Uno de estos casos es el de una mujer colombiana de 61 años, abogada de profesión, que trabajó durante más de una década intentando ayudar en su país a los campesinos para que no perdieran sus tierras desde que en 2004 a su padre le fueron arrebatadas las suyas.
Es Colombia un país, por lo que cuenta, donde reina la corrupción por parte tanto de senadores como de alcaldes en cuanto a la compra de votos. Esto se convierte en una especie de cóctel molotov cuando se junta con el narcotráfico, que precisamente contribuye con ese dinero a la compra de los votos a cambio de “contratos manipulados” que se detraen de recursos destinados a la sociedad civil.
Según cuenta esta mujer, que prefiere permanecer en el anonimato, entre el Gobierno colombiano, los grupos paramilitares y las guerrillas, incluso durante los diez años que trabajó para el Estado, encontró múltiples trabas para poder ejercer su trabajo. Tuvo que sortear “persecuciones” y, en el año 2022, poco después del comienzo de las revueltas en el país, llegó a sufrir un atentado.
Poco después de ese momento, las autoridades le dijeron que no podían seguir protegiéndola, por lo que, cuando también su hija sufrió amenazas, decidieron que era el momento de emprender un viaje a Europa.
Primero se fue a Austria su hija y allí permaneció dos meses y medio, momento en el cual ambas acordaron encontrarse en Valencia por consejo de una señora que habían conocido.
En la capital del Turia estuvieron desde el 20 de diciembre de 2023 hasta el 20 de enero de este año, momento en que ambas embarcaron hacia Melilla, ya que les habían comentado que en la ciudad autónoma se hacía más fácil pedir el asilo.
Cuenta, visiblemente emocionada, con las lágrimas brotándole pese a sus esfuerzos por contenerlas, que, tras pasar por la frontera, les hablaron del CETI, donde entraron al día siguiente y donde permanecieron cuatro meses, concretamente hasta el día 22 de mayo.
Regresaron entonces a Valencia y allí solicitaron acogida a la Cruz Roja, que se le denegó, por lo que, al cabo de un mes, volvieron a la ciudad autónoma y, desde entonces, se encuentran alojadas y muy a gusto en una casa en Cabrerizas con la entrenadora de su hija, que juega en la Peña Real Madrid.
Mientras tanto, se encuentran esperando a que les sea concedida la conocida como tarjeta roja, que supone, en realidad, un permiso de trabajo que confía en recibir en septiembre.
Esta colombiana tiene buenas palabras hacia Melilla y los melillenses, a quienes describe como “personas muy amables”.
Sin embargo, no todo es positivo y habla de que en el CETI se producen situaciones de “hacinamiento” y que la convivencia entre quienes lo habitan no es todo lo buena que sería deseable.
Ella lo atribuye a los “malos entendidos” propiciados, a veces, por las diferentes lenguas de quienes allí conviven, además del hecho de que, como la Administración pretende integrar, pone en la misma habitación a personas de diferentes razas y culturas, lo cual no ve bien. En este sentido, otra de las dificultades que encontró allí es que el CETI fue creado expresamente para inmigrantes africanos, con lo que ello supone para los hispanoamericanos.
Por ahora, continúa a la espera de su permiso de trabajo y de que se le conceda un permiso de asilo, con lo que podría comenzar a crear una vida de forma definitiva en la ciudad autónoma.
La segmentación geográfica no funciona. Compruebe si la geolocalización IP está habilitada en su cuenta…
En la obra pictórica presente en Melilla de escultor y pintor Pepe Gámez (Melilla, 20…
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un asunto que nos interpela, casi en igual medida,…
De Galicia al Mediterráneo Si vemos la imagen de una colonia de percebes (Pollicipes pollicipes)…
Dedicaba el diario El País dos páginas de su publicación dominical del pasado domingo, 4…
Queridísimos; Si algo caracteriza a la señora Díaz Pérez (doña Yolanda, "Yoli", "Yoli O' Trapiño"),…