Categorías: Cultura y Tradiciones

La imagen de Melilla en la Literatura

Numerosos escritores han plasmado en su obra la vida social y la fisonomía de una ciudad que comenzó a desarrollarse a principios de siglo XX. Su testimonio es clave para analizar los cambios producidos desde 1900.

La Literatura es un buen instrumento para abordar el estudio y análisis de la historia de una ciudad así como la vida social que ésta ha desarrollado a lo largo del tiempo.

Numerosas son las aproximaciones que otros tantos escritores han realizado de su lugar de orígen, un tributo a la ciudad que les vió nacer y la que en cierto modo les dejó una impronta que más tarde sirvió para forjar una personalidad, un estilo de vida en definitiva y  un recuedo imborrable de unos años que  son difíciles de apartar de la memoria.

En el caso de Melilla, ésta también ha tenido su nómina de escritores, tanto oriundos como foráneos, que han sabido legar en sus escritos una visión de la ciudad que hoy en día es imposible  recuperar si no es a través de su recreación en la imaginación, siguiendo los pasos de quienes se sintieron desde un principio atraídos por  el pálpito tan característico de una villa que surgió de la nada en el norte de África.

Quizá los dos escritores que mejor han plasmado en sentir social y la imagen de Melilla a comienzos del siglo XX sean  el militar  Francisco Carcaño, con su conocida obra ‘La hija de marte’ y por otro lado el periodista y profesor Juan Berenguer, con ‘Melilla la codiciada’.

Respecto al primero de ellos, militar de profesión, narra en su novela con una precisión casi milimétrica la Melilla de comienzos de siglo XX, una ciudad desarraigada y caótica pero a la vez llena de vida. Las descripciones de la vieja ciudad, el barrio del Mantelete, los primeros barrios exteriores como el Polígono e incluso el barrio hebreo son notas características en el relato, ambiente del que es difícil prescindir a lo largo de las páginas. 

Junto a ello, es igualmente interesante la descripción de los diversos grupos sociales, cristianos y hebreos sobre todo, sin desdeñar a los bereberes. En el caso de Juan Berenguer, su novela se enmarca en los aciagos días de la guerra de Marruecos con el trasfondo de Annual en la lejanía. Melilla ha cambiado y el estamento militar está más presente que nunca. Junto a ellos, aparecen personajes que no hacen si no mostrar uno de los procesos sociales más importantes que vivió la ciudad, como fue la inmigración de penisulares para hacer fortuna en una tierra ingrata para muchos de ellos.

Otro de los relatos más interesantes sobre ésta época, la guerra de Marruecos y la situación que se vivía en Melilla nos la da el afamado Ramón J. Sender en ‘Cabrerizas Altas’,un pequeños relato en el que ha legado una buena descripción del barrio del Polígono y el poblado, acompañado de los fuertes de Cabrerizas.

Junto a estos escritores, hay otros que recogen en pequeñas novelas aproximaciones más personales sobre Melilla, pues narran con detalle su infancia en algunos barrios locales.

Es el caso del melillense Juan Guerrero Zamora, en su novela ‘Murillo 11’, el nombre de la calle donde nació, en la Melilla céntrica. Guerrero cuenta con detalle la vida característica de la ciudad en un momento en que había logrado alcanzar una cierta tranquilidad después de unos años marcados por la guerra de Marruecos.    En definitiva, una visión desde la infancia, al igual que realiza Carmen Conde en ‘Empezando la vida’, donde su querida calle Chacel cobra un portagonismo inusitado, al igual que  las gentes que habitaban el vecindario. De nuevo el recuerdo, algo idealizado sobre la convivencia de culturas y etnias en la ciudad aparece como uno de los elementos centrales en un relato cargado de emociones. Y es que  como comentaba Juan Berenguer en su novela, “como el hombre, la ciudad tiene también su fisonomía y lleva en su seno un corazón repleto de vida”.

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