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La parábola imposible

 

A Juan Francisco, el niño de 11 años que sufrió el terrible infortunio de caerse cuando jugaba en unos hinchables mal protegidos de la carpa ‘Eurofantasía’, le han adelantado en dos días su cita urgente con el fisioterapeuta del Hospital Comarcal. La nueva circunstancia no ha sido fruto del valor de sus familiares por poner en conocimiento público la abierta desidia con que ya han logrado tratarle en la sanidad pública. Al parecer, que se denuncien públicamente situaciones tan polémicas y críticas como las que han descrito la ‘atención’ sanitaria al menor, no genera la más mínima preocupación en la administración competente en Melilla.

En cambio, sí que la genera en la mayoría de melillenses que asistimos atónitos al empeño de una familia por lograr para su pequeño una oportunidad que al menos deje claro qué le pasa y qué posibilidades reales tiene de recuperarse. Esto y no otra cosa es lo que ha hecho posible que el menor fuera trasladado primero al ‘Materno Infantil’ y que, ahora, cuatro días después de su regreso el jueves pasado, al menos se le acorte en ocho días la cita con el fisioterapeuta que en principio se le dio para el día 26 del mes en curso.

La caída de Juan Francisco fue un infortunio desde un principio que, cuando menos, debería promover una inspección en las instalaciones infantiles de la ‘Carpa Eurofantasía’; pero, además, está siendo una terrible pesadilla para su madre, abuela y familiares más cercanos, por la ‘relajación’ con que pretende tratársele en el Hospital Comarcal.

De entrada, su traslado a Málaga sólo fue posible tras la petición de muchos favores y ruegos a cuantos pudieran hacer posible que el niño no tuviera que aguardar postrado en una cama a que pudiera determinarse en Melilla qué le sucedía.

Frente a la teoría de un médico partidario de darle el alta, aún teniendo dolores, o de mantenerlo postrado aún sin descartar que pudiera quedarse cojo, sólo el empeño de sus seres más cercanos lograron forzar primero que se le realizara una resonancia magnética -determinante para comprobar que sufría una lesión medular-, y después se autorizara su traslado, con el fin de practicarle pruebas que aquí no podían llevarse a efecto.

No pretendo discutir el diagnóstico primero del doctor contrario a enviarlo al ‘Materno Infantil’, pero puedo entender perfectamente la amargura de una familia que ha tenido que remover cielo y tierra para que su pequeño tuviera una opción menos bíblica que el ‘Levántate y anda’ de un facultativo empeñado en emular al apóstol Pedro porque, según su teoría, al niño no le pasaba nada y sus quejas eran más por miedo que por auténtico padecimiento.

Finalmente, gracias al empeño familiar, se clarifica en Málaga que la lesión no es operable pero se le prescribe una rehabilitación urgente para que el niño pueda ir recuperando la movilidad y empiece a andar de nuevo.

De retorno a Melilla, vuelta a la pesadilla: No se le da cita con el fisioterapeuta hasta dos semanas después de regresar y encima tampoco se oculta a la madre del niño que en el Hospital Comarcal no hay servicio de rehabilitación para menores.

La consecuencia la pueden imaginar: la familia ha tenido que recurrir a un fisio privado que, por lo pronto, en tres sesiones, ya está logrando que Juan Francisco dé unos primeros pasos.  En paralelo, los ruegos y peticiones varias han hecho posible que se le adelante la cita con el rehabilitador del ‘Comarcal’ para mañana miércoles, a fin de que le reconozca y valore qué puede hacer por él.

El niño en cuestión es sobrino de una compañera de trabajo y esto, de algún modo, nos sensibiliza más ante lo que está ocurriendo. No obstante, no pierde por ello ni una pizca de interés público y nos lleva a preguntarnos por el tipo de sanidad que recibimos en Melilla, limitadísima y saturada también por nuestra situación de ciudad fronteriza, pero incomprensible cuando baja al terreno de la aparente desidia o inadmisible relajación si prefieren una expresión más benévola.

Hablamos de un menor de once años que merece toda la atención para curarse de la mejor forma posible. Por eso, no es comprensible que se demore dos semanas el posible inicio de un tratamiento urgente o que incluso se pueda trasmitir a unos padres que no existe servicio de rehabilitación infantil en el ‘Comarcal’ de Melilla.

Sencillamente, tan intolerable como estas situaciones resulta el silencio al respecto del INGESA, que hasta ahora no se ha pronunciado en ningún sentido, ni siquiera para aclarar a los melillenses si existe o no servicio de rehabilitación física para menores en nuestro Hospital.

 

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