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El programa atiende a 21 niños de entre 11 y 16 años que vienen de otros países; la mitad son sirios y el resto proceden de Marruecos
Su mayor dificultad es el idioma. Mohamed, de 14 años, y su hermana, Hoda, de 13, son de la vecina ciudad marroquí de Nador y llevan dos años viviendo en Melilla. Durante este tiempo, han asistido a clase en la Residencia de Estudiantes Marroquíes. Este curso han dado un salto y se han incorporado al Aula de Atención Temporal del IES Rusadir, un programa que el instituto lleva desarrollando desde hace 15 años para atender a niños que proceden de otros países y chapurrean el castellano o directamente no hablan nada.
Estos hermanos son dos de los 21 chavales de 11 a 16 años que en estos momentos están en este programa, guiado por los profesores Leticia Herrero y José Luis Ibáñez. No obstante, la cifra varía mucho. Ahora mismo, aproximadamente la mitad son sirios y el resto, proceden de Marruecos y tienen un desfase curricular que les impide ir al curso que les correspondería.
De paso
“Algunos no han estado escolarizados”, señala Leticia. “Los sirios están de paso. No suelen venir mucho tiempo porque se van a la península. No entienden nada”, añade, al tiempo que explica que por estas dos razones es más difícil ver los resultados con ellos.
Y es que este programa persigue dos objetivos fundamentales: ayudar a estos chicos a adaptarse a su nuevo entorno y prepararles para que, al año siguiente, puedan entrar al curso académico que le corresponde. El IES Rusadir es el único de la ciudad que da atención a estos chavales.
Y lo consiguen. “Se integran totalmente y hasta sacan mejores notas que otros alumnos”, apunta por su parte José Luis, que reconoce que es muy gratificante trabajar con estos niños. Antes también venían a esta aula jóvenes del centro de La Purísima y muchos de ellos han conseguido una titulación de Grado Medio. “Ellos estaban solos en Melilla, sin sus padres. Los alumnos de ahora están arropados, están con sus familias”, concreta.
Leticia se encarga de enseñar habilidades sociales para que puedan integrarse y de impartir las materias de Lengua, Historia y Matemáticas, entre otras asignaturas. Es la parte fundamental dado que los chavales tendrán que enfrentarse “el año que viene con la realidad”. Pero complementa el programa un taller de Tecnología capitaneado por José Luis.
Estos contenidos son más “divertidos” pero el objetivo sigue siendo el idioma. Pero no solo. Los chavales también aprenden a manejar herramientas que les pueden servir en el futuro mientras crean maquetas con movimiento y con luces. Uno de los proyectos en los que trabajan actualmente es la recreación del puente de Londres.
Y los menores dejan volar su creatividad. “Tienen una imaginación enorme”, subraya, mientras puntualiza que mucha más que los chavales de aquí, “que están acostumbrados a tenerlo todo y ya ni juegan”.
“Estos niños dan mucho cariño. Aprendo mucho de ellos. Me han dado otra visión diferente a la que yo tenía. Te cuentan sus historias y son muy duras”, destaca Leticia.
En las clases se crea toda una red de solidaridad y los más avanzados en castellano hacen de intérpretes con los que no hablan nada. “A nivel de comportamiento, son los mejores niños que he tenido”, apunta Leticia.
“Son muy responsables y educados. Merece la pena dedicarles tiempo tuyo a ellos”, apunta por su parte José Luis. Por ello, una tarde a la semana, da un taller para los niños que pasaron por el aula y que este año ya se han incorporado al curso que les correspondía, que es, al fin y al cabo, el principal objetivo del programa.