La playa es el primer pasatiempo del verano. Entre sus virtudes figura la defensa del ocio frente al negocio. Da entretenimiento gratuito ilimitado a cambio de dejarla tan limpia como se encontró y el escenario siempre es el mismo: sol, arena y mar.
Sin embargo, hay maneras muy distintas de disfrutarlo. El Faro ha visitado la costa melillense para ver cómo pasan los ciudadanos un día en la playa.
El reloj marca las 12:30 horas. A la playa de San Lorenzo llegan José y su familia. Portan fiambreras, tarteras, mesas plegables, la cerveza en la nevera portátil y una pérgola. A su derecha ondea la bandera roja (prohibición de baño), pero José y los suyos se resisten a quedarse sin su tradicional "escapadita de domingo".
En escasos minutos monta una pérgola de loneta para ofrecer cobijo a sus familiares. "Ahora mismo no estamos todos. El resto está al llegar", dice. Hay domingos en los que se han llegado a juntar hasta veinte personas de tres generaciones diferentes. "Está desde la abuela hasta la nieta", cuenta. Y cada una hace su aportación. Juana, la abuela, siempre se encarga de las tortillas de patatas, "su especialidad". "No puede faltar este plato típico de mi suegra", afirma Jesús, entre risas. Los demás se coordinan para que no falte de nada. Verónica, su mujer, repasa el resto del menú: empanada, pollo empanado, aceitunas, embutido, frutas. De bebida tampoco les falta un detalle: refrescos, cervezas, tinto y zumos. Todo aprovisionamiento es poco para pasar el día, literalmente. Y es que esta familia no se marchará hasta pasadas las 19:00 horas. "Después de comer nos bañamos, algunos echamos la siesta y así se pasa rápidamente el día", cuenta.
Entretenimiento para niños
Muchos padres y madres ven en la playa algo más que un espacio en el que poder comer en familia y al aire libre. Encuentran en la costa un enorme campo de juego sobre un elemento tan lúdico y maleable como es la arena. Sobre ésta juega Alejandro con su hija Delia. "Hemos construido ya varios castillos de arena", presume. "De esta forma los niños se lo pasan bien, que es lo más importante", señala. Delia tiene cinco años, pero ya mismo ese entretenimiento le sabrá a poco: "Quiero aprender a bucear para ver los peces en el agua", afirma.
A escasos metros de esta familia se encuentra Hassan. A su alrededor varios niños correteando. "No son todos míos", indica. "Pero cuando digo de ir a la playa se puede unir el que quiera", explica. En este sentido, Hassan no sólo se hace cargo de sus tres pequeños, sino también del hijo de la vecina. "No tiene padre y si lo llevo conmigo se entretiene y su madre tiene un respiro", cuenta.
Tomando el sol
El rumor de las olas y la brisa del mar favorece la duermevela. Muchos aprovechan su estancia en la playa para desconectar y tomar el sol. Eso sí, con precaución. "Suelo venir sobre las 10:00 de la mañana cuando uno puede estar tranquilo. Me quedo unas dos o tres horas porque me gusta tomar el sol, pero no abusar", dice Cristine, tumbada en una hamaca. A su lado su hija Laurine, y su amiga Alejandra.
Pero ya sea en familia o en solitario, con más o menos fiambreras, la playa es el ocio perfecto con el que muchos llegan a olvidar el habitáculo que ocupa en su cartera la tarjeta de crédito.
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