El expresidente de la Junta, Rafael Escuredo, afirma que el futuro del Estado de las Autonomías pasa por la conversión de ambas ciudades en Comunidades Autónomas.
‘Un hombre de la Transición’ como así se definió ayer el expresidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, opinó que la no inclusión de Melilla y Ceuta dentro del proceso autonómico de Andalucía “no fue un error sino un fruto de las circunstancias políticas del momento”. Un hombre que, después de 30 años del Estado de las Autonomías, vive convencido de que el futuro del mismo pasa también por la conversión de ambas ciudades en Comunidades Autónomas, según sostuvo en la conferencia impartida en el Salón Dorado dentro del Curso de Verano sobre la ‘Constitución y la Democracia en España’.
Además, reconoció que “hubo intentos y conversaciones” sobre la inclusión de Melilla y Ceuta en Andalucía “que no fructificaron –e incluso– a nadie se le pasó por la cabeza” por la situación política, social y económica de Andalucía en esos momentos. Así, ni PSOE ni la Unión de Centro Democrático (UCD) en esos años de Transición española apoyó esta propuesta “ni se consideró como una posibilidad real ni la UCD lo presentó como una petición formal y precisa”.
No obstante, aseguró estar convencido de que ambas ciudades podrán convertirse en Comunidades Autónomas, primeramente porque está recogido en la Constitución del 78, y porque ésta “no es dogmática pero tampoco es un chicle que se pueda estirar” sin la supervisión del Tribunal Constitucional (TC) que es el responsable último en la materia. Así, hizo referencia a polémicas sobre la cuestión territorial como, por ejemplo, el Estatuto catalán: “Soy optimista, creo en la descentralización y más allá del ruido y posiciones extremistas la realidad se impone”, aclaró.
Como tal sostuvo que todas las autonomías tienen derecho a reclamar una ampliación de su techo competencial teniendo en cuenta que “el que más tiene es el que marca el límite”y sí apoyado en “razones políticas o presión social” y consideró un error el enmarcar un Estado de las Autonomías en base a desigualdades por razones históricas o política “porque no funciona” y porque es incompatible con una Constitución que defiende y garantiza la igualdad de todos ante la Ley.
Autonomías en cooperación
Sin embargo, algunas corrientes consideran hoy día que algunas competencias deberían ser recuperadas por el Estado para una gestión unificada y homogénea sobre las mismas en todo el territorio nacional. En este aspecto, Escuredo se mostró contrario a esa “recuperación” pues la transferencia de materias como, por ejemplo, la Sanidad o la Educación están garantizadas por la Constitución del 78. De lo que sí dijo estar convencido es de “un Estado de las Autonomías cooperativo porque es posible”. Así, se eliminarían situaciones como las que se dan en algunas regiones “en las que se estudia la historia de la ciudad y no la de España” por lo que abogó por “un Estado autonómico cooperativo” con unas directrices comunes a todos que no implica, en cambio, que esto vaya a restar el techo competencial de las autonomías que ya tienen transferidas estas materias.
Y es la cuestión territorial la que España lleva arrastando, dijo, desde la época de los Austrias. Una cuestión que desde entonces se ha querido resolver y hoy día “sigue estando presente”, apuntó al principio de su ponencia en el Salón Dorado del Palacio de la Asamblea. Escuredo sostuvo que esta cuestión fue algo mejor gestionada por los Austrias “al respetar una España plural” algo que en siglos posteriores quiso resolverse sin éxito. Así, puso algunos ejemplos como la intención de Felipe V de implantar el modelo francés, más centralizador, que no dio resultado o la Constitución de 1931 que lo quiso asemejar al modelo italiano de ‘Estado integral’ con un derecho común y otro especial dedicado a regiones como Cataluña, Galicia y País Vasco. Algo que tampoco funcionó pues, según el expresidente de la Junta, “no se basó en los principios de igualdad”.
Ya entonces se empezó a gestar en Andalucía un movimiento regionalista del que incluso se llegó a redactar un borrador de estatuto que vio sus intereses frustados con la Guerra Civil y el franquismo. La Constitución de 1978 volvió a enfrentarse con la cuestión territorial: “Se flexibilizó ese espacio territorial para que todos estuvieran satisfechos y los partidos nacionalistas no desaprovecharon la oportunidad y presionaron con fuerza”, afirmó en su ponencia.
En este contexto, en 1976 cuando más de un millón de andaluces salieron a la calle para reclamar un trato igualitario pues “se sentían desagraviados” con el hecho de establecer un Estado de las Autonomías basado en la desigualdad. “Fue un aviso en la conciencia social y política”, dijo pues tradicionalmente Andalucía era una región subdesarrollada y que veía que con la democracia tampoco se le iban a “dar herramientas para desarrollarse” y conseguir el mismo techo competencial que el resto de autonomías tradicionalmente más desarrolladas.