La Legión celebró ayer el cincuenta aniversario de la cesión del Cristo de la Buena Muerte. Durante el acto se homenajeó al funcionario Fabián Silva, nombrado Legionario Honorífico.
La Legión celebró ayer el cincuenta aniversario de la entrega del Cristo de la Buena Muerte. Fue en 1963 cuando la Congregación del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora de la Soledad de Málaga cedió la talla a los legionarios de nuestra ciudad. Desde ese momento la imagen de este Cristo se ha convertido en su protector.
Poco después de las 12:30 horas, en el acuartelamiento de Millán Astray todo estaba preparado para la celebración del acto. Entre los presentes no faltaron las máximas autoridades de la ciudad, el presidente del Gobierno local, Juan José Imbroda, y el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, que siguieron el desfile militar con respeto y atención.
Los legionarios, como siempre, no decepcionaron. Un desfile sobrio, pero en el que consiguieron transmitir a todos los asistentes la emoción y el fuerte sentimiento que une a estos hombres a este cuerpo militar.
Tampoco faltó la música. Las voces de los legionarios resonaron con fuerza en el patio del acuartelamiento para cantar ese ‘Novio de la muerte’ que por enésima vez consiguió que a todos los que disfrutaban del desfile se les erizara la piel de la emoción que los legionarios ponen en cada palabra.
El Cristo de la Buena Muerte fue sin duda el principal protagonista. Medio siglo después de que lo cedieran a los legionarios de nuestra ciudad, el Tercio quiso agradecerle que los haya protegido durante todos estos años y pedirle que continúe haciéndolo durante muchos más. Los hombres lo portaron a hombros por el patio del acuartelamiento y lo colocaron en un pedestal presidiendo el acto.
Homenaje a Fabián Silva
Quizás el momento más emocionante del acto fue el homenaje a Fabián Silva Córdoba, funcionario del Ayuntamiento, que hace algo más de un año sufrió una ictus y que ayer fue nombrado Legionario Honorífico.
Muchos de los miembros del Gobierno local que acudieron al acto no pudieron contener las lágrimas cuando después de recoger su título, Fabián besó el gorro del uniforme legionario que le habían regalado y emocionado miró al cielo.
Después del homenaje llegó el momento de la ofrenda a los caídos. Fue la esposa del funcionario la que se acercó a poner la corona de laurel a los pies del Cristo de la Muerte.
Este ‘sábado legionario’ más especial de lo habitual terminó con el desfile de los militares frente a las autoridades, acompañados de la cabra.
Un sol de justicia, más propio de primavera que de otoño, fue la compañía perfecta para que el acto fuera aún más brillante. Más de una hora de desfile, que a algunos les supo a poco, para recordar que el Cristo de la Buena Muerte, seguirá protegiendo a los legionarios de la ciudad, a ese cuerpo militar tan unido desde siempre a la sociedad melillenses.