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La llovizna acompaña a los romeros durante el camino a los pinares

El simpecado de la Virgen del Rocío fue abriendo la comitiva formada por unas 16 carretas. Los melillenses cantaron y jalearon a la Señora durante el recorrido por las calles de Melilla.

Dobla la esquina y ve el jaleo. Ya son muchos los que están en la calle aguardando el momento de la salida. Se remanga la falda y se sujeta la flor del pelo con la otra otra mano. Echa una carrerilla porque sabe que aún quedan muchas cosas por hacer antes de salir. Que si coger las neveras del coche y pasarlas al carro, ayudar con las bandejas de comida, poner uno poco más de cita aislante en los farolillos para que no se vuelen con el viento que hace, y sobre todo, hay que entrar en la iglesia para decirle hola a la Virgen del Rocío. Hermosa vestida de blanco irradia paz, serenidad, belleza y amor. Es la ‘novia de Melilla’. La que protege con su manto a los melillenses. La que velará por todos y cada uno de los romeros que emprendan un camino de fe hasta llegar a los pinares de Rostrogordo. Hay que mirarla y rezarle para que cuide de la familia. Que no se olvide de que sus hijos la necesitan en estos tiempos de crisis más que nunca.
Las campanadas de la iglesia de Santa María Micaela dan la señal. Ya son las 9:00 horas y hay que ir saliendo. Quedan muchas calles por las que pasar y muchos son los pasos que se deben de dar hasta llegar a los pinos. “¡En marcha!”, se escucha a gritos. Los motores de los coches se encienden y los ponis y burritos echan a andar. Pero con todos ellos, es decir, con el simpecado de la Virgen del Rocío, los romeros, los coches y la carretas viaja una nueve negra. Insistente descarga poco a poco agua fría. Los romeros aguantan.
“No está lloviendo. Esto es que alguien se ha dejado un grifo abierto por allá arriba y claro, al final, salen las goteras”, afirma uno de estos caminantes. Y es que todo depende de cómo se miren las cosas. Otra devota del Roció asegura que siempre llueve cuando dan las 9:00 horas y resalta que eso es porque se va limpiando el camino para que pase el simpecado.
También la lluvia “limpia el alma”, grita un romero desde la carreta. Ayer, además de la romería del Rocío, fue Pentecostés, el día que el Señor envió el Espíritu Santo a los discípulos, y en Melilla tomó forma de gotas de agua.

El camino lloviendo
La llovizna no se va. Les sigue todo el trayecto. Chispea mientras están parados frente a la Comandancia Militar de Melilla y les vuelven a caer más gotitas de lluvia cuando paran en el Mercado Central para desayunar. Pero a ellos les da igual. Unos utilizan el pañuelo azul de la romería para el pelo y otros  se lo atan en el cuello. Con el vientecito fresco que sopla no está de más para prevenir el dolor de garganta al día siguiente.
Sacan las mesitas. Abren las neveras y levantan el papel de aluminio de las bandejas. Platos de jamón, queso, patatas cocidas, aceitunas, medias lunas rellenas y bocadillos pequeños son su desayuno, el segundo para algunos de estos romeros, porque la Cofradía del Cautivo y la Virgen del Rocío ya preparó a primera hora de la mañana ‘un tanque’ de chocolate y churros para 250 personas. El caso es que tuvieron que ir a comprar más, porque los que fueron a echar mano de estas delicias en último lugar no tenían ni unas migajas para echarse a la boca.
El sol se veía a lo lejos. Y la nube sobre ellos insistiendo con sus gotitas de agua hasta la Peña Colón. En el barrio de Cabrerizas hicieron otra parada. Hay que descansar antes de subir la cuesta que lleva a Rostrogordo. Es el último tirón y hay que cogerlo con ganas. De ahí, que los del Club Divina Providencia les prepararan unos bocadillos para coger más energía.

Los romeros
Pedro es de los que va cómodo. Su padre tira del poni mientras él se agarra sólo con una mano a las riendas. Como un buen jinete ni se asusta ni se marea sobre el poni. Sentado con la cabeza erguida. Ni se despeina.Tiene un arte vestido con el traje de corto que a todo el mundo le llama la atención y acaba sacándole una foto. Tiene cuatro años y le encanta ir subido en su poni.
Él es muy pequeño, pero ya está aprendiendo una de las tradiciones más antiguas de la ciudad, la Romería del Rocío. Desde hace décadas los devotos de la Virgen han peregrinado desde su iglesia, Santa María Micaela, hasta los pinares rezándole para que les echara una mano y agradeciéndole su protección todos los días.
Ángela tiene tres años y ya sabe lo que es el Rocío, una Virgen muy guapa a la que hay que tirar un beso cuando se la va a visitar. Su madre y sus abuelos la llevan vestida de sevillana para hacer el camino.
Los romeros aseguran que no se trata de comer y divertirse, sino de cantarle a María, la madre de Dios, durante horas para que sepa que también se la adora desde Melilla.

16 carretas
El hermano mayor de la Cofradía del Rocío, Gregorio Castillo, aseguró ayer, mientras caminaba al lado del simpecado, que la comitiva que iba de romería este año era un poco más grande que la 2012. Entre 15 y 16 ‘carretas’ anduvieron por las calles. Algunas de ellas carros de verdad tirados por burritos o por pequeños tractores, otras eran coches disfrazados con volantes y farolillos, incluso una cruz gigante de flores de papel hacía de estandarte de uno de estos vehículos.
Castillo destacó que antes de salir de la iglesia lo que más le preocupaba era que soplara el viento. Aseguró que las gotas de lluvia no molestaban. Además, casi es una tradición que llueva el día de la romería. Lo lleva haciendo, que ellos recuerden, desde hace tres años.
El hermano mayor del Rocío indicó que lo más bonito del camino es ir compartiendo con los melillenses esta experiencia. Paso a paso los romeros van charlando de sus cosas. Hay gente que no tiene la suerte de verse todos los días, así que aprovechan para preguntar a los conocidos y vecinos por la familia.
También se recuerdan viejos tiempos. Las anécdotas de cuando eran niños y hacían el recorrido subidos a lomos de los padres. Aquellos años en los que no todas las carreteras tenían asfalto. Días de romería en los que las botas de vino se pasaban de carreta en carreta y las mujeres iban cantandole a la Virgen sin parar.
Pero los tiempos cambian. Y eso no quiere decir que sea a peor. La devoción de Melilla por la Virgen del Rocío sigue intacta y por ello, más de 200 personas acompañaron ayer al simpecado andando por las calles  de la ciudad. Además, hay cosas que traen los tiempos modernos y que dan más belleza a esta romería, como el acompañamiento que hicieron los Ángeles Guardianes a esta ‘procesión’ en el último trayecto.
Una vez que se llegó a los pinares, cada peña se fue con su carreta a resguardarse del sol que a medio día consiguió salir de entre las nubes. La fiesta comenzó con vino dulce, embutidos y tortillas de patata, para luego dar paso a la carne hecha a la parrilla y la paella. Eso sí, todo el mundo compartiendo comida y alimentos. La norma de esta romería es disfrutar todos juntos del amor por la Virgen del Rocío. Ahora sólo queda esperar 364 días para volver a echar a andar por la Señora. Con fe y esperanza, este tiempo se pasa rápido o al menos eso  dicen los romeros.

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