Sólo quedan cuatro días, incluido el de hoy, para que acabe la presente campaña electoral. Creo que todos lo estamos deseando. Al largo período de elecciones que andamos viviendo desde abril pasado se une la acritud de unos comicios especialmente duros como son todos los relativos a la representación política en la Ciudad Autónoma.
La campaña está crispada pero además está dejando un reguero de propaganda en contra de Melilla que no puede resultar más dañino e inconveniente.
Las ideas que se difunden, especialmente a través de Medios más próximos a los partidos de izquierdas y, especialmente, el PSOE, es que nuestra ciudad está inmersa en la decadencia, la desidia y la mayor crisis económica de los últimos 40 años; que el 60% de su población quisiera irse a vivir a otro lugar y que la responsabilidad de todo ello recae en el presidente Imbroda y sus distintos equipos de Gobierno a lo largo de los últimos 19 años.
“La rotundidad de la leyenda negra sobre Melilla que suscriben y alientan los adversarios políticos al PP, sobre todo me preocupa y me lleva a plantearme si no estamos echando torpemente piedras sobre nuestro propio tejado en beneficio de un rédito electoral cortoplacista”
La rotundidad de la leyenda negra sobre Melilla que suscriben abiertamente en los mismos reportajes los adversarios políticos al PP, sobre todo me preocupa y me lleva a plantearme si no estamos echando torpemente piedras sobre nuestro propio tejado en beneficio de un rédito electoral cortoplacista que, por fortuna, tendrá su desenlace el próximo domingo, cuando inexorablemente se acabe la nefasta y presente campaña y las urnas emitan su dictamen. No voy a decir que definitivo porque todo apunta a que la concurrencia de nuevos grupos en la Asamblea, a causa de lo que se prevé como un voto más fraccionado, dejará al albur de futuros pactos la nueva etapa de gobernanza de nuestra ciudad.
En todo caso, habremos llegado a ese momento habiendo quemado o al menos dañado gravemente muchas de nuestras principales naves, algunas tan importantes como nuestra imagen cara al exterior, tan reiteradamente presentada en estos días por algunos como una ciudad de conflictos y en la UVI, como le gusta decir al líder local de Ciudadanos, Eduardo de Castro.
Habremos socavado un poco más nuestra particular identidad de ciudad plural y diversa, que en los nuevos radicalismos tiene poco futuro y que al socaire de la manida invocación del “miedo al moro”, anda mezclando churras con merinas como una nueva arma arrojadiza contra el Partido Popular, al que una vez más se vuelve a acusar de agitar viejos fantasmas en beneficio del buenismo de quienes acusan y se sitúan por encima de la supuesta maldad atribuida al PP.
En tiempos como los actuales, en los que la difusión rápida y masiva que de cualquier mensaje, información o noticia permiten las nuevas tecnologías, instalados como estamos en la posverdad y la maquinaria de los fake news o noticias falseadas para influir en la ciudadanía; distinguir lo cierto de lo falso no resulta nada fácil ni es tarea en la que se empleen precisamente nuestros políticos.
Sin embargo, me cuesta suscribir que Melilla esté instalada en la desidia, sea decadente o esté en la UVI bajo peligro de muerte.
No niego que tengamos problemas, como los hemos tenido siempre, que nuestra situación geográfica sea fuente de riquezas y de problemas a la vez, y que sobre todo tengamos un déficit de empleo, especialmente para las generaciones más jóvenes, que exige concentrar todos los esfuerzos con carácter prioritario, sin olvidar por supuesto las necesarias reformas de nuestra sanidad y educación públicas para ponerlas a la altura de las necesidades de los melillenses. Pero aún así creo que Melilla ha avanzado y mucho, que hoy en día es una ciudad mucho más dinámica, bonita y con mayor proyección de futuro que hace veinte años, y que hay que seguir progresando en un proyecto de ciudad basado en nuestra diversidad y pluralidad, como la principal receta para construir nuestro futuro.
Las letanías catastrofistas de quienes apostados en el negocio fronterizo olvidan que el mundo cambia y que nada en esta vida es para siempre, o del pequeño comercio que se ve amenazado por nuevas franquicias que marcan otra forma de negocio muy distinta a los métodos más tradicionales, no me parece que sean capaces de dibujar un diagnóstico real de Melilla.
La ciudad se ha reinventado muchas veces, lo hizo después del final del Protectorado, cuando más tarde acabó el contrabando o el viejo estraperlo con la Península, y lo volvió a hacer cuando se agotó la flota pesquera y la industria de los salazones y se construyó el puerto de Beni-Enzar. También creía hundirse al finalizar el servicio militar obligatorio y las juras de bandera.
Hemos pasado muchas etapas y nos han ido creciendo nuevos problemas en gran medida por nuestra situación de frontera sur terrestre de la Unión Europea. Pero no creo que hayamos perdido la confianza en que podamos seguir adelante. Las grandes inversiones, como las del Centro Comercial, Lidl o Mercadona, también se han producido gracias a una estabilidad política que en la buena proyección de Melilla y la notoria mejora de nuestras comunicaciones con la Península tienen un nuevo horizonte en el que hay que seguir trabajando.
Más allá de los mensajes catastróficos, de las arengas contra los ‘cristianos’ o sobre la españolidad de Melilla que con tanta facilidad sueltan algunas de las candidatas de CpM, sigo creyendo que podemos seguir construyendo una ciudad mejor, capaz de hacer frente a los nuevos problemas de este mundo globalizado que, con mayor velocidad y bastante vértigo, cada día nos transforma más deprisa y nos impone nuevos retos.
Porque creo en Melilla y no me incluyo entre el porcentaje que quisiera vivir en otro lugar, sólo voy a pedirles que el próximo domingo no dejen de ir a votar y que lo hagan pensando en el gran potencial de una ciudad que será principalmente lo que nosotros queramos si somos capaces de implicarnos en ello.
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