Sola y con cuatro niños porque su marido echa a correr en cuanto ve aparecer a la Policía.
Sin conocer el idioma, sin ser consciente de sus derechos ni saber cómo acceder a la ayuda que le pueda corresponder. Sin posibilidades de cumplimentar unos simples trámites burocráticos para que alguna ONG la auxilie. Pagando 350 euros al mes por una vivienda carente de las más mínimas condiciones higiénicas. Sin luz y desde ayer también sin techo porque el propietario de esa ‘choza’ que era su hogar ha logrado que un juez ordene su desalojo.
La situación era tan dantesca que fuentes de la Policía Nacional alertaron ayer a El Faro para que acudiera al lugar a dejar constancia de lo que estaba ocurriendo. Al llegar a la calle Pablo Neruda, en Ataque Seco, había un grupo de agentes. En otras ocasiones, cuando llevan a cabo una de estas intervenciones, los policías no se muestran especialmente acogedores con la prensa porque se sienten entre la espada y la pared. Por un lado, deben cumplir la ley y por otro, a veces tienen delante a inquilinos que tratan de aprovechar la presencia de los periodistas para presionar a los agentes, burlar los derechos del dueño de la vivienda y evitar que el auto de desalojo se lleve a cabo.
Esta vez la situación era distinta. Resultaba tan impactante que era imposible no empatizar con Rahma Zbakh, una mujer, madre de cuatro niños, que iba a ser puesta en la calle. Una ciudadana marroquí de 30 años desamparada. Sin apoyo alguno de su temeroso marido, mucho mayor que ella y cuya única obsesión parece ser escapar de la Policía, aunque eso signifique dejar atrás a toda su familia.
Ante este panorama, los propios agentes y los vecinos no dudaron en adquirir comida con su propio dinero para alimentar a los niños. Uno de ellos es sólo un bebé al que su madre no podía amamantar porque no le bajaba la leche debido a la mala alimentación.
La angustiosa situación de Rahma Zbakh es la que describen las frías cifras de estudios como los hechos públicos ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En esos datos, referidos al Producto Interior Bruto (PIB) por habitante, se constata que Melilla es una de las regiones más pobres del país. Su riqueza en relación a su número de habitantes sólo es superior a la de Extremadura.
En las estadísticas del INE no está recogido el caso de la familia de Rahma Zbakh. Esta mujer, sus hijos y su marido carecen de documentación en regla y difícilmente pueden estar registrados en el censo ya que ni los niños están inscritos en el Registro Civil a pesar de haber nacido todos en Melilla. No existen, no hay constancia de sus miserables condiciones de vida en ninguna estadística. Sin embargo, son la representación extrema de las dificultades por las que atraviesan muchas familias en nuestra ciudad, aunque casi nunca las veamos o casi siempre prefiramos mirar hacia otro lado cuando se cruzan en nuestro camino. Pero ahí están, de un modo u otro, los números acaban reflejando su miseria.
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