Editorial

La Legión, siempre con Melilla y con España

Nacida en 1920 con el nombre de Tercio de Extranjeros bajo la inspiración de la Legión extranjera francesa, la Legión española es a día de hoy uno de los cuerpos militares más conocidos en todo el mundo.

Después de que surgiera para combatir en las guerras coloniales de España en el norte de África durante la primera mitad del siglo pasado, su misión ha cambiado con los tiempos y uno de sus cometidos más importantes es colaborar en las misiones de paz.

Tras su reestructuración en la década de los 90 del siglo pasado, se ha visto a los legionarios en países en conflicto como Bosnia-Herzegovina, Albania, Kosovo, Macedonia, Irak, Afganistán, Congo y el Líbano y en todos ellos su valor, su actitud y su aptitud han sido generalmente reconocidos.

Por si ello fuera poco, entre los españoles la Legión también causa asombro, quizás por su culto al combate y la escasa relevancia que los legionarios conceden a la muerte. Ello, además, trae como consecuencia actos que, en ocasiones, podrían ser considerados como heroicos en su despliegue como tropas de choque profesionales.

Las Fuerzas Armadas son una de las instituciones del Estado mejor valoradas por los españoles. Y, de entre ellas, sobresalen especialmente algunas unidades, como es el caso de la Legión.

Hay varios aspectos que favorecen que esto sea así. Para empezar, su presencia social en eventos como la Semana Santa malagueña, que no se entiende sin el desembarco legionario que precede al paso del Cristo de la Buena Muerte, de la Cofradía de Mena. Una tradición que cada año atrae a miles de visitantes y que, además, le ha conferido una imagen de cercanía al pueblo.

Su extensa red hermandes de veteranos legionarios o su reconocido valor en el combate, donde los legionarios tienen a ocupar las primeras posiciones en la batalla, son otros atributos que les hacen ser queridos y respetados.

Pero también hay otros elementos que, no por ser, acaso, más prosaicos atraen la atención de la gente. Uno de ellos es, sin duda, la famosa cabra, sin la cual no se entiende la Legión. Otro aspecto es su himno, ‘El novio de la muerte’, que con tanta devoción cantan quienes pertenecen a la Legión o militaron en ella en el pasado. Y es que ser legionario es algo que no se olvida por muchos años que pasen.

Y ya son 103 años los que se ha cumplido este cuerpo de elite. Melilla, muy cercana a su origen, nunca pasa de largo de esta eferméride, y este miércoles, en el acuartelamiento Millán Astray -precisamente su fundador- varias decenas de personas fueron testigos de la mística que desprende su lucha por la amistad, el compañerismo, la unión y el socorro, el sufrimiento, la disciplina o el combate.

Muchas felicidades a la Legión.

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