Categorías: Sociedad

La inseguridad y el miedo son el día a día de los vecinos del Cerro Palma Santa

Se sienten indefensos ante las agresiones, robos a punta de navaja, reyertas constantes entre inmigrantes, malos olores, acumulación de basuras e incendios en el poblado de chabolas.

La algarabía de los niños jugando en las calles, las conversaciones vanales al comprar el pan o disfrutar de las noches de verano son los alicientes de la vida que para cualquier melillense son normales e incluso necesarios, menos para los vecinos del Cerro Palma Santa. Desde hace más de una década este barrio pegado a la frontera ya no es el mismo de antes. Lo que empezó con una chabola se ha convertido hoy en un centenar a uno y otro lado de la carretera de circunvalación. A menos de diez minutos del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) viven a la intemperie cerca de 200 inmigrantes para disfrutar de una libertad que acaba con la de cerca de 20 familias que viven, cada día, en primera línea la cara más fea de la inmigración.
El miedo y la inseguridad se ha adueñado de estas familias que, además de sentirse indefensas ante la desatención de las autoridades policiales y la falta de una respuesta contundente para eliminar el poblado, se han acostumbrado a las reyertas entre inmigrantes y a las agresiones y robos a punta de navaja a los vecinos.
“Tenemos el CETI nada más salir de nuestras casas”, comenta uno de los vecinos que, como otros, prefiere no dar su nombre y mucho menos salir en una fotografía.

Robos y agresiones

Un joven de la barriada, menor de edad, cuenta que este mismo verano volviendo de la playa varios subsaharianos le abordaron en el puente de acceso al Cerro Palma Santa y a punta de navaja les robaron todo lo que llevaban encima él y su hermano. A plena luz del día. “Otro día estábamos jugando en la calle y se acercó un inmigrante y nos siguió hasta la puerta de la casa”, recuerda y añade que, con su primo, quisieron ir al campo de fútbol cercano a La Cañada y no pudieron atravesar el poblado de chabolas. Es más, “salieron cerca de 20 inmigrantes subsaharianos y nos dijeron que teníamos que salir de allí y dar la vuelta por el puente”.
“Se han hecho dueños y señores de la zona”, apostilla otro de los vecinos al que le acompañan sus dos hijos más pequeños.
Así se desarrolla la vida de pequeños y mayores. Los niños no salen a la calle a jugar sino es bajo la atenta mirada de un adulto y cualquier salida a comprar el pan o ir al colegio “se hace en coche. No se va a ningún sitio andando porque la inseguridad y el miedo hace que tomes las máximas precauciones”, apunta este vecino.
“La vida ha cambiado mucho por aquí”, lamenta, mientras señala un pequeño huerto que un familiar suyo tiene frente a su casa, eso sí, completamente vallado y con un naranjo que aún conserva muchos de los frutos que cuelgan de sus ramas. “Antes podíamos tender la ropa en la calle, pero ahora lo hacemos en la azotea porque si no te roban toda la ropa”, comenta el joven.
El Cerro de Palma Santa casi es un barrio fantasma, menos cuando dan las 18:00 horas. A partir de esa hora es cuando numerosos inmigrantes del CETI acuden al poblado para beber, fumar, drogarse y ejercer incluso la prostitución. “Es muy duro que tus hijos tengan que ser testigos de estas cosas”, apunta este vecino. “Al otro lado de la carretera tienen un bar y aquí en el cerro también, hacen sus negocios y tienen de todo.
El pasado verano se produjeron entradas casi diarias de inmigrantes en pateras o barcas de juguete y ese incremento también se ha notado en el poblado de chabolas, llegando ya al centenar. “Cuando llegan a Melilla, fichan en el CETI y se ponen a recoger palés y plásticos para hacerse una chabola. Duermen y viven aquí. Alguna vez les hemos preguntado por qué no se van al CETI y dicen que la comida no les gusta y los horarios tampoco”, comenta este mismo vecino.
Pero lo más preocupante para los vecinos no sólo es la difícil convivencia con el colectivo de inmigrantes, de los que dicen que “los argelinos son los más peligrosos. No te puedes fiar de ellos”, sino también verse indefensos ante la desatención de las autoridades policiales. “De vez en cuando pasa la Guardia Civil, pero no hacen nada. Cuando hay peleas, llamamos a la Policía y muchas veces vienen, pero hay ocasiones en las que los agentes ni siquiera se bajan del coche. Ponen las luces y las sirenas y como ven que la cosa se calma se vuelven a marchar”, lamenta.
Hace algunas semanas, la Policía entró en el poblado de chabolas y se llevó a cerca de 30 inmigrantes de allí. Un joven comenta que, en esos momentos, creyó que “por fin venían a llevárselos a todos y destruir las chabolas”, pero no fue así.

La problemática jurídica para la eliminación de las chabolas

Los terrenos en los que se encuentra el poblado de chabolas, en su mayoría, son propiedad privada de vecinos del Cerro Palma Santa. Este diario se ha hecho eco en numerosas ocasiones de las denuncias que ante la Policía Local y Nacional, Guardia Civil y Juzgados han presentado reclamando una solución. Pero en los últimos meses, algunos de estos vecinos lo que han recibido es una carta con una multa al entender la autoridad que son responables del poblado. “Ahora dicen que la culpa de que las chabolas estén aquí es nuestra y nos multan”, afirma uno de estos vecinos. Otro recuerda que hace unos doce años vieron levantar la primera chabola y pensaron que podrían hacer la vista gorda al tratarse de inmigrantes. Pero lo que empezó siendo una chabola ahora son un centenar con los problemas de convivencia que ello supone para los vecinos.

Las casas, cerradas a cal y canto

Lo que más llama la atención al acercarse a las primeras viviendas del Cerro Palma Santa es que todas las ventanas y las puertas están completamente cerradas y las persianas y cortinas echadas y en sus fachadas lucen placas de sistemas de videovigilancia y seguridad que se han visto obligados a instalar.
“Tenemos que hacerlo así porque el humo de los incendios se mete en la casa y no puedes respirar”, afirma este vecino, mientras señala una de las chabolas calcinadas el pasado miércoles, en el último incendio que se registró en la barriada.
Y en verano, cuando más aprieta el calor, la situación es la misma, puertas y ventanas cerradas, a causa de los malos olores que provoca la acumulación constante de basuras en la ladera del Cerro y que nunca se limpia.
La Asociación de Vecinos de Palma Santa ya alertó en varias ocasiones que casi a diario se producían pequeños incendios y que algún día ocurriría una desgracia. El pasado año tres inmigrantes murieron calcinados en otro gran incendio que se registró en el poblado de chabolas y ello no ha amedrentado a los inmigrantes que continúan yendo allí, pero sí a los vecinos, que temen que en uno de esos incendios alguna casa pueda verse afectada por las llamas o que algún vecino pueda fallecer a causa del denso humo.

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