bares y restaurantes de la Plaza de las Culturas, los más próximos a la línea de meta.
La competición arrancó a las 10:00 horas en la Plaza de España y decenas de melillenses acompañaron a los corredores desde la salida. A los deportistas les quedaba por delante un largo, sufrido y glorioso camino, pero los ‘animadores’ aprovecharon el lapso tras el inicio de la carrera para tomarse un café y desayunar tranquilamente mientras los corredores volvían a pasar por la zona, en concreto rumbo a Horcas Coloradas, la etapa más dura de los 21 kilómetros.
Conforme pasaba el tiempo, los familiares y amigos de los competidores fueron tomando posiciones de nuevo en la línea de meta. Y es que la inmensa mayoría de corredores eran melillenses y nadie quiso perderse la llegada de su hijo, padre, hermano o primo. Y es que, como se suele decir, aquí nos conocemos todos.
La satisfacción y el orgullo de haber superado tan dura prueba enmascaraba cualquier signo de cansancio en el rostro de los corredores, que poco a poco fueron cruzando la línea de meta entre los aplausos de los que estaban allí congregados.
Los más pequeños de la casa fueron los que más disfrutaron con la llegada de sus particulares ‘héroes’ y más de un niño se animó a acompañar a su padre o madre durante los últimos metros de competición.
Al final todo esfuerzo tiene su recompensa. Además de abrazos, de la consabida mellada de recuerdo y del orgullo de haber acabado, lo que más apetece después de una carrera es sentarse a la mesa y recuperar energías a base de una buena comilona. Lo que viene siendo, en tema de kilos, perder para ganar.
Fue aquí donde mejor les fue a los locales de hostelería aledaños a la Plaza de España. Hay que tener en cuenta que, después de tamaño esfuerzo, hay pocas ganas de andar y muchas de sentarse a disfrutar de un aperitivo mientras se saborea la victoria, porque hay que tener en cuenta que en estas cosas del correr sale ganando desde el primero hasta el último.
Así pues, el empujón a la economía supuso el broche de oro a un gran fin de semana deportivo. Suele decirse aquello de ‘el año que viene, más y mejor’, pero en esta ocasión no habrá que esperar doce meses, pues en marzo vuelve la Carrera Africana de La Legión con sus buenos 50 kilómetros por delante.
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