Las entidades y ONGs que integran la plataforma Migreurop en España celebrarán la próxima semana un encuentro en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas.
Se reunirán allí para debatir sobre inmigración en la frontera sur de la Unión Europea y demandar salidas a la situación que se vive en Melilla y Ceuta.
En realidad, en las ciudades autónomas no está el problema de la inmigración ilegal; aquí se viven las consecuencias. Ése es el primer concepto que deben tener claro Andalucía Acoge, la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, ELIN y SOS Racismo. A veces es fácil confundir causas y consecuencias. Cuando se cae en este error, quienes buscan salidas sólo consiguen adentrarse cada vez más en el laberinto.
En primer lugar, Melilla y Ceuta no tienen ninguna influencia en las motivaciones de los movimientos de población desde el sur al norte. De encontrarse geográficamente en otras latitudes, ambas ciudades pasarían totalmente desapercibidas para los inmigrantes. Ni Melilla ni Ceuta son puntos de destino. Son sólo puertas de entrada que serían inmediatamente abandonadas si hubiera otros accesos más fáciles. De hecho, las comunidades de subsaharianos asentadas en las dos ciudades sin inexistentes, al margen de los residentes en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes.
Por otra parte, no es posible relacionar estos movimientos de población con episodios del pasado de Melilla o Ceuta ya que ninguna de ellas ha desempeñado en su historia el papel de metrópoli.
Además, los integrantes de la plataforma Migreurop deben tener claro que si los subsaharianos son las primeras víctimas de la inmigración ilegal, Melilla y Ceuta son las segundas. Aquí los agentes del orden defienden (muchas veces de manera controvertida y de un modo legalmente discutible) los intereses de los Estados de la Unión Europea, en especial, los de los situados más al norte. Precisamente son estos países el destino final de los inmigrantes; a ellos, a episodios de su historia, se puede achacar las causas los actuales movimientos descontrolados de población; y entre sus ciudadanos es donde son más frecuentes los brotes de rechazo hacia el extranjero.
Desde Melilla y Ceuta escucharemos con interés los planteamientos que se hagan en el encuentro que va a tener lugar en la sede del Parlamento Europeo, pero siendo siempre conscientes de que ni aquí está el problema ni desde aquí es posible adoptar soluciones.
No debemos caer en el error de los exaltados bolivarianos, que nos acusan a los actuales españoles de la supuesta explotación de sus países, cuando, si eso llegó a producirse, los autores debieron de ser sus abuelos, europeos que viajaron a América para hacer fortuna aprovechándose de las poblaciones indígenas y de las riquezas naturales de aquellos territorios.
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