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La ilusión llenó las plazas de Melilla

Un año más, como cada 6 de enero, los más pequeños de la casa se lanzaron ayer a la calle, junto a sus familiares, para disfrutar de todos los regalos que los Reyes Magos habían dejado en sus casas por la noche.

Si la noche del día 5 de enero es el momento de la magia, la mañana del 6 es el de la alegría. Decenas de niños se despertaron ayer temprano, después de un sueño inquieto, para descubrir, como cada año, que en su salón los Reyes habían dejado, sino todo, al menos parte de lo que les habían pedido en su lista. El día acompañó, y aunque muchas veces parece que las videoconsolas, tablets y portatíles han ganado la partida a los juegos de siempre, los parques y plazas de Melilla se llenaron ayer de pequeños que habían recibido esos regalos que nunca pasan de moda. Las bicicletas relucientes, los carritos de muñecas, los patines o los coches teledirigidos ganaban espacio en la Plaza de las Culturas o el Parque Hernández. Pero los niños no eran los únicos que disfrutaban ayer. Padres, tíos y amigos recordaban su infancia e inmortalizaban este momento tan especial. Y es que si hay algo que casi ningún niño olvida son esos días 6 de enero en los que, a pesar de los malos ratos del resto del año, parece que todo lo negativo se olvida y la ilusión llega en forma de juguetes hasta su hogar, por medio de los Reyes Magos. La ilusión del 6 de enero es una de esas cosas inexplicables que permanecen con el paso del tiempo y que a pesar de ser una tradición que a muchos les parece consumista, tiene un trasfondo casi mágico que despierta sonrisas hasta en los más excépticos e incrédulos. Incluso los mayores de la casa quieren volver a ser niños por un día para recibir los juguetes que siempre se quedaron esperando o para que les sorprendan con un viaje, un anillo o cualquier sueño de la noche anterior, que por la mañana se haga realidad. El último día de la Navidad volvió a llenar de alegría, un año más, casi todos los rincones de la ciudad. Los pequeños tendrán que esperar ahora 365 días para volver a vivir esa ilusión incrédula, que a veces permanece para siempre.

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