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La melillense Samira Brigüech: de niña pobre a mujer humanitaria

La "gran aventura" de Samira Brigüech comenzó cuando abandonó al novio con el que supuestamente debía casarse en Melilla y huyó a Madrid.

Había nacido en el seno de una familia muy humilde (como casi todas) en la ciudad autónoma por lo que, después de su "fuga", pocos hubieran imaginado que la que había sido una niña con "enormes" problemas de aprendizaje, "un fracaso escolar tremendo", se convertiría en una empresaria exitosa. Pero así sucedió.

Sin dinero y con solo 20 años, llegó a la capital de España, donde intentó buscarse la vida como pudo, porque no hablaba más idiomas que bereber o español ni sabía operar un ordenador.

Aunque contaba entonces con una formación mínima de enfermera e intentó ejercer como camarera o recepcionista, la discriminaron por el acento "demasiado fuerte" que tenía. Solo consiguió trabajos precarios, "muy mal remunerados y abusivos".

Ejemplo de tenacidad donde los haya, Samira ha lamentado cómo el analfabetismo obliga a vivir en un submundo "que muchos no pueden ni imaginar", "de mucha oscuridad e ignorancia", ha confesado en una entrevista con El Español.

Pero, por suerte (y por su empeño, claro está), luego de unos dos años sobreviviendo, esta melillense terminó siendo contratada como asistente en una cooperativa. No pasó mucho antes de aprendiera a escribir a máquina o algo de contabilidad. Poco a poco, no sin esfuerzo, su "cuento de hadas" fue tomando forma.

En otro par de años, esta chica de Melilla dominaba "el argot del mundo de los negocios": establecer acuerdos, facturar y conseguir cobrar esas facturas. Paralelamente, aprendió inglés y francés de manera autodidacta, por lo que terminaron queriéndola de coordinadora en otra empresa.

De acuerdo con lo que ha relatado a El Español, fue un cliente suyo en aquella empresa, Salvador Medina, que llegó a ser vicepresidente del Banco Santander y su "primer mentor", quien le hizo ver que lo que ella hacía era desempeñarse como consultora y que un día podría tener una empresa propia.

Samira, al centro. Foto: Facebook Samira&Sineb.

Sineb, como su mamá

Así, de la pobreza de una infancia en la que se sentía como "un bicho raro en todas partes" y de la que recuerda con especial fascinación los anuncios televisivos, Samira pasó a abrir un emprendimiento con 9.000 euros que tenía ahorrados.

Ni siquiera sus difíciles comienzos en Madrid, le impidieron crear Samira&Sineb en 1995, una empresa de Relaciones Públicas que ella misma perfiló entre el marketing y la tecnología, dos conceptos que en aquella época no estaban tan incorporados al mundo empresarial como ahora.

Pero lo que más habla de esta "humilde" mujer, con "autoestima alta", pero "sin ego", es el hecho de que haya llamado a su empresa Sineb, como su madre, que no sabía entonces "ni escribir" su nombre, pero cuya modestia es la clave del éxito personal de Samira.

Samira armó esta idea prácticamente "sin competencia", después de leer muchos libros americanos. De hecho, ascendió "de forma exponencial" porque no poseía mucho presupuesto, pero sí "desplegaba materia gris" e invertía en más y más literatura. Entre sus clientes, se cuentan Google, Oracle, TrendMicro, ServiceNow, Red Hat, Dell-Emc, Broadcom o Microsoft.

Una vez que tuvo dinero para "ayudar a mi familia", esta melillense supo que necesitaba "reconocimiento social por todo lo que había sufrido", que "la gente me valorara y me quisiera".

Ayudar a los hijos que la vida le dio

Fue en 2007, después de haber vuelto "con las manos llenas" y de estar "saboreando mi éxito y prosperidad económica y la de mi familia", que surgió la oportunidad de crear la fundación Adelias para luchar contra la pobreza infantil.

A pesar de que la naturaleza no le dio hijos a Samira; "la vida, sí". No solo adoptó a sus tres niños (Adel, Elías y Salma) -de cuyos nombres surgió el Adelias-, sino que decidió agradecer "la suerte que estaba teniendo" haciendo una donación. ¿Y dónde mejor que en el hospital pequeño de Nador, a 12 kilómetros de Melilla?, se preguntó esta emprendedora, multipremiada por su capacidad de liderazgo y su labor humanitaria dentro y fuera de las fronteras españolas.

Pero, no fue hasta que vio con sus propios ojos "una habitación de niños abandonados que estaban siendo cuidados en condiciones precarias" en esa ciudad marroquí, que entendió que hacía falta una identidad legal, una "ONG", para ayudarlos en todo lo que realmente necesitaban.

Precisamente tras comprender "la fuerza que tienen el dinero y la honradez cuando se suman", esta mujer, que es un orgullo de Melilla, logró que su fundación, que coordina más de 400 voluntarios entre ejecutivos, empresarios, jueces, médicos y enfermeras para mantener sus proyectos, fuera apoyada incluso por las mayores asociaciones de España, como Fundación La Caixa, ONCE, o Sanitas, con quien abrió un Pasillo Verde humanitario para operar a niños con graves enfermedades.

En breve, esta empresaria, que había vendido un edificio de viviendas que le pertenecía para destinar el dinero a Adelias, empezó a soñar con mucho más que "una donación". Podía financiar y construir un orfanato, una unidad de neonatos en un hospital, un colegio o un parque de ocio infantil en Nador; o enfrentar la brecha digital en España, si se lo proponía.

Ahora en la propia Nador, por ejemplo, Samira vela por que "funcione bien" un nuevo centro de menores, y por que aprendan a leer y escribir niños y mujeres, para que, como su madre, no se sientan limitados por ser analfabetos.

Si bien "compartir con los tuyos es triunfar también", Samira tiene claro que "la vida de uno siempre tiene sentido si eres útil a los demás". Fue Sineb quien, cuando eligieron a su hija para representar a España como becaria en la Casa Blanca, la instó a "disfrutar" de su "trozo de pan", pero asegurándose de que los que estuvieran alrededor tuvieran pan también. Fue (no lo dude) Sineb, quien hizo que Samira fuera una empresaria que "pone su propio dinero, tiempo, contactos y alma entera en una iniciativa humanitaria que lo que pretende es ayudar, cuanto más, mejor".

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