Dos de sus habitantes relatan a El Faro su día a día. Las escenas cotidianas conviven con la impotencia por no poder salir de Melilla, que en ocasiones se traduce en alcoholismo
“No es fácil permanecer aquí tanto tiempo”. Con esta frase parece resumirse el sentir de los cientos de residentes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, quienes, una semana después de los acontecimientos acaecidos en el poblado de chabolas del cerro de Palma Santa, defienden que ésa es la única zona de la que disponen para su esparcimiento y tiempo libre.
En El Faro hemos tenido ocasión de escuchar cómo es el día a día de dos de estos inmigrantes; un joven camerunés y un argelino, que en francés han narrado a este periódico cuál es su historia desde que llegaron a la ciudad autónoma. Sus testimonios nos lo ofrecen por separado, pues tanto dentro del CETI como en el poblado, los inmigrantes de estas nacionalidades suelen hacer su vida de manera totalmente ajena los unos de los otros.
En un francés rudimentario, el camerunés se identifica como 'M' y afirma que lleva residiendo en el centro un año aproximadamente. Con gestos nos explica que por las mañanas baja al centro de la ciudad para aparcar coches, una imagen conocida por todos los melillenses. No tiene esposa, ni novia, ni familiares, sólo “buenos amigos”.
También mediante señas indica que la situación del CETI le incomoda a causa del elevado número de personas que hay viviendo en sus instalaciones. Por ello, acude a diario a las chabolas de Palma Santa con un grupo de amigos. Cuando más disfruta es durante los fines de semana, asegura. “Cocinamos y pasamos la tarde entera aquí, cuando anochece volvemos al centro a dormir. Estamos más cómodos, allí no tenemos espacio, ni siquiera en el patio se está bien”, explica.
No son los únicos inconvenientes que le encuentra al CETI, pues tampoco le gusta la comida. “Nos ponen mucha pasta, y repiten los platos varias veces por semana”, se queja. Por ello, en el poblado de chabolas han creado un espacio donde cocinar de manera rudimentaria; una olla y fuego es todo lo que necesitan para servirse lo que ellos desean. Normalmente, les gusta hacer pescado y arroz, “como en casa”.
En cuanto a su futuro, este joven no lo ve claro. Apenas lleva un año en Melilla, pero algunos de sus compañeros de origen subsahariano acumulan hasta tres de estancia en el CETI. Sus palabras le desaniman y su actitud también, pues asegura que son personas “tristes”, y que normalmente dedican su día a beber.
Su esperanza radica en los traslados que la Delegación del Gobierno está realizando periódicamente a la península para devolver el CETI a la normalidad. Cuando le preguntamos sobre si le han dado alguna fecha, señala que normalmente se les cita en la Jefatura Superior de Policía Nacional para identificarles y posteriormente vuelan fuera de Melilla.
Desconoce cuál será su destino, si irá a un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) o a un piso de acogida. Un detalle le pesa en el ánimo, es consciente de que al no tener pareja ni familia en el centro, su traslado a la península no es de los más prioritarios.
Sobre lo ocurrido el pasado lunes en el cerro de Palma Santa, cuando a la Policía Nacional acudió para realizar una ronda de reconocimiento, asegura que le apuntaron con un armas y que se utilizaron perros para asustar a los habitantes de estas infraviviendas. “No sabíamos lo que querían. Preguntábamos en francés y no obteníamos ningún tipo de respuesta”.
Ni siquiera ahora se muestra muy seguro de que el objetivo de la intervención policial fuera identificar inmigrantes, pues piensa que pretendían desmantelar el poblado. La idea, que ha sido negada por la Delegación del Gobierno. señalando que para ello haría falta una resolución judicial que a día de hoy no existe, no sólo ronda la cabeza de este joven, sino también la de muchos de los habitantes del cerro. El miedo a amanecer rodeados de policías dispuestos a destruir el poblado se ha extendido entre los inmigrantes.
También le preguntamos sobre los nuevos asentamientos detectados por los alrededores del arroyo Sidi Guariach, pero su respuesta es breve y concisa. “No sé nada”.
Por otro lado, hablamos con un inmigrantes de origen argelino, pero se muestra mucho más huraño y parco en detalles que 'M'. Se niega a decirnos qué edad tiene y cuánto tiempo lleva en Melilla, pero su mirada refleja el hastío del que se ha cansado de vivir en la ciudad.
Tampoco contesta cómo pasa el día. Se encoge de hombros, mira al infinito y dice “no sé”. Sin embargo, hace un gesto revelador y nos confirma que gran parte de la jornada la emplea en beber en la 'cafetería' del poblado de chabolas, un habitáculo de mayor tamaño que el resto y al que los inmigrantes acuden a comprar. Muchos de ellos, parece que optan por el alcohol. La razón por la que se ha dado a la bebida es sencilla, “el tiempo pasa más rápido”.
Cuando pronuncia esta frase se sonríe y vuelve a mirar con la vista perdida. Pasado un segundo aclara “que no molesta a nadie en el poblado”.
Una de las personas que mejor conoce lo que ocurre en el poblado es el máximo dirigente de la ONG melillense Prodein, José Palazón, quien insiste en su versión de que en la zona de chabolas los inmigrantes no molestan a nadie y se dedican a pasar el día entre ellos, “como haría cualquier otra persona”.
Es consciente de que desde el pasado lunes, cuando se llevó a cabo la operación policial, la opinión pública ha vuelto a posar sus ojos en el poblado de Palma Santa. El apuñalamiento de un inmigrante a mano de otro el pasado miércoles no ha contribuido a mejorar la imagen de la zona. No obstante, Palazón recalca “que más navajazos se dan en el Puerto Deportivo Noray y nadie parece alarmado”.
En declaraciones realizadas a El Faro, el dirigente de Prodein opinó que a día de hoy se está presionando a los habitantes del poblado para que abandonen el lugar. “Es una táctica parecida a la que llevan a cabo los policías marroquíes en el Gurugú para eliminar los asentamientos”, afirmó, “jugar con el miedo de los inmigrantes para que se vayan por su propio pie. Además, les dicen a la gente que el sitio es peligroso. Así, si algún día lo eliminan, la actuación parecerá justificada”, señaló.
Esta semana tiene previsto enviar al Defensor del Pueblo un escrito denunciado la actuación policial del pasado lunes. Pese a que Delegación del Gobierno ha negado que se procediera con violencia, el líder de Prodein insiste en que se golpeó brutalmente a los inmigrantes.
“Si están en las chabolas es porque permanecer en el CETI es inhumano. Muchos llevan años allí residiendo y están desesperados. Otros tantos han acabado alcoholizados de tanto esperar a que los saquen de Melilla”, concluyó.