Categorías: Tribunales y Justicia

La madre halló el cadáver y acudió a la Policía: “No me arrepiento”

{jaimage crop="ML" /}F.M.L., también acusada, declara que no sabía ni sospechó que su hija pudiera estar embarazada.

La segunda acusada y madre de la parturienta, F.M.L., aseguró ante el jurado popular que nunca sospechó ni vio evidencias de que su hija pudiera estar embarazada. En cambio sospechó de que ésta pudo sufrir un aborto cuando la encontró en el cuarto de baño de la casa el 20 de diciembre de 2012 en medio de un gran charco de sangre, coágulos y muchas toallas manchadas. Días más tarde, encontró el cuerpo sin vida del bebé envuelto en una toalla en el mismo aseo y acudió sin dudarlo a la Policía para poner en conocimiento el macabro hallazgo. Ello, lógicamente, implicaba un perjuicio para su hija, pero aseguró que lo hizo porque “era lo mejor para ella”. “No me arrepiento de lo que hice”, apostilló.
La madre de la joven dijo que el día del alumbramiento su hija no comió con ellos a mediodía porque se había acostado. “Nos dijo que le dolía la espalda porque le había bajado la regla”, señaló y añadió que como era habitual que sus menstruaciones fueran dolorosas, le dio una pastilla.
Por la tarde, F.M.L. explicó que estaba en el salón planchando, cuando escuchó dos golpes procedentes del cuarto de baño. Cuando consiguió abrir la puerta, encontró a su hija en el suelo lleno de sangre e inconsciente, según declaró, solicitó la ayuda de su pareja, el tercer procesado en la causa, A.M.M., y entre los dos la sentaron en el inodoro. Intentó llevarla a la habitación, pero en el pasillo volvió a desmayarse. Fue entonces cuando llamaron a emergencias. “Le pedí a mi pareja que llamara al 061 porque pensaba que mi hija se moría”, destacó.
Los servicios sanitarios acudieron a la casa y la acusada les dijo que miraran en el baño porque sospechaba que podía tratarse de un aborto. Pero ni los sanitarios ni ella vieron nada llamativo en el aseo que pudieran hacer pensar en buscar restos fetales ni un bebé. En el hospital, la madre aseguró que el ginecólogo, después de operar a su hija, les dijo que podía haber expulsado a un feto de entre cinco y seis meses. Pero no fue hasta cinco días después, cuando la madre de la parturienta acudió a la vivienda y encontró casualmente el cuerpo sin vida del bebé.

El  hallazgo
La acusada explicó que después de que le dieran el alta hospitalaria a su hija, se fueron a pasar la Nochebuena a casa de su hermana y no volvieron al domicilio familiar hasta el día de Navidad.
Esa mañana, la madre de la joven fue al baño y mientras estaba sentada en el inodoro, se percató de la presencia de una toalla manchada de sangre en una estantería del aseo. Envuelto en la toalla estaba el feto. Fue en busca de su pareja y le dijo lo que había visto.  “Vi como una cabeza, pero no lo toqué. Buscábamos un feto de 18 centímetros no un bebé”, declaró la mujer. En ese momento, decidió acudir nuevamente a casa de su hermana para hablar con su hija y después fue a la Jefatura de Policía para informar del hallazgo.

Ni rastro de embarazo
La madre de la parturienta insistió en que nunca sospechó ni tuvo conocimiento de que su hija pudiera estar embarazada. Los cambios en el cuerpo que experimentaba L.E.M. no le llamaron la atención, pues “a veces engordaba y otras adelgazaba”. “Nadie me dijo nunca nada de que mi hija estuviera embarazada. Ni familiares ni amigos ni compañeros de mi hija. No vi signos evidentes de que estuviera en estado”, declaró.

La relación entre madre e hija, casi inexistente

La madre de la principal acusada reconoció que la relación con su hija era tensa. En especial, desde que falleciera el padre a causa de un cáncer que conmocionó a la familia. "Creo que me culpaba de la muerte de su padre. Fueron meses muy duros", apostilló. La relación no mejoró cuando ésta comenzó la relación y la convivencia con el tercer acusado, A.M.M. Además se sumó el hecho de que ella tampoco aceptaba a la pareja sentimental de la joven, apodado 'Simo'. "No me gusta ese chico", recalcó. Por estos motivos, dijo desconocer el hecho de que su hija estuviera embarazada y que ésta, de haber sido consciente de estarlo, se lo confesara, puesto que la comunicación entre ambas no era fluida.

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