El islam exige que los gobernantes o aquellos representantes públicos tengan una conciencia viva que les permita cumplir con sus obligaciones para con las personas, así como preservar sus acciones de la negligencia y la dejadez. Es por ello por lo que les obliga a ser honrados. Para el islam, la honradez tiene un significado amplio y se refiere a varios conceptos, pero todos ellos denotan, en su esencia, el sentido de responsabilidad de la persona, así como su conciencia total de que rendirá cuentas ante Dios, a tenor del siguiente hadiz o tradición profética: “Todos sois pastores y todos sois responsables de vuestro rebaño: el gobernador es pastor y responsable de su pueblo (transmitido por el Imam al Bujari).
Cuenta Anas Ibn Malik, que siempre que el Profeta les dirigía la palabra les decía: “No tiene fe aquel que no es honrado y no tiene religión aquel que es traidor” (transmitido por el Imam Ahmad). De hecho el Profeta se refugiaba en Dios de ambas condiciones en la siguiente invocación: ¡Dios mío! Me refugio en Ti del hambre, pues es el peor acompañante; y de la traición, pues es la cualidad más abominable” ( transmitido por Abu Dawud). Y ello porque el hambre supone la pérdida de la vida y la traición la perdida de la religión.
Antes de recibir las revelaciones, el Profeta era conocido entre la gente como Al-Amin (El Digno de Confianza o El Honrado). La honradez se constata también en la actitud de Moisés, cuando les abrevó el rebaño a las hijas del hombre recto, las trató afablemente, respetó su feminidad, y se condujo honrada y honestamente con ellas. Esto ocurrió antes de la profecía de Moisés y su envió a Faraón, lo cual no nos debería extrañar, puesto que los profetas son seleccionados de entre las personas más nobles e intachables. En este sentido, no cabe duda de que la demostración de una virtud ejemplar, pese a la privación y a la soledad que conlleva, es propia de una persona fuerte y honrada. El gobernante o el político que aspira a gobernar a fin de garantizar los derechos de la gente tiene que poseer una moral que no se vea sacudida por los tiempos, ya sean de gracia o de desgracia, y allí estriba la esencia de la honradez.
Otro aspecto que requiere la honradez es la meritocracia y la competencia, de modo que no se nombre para un cargo sino al que se lo merece, y no ocupe un puesto de trabajo sino el que es competente para ello. El hecho de que los altos cargos y la función pública entrañen una gran responsabilidad se fundamenta en varios hadices o tradiciones proféticas. Por ejemplo, cuenta Abu Dharr que dijo: “¡Mensajero de Dios! ¿Por qué no me das un cargo de responsabilidad? Entonces el Profeta le toco el hombro cariñosamente y le dijo: ¡Abu Dharr! Tú eres débil, y ello es una carga pesada. En el Día del Juicio Final será motivo de humillación y arrepentimiento, salvo para el que haya cumplido con sus obligaciones y ejercido debidamente sus funciones” (transmitido por el Imam Muslim). Esta tradición profética pone de manifiesto que hay personas intachables y devotas, y que sin embargo, no poseen las competencias necesarias para asumir un determinado cargo.
Esto es lo que cabría esperar en este caso, pues, a tenor de la honradez, los cargos deben asumirse por personas competentes; ahora bien, si por pasión, soborno o parentesco, se nombra para el cargo a una persona inepta y no a una persona competente incurrimos en una flagrante traición. Dice el Profeta respecto de esta cuestión: “Quien nombre a alguien al frente de un grupo de personas a sabiendas de que existe otra persona más competente, traiciona a Dios, a su Mensajero y a todos los creyentes” (transmitido por al Hakim).
En la misma línea, relata Yazid Ibn Abi Sufian que cuando lo mandó Abu Bakr el Veraz, a Siria (Sham), le dijo: Yazid, procedes de un gran clan y me temo que privilegies a tus allegados, y esto es lo que más me preocupa porque oí al Profeta decir: “Si alguien está al mando del gobierno y nombra a alguien para un cargo, por enchufe o influencia, Dios lo maldecirá, no aceptará sus buenas obras y lo arrojara al Infierno” (transmitido por Al Hakim).
De hecho, una comunidad que no observa la honradez es aquella en la que abundan los nombramientos a dedo y en la que las personas competentes y formadas ven frustradas sus perspectivas de futuro, viendo cómo personas ineptas les arrebatan el trabajo. En este sentido la tradición Profética (Sunna) deja claro que estas prácticas son una manifestación de la corrupción que caracterizará a los últimos tiempos. Un hombre vino al Profeta y le pregunto: ¿Cuándo ocurrirá la Hora? El Mensajero de Dios le contesto: “Cuando la confianza en la honradez se pierda, espera el acaecimiento de la Hora”. Entonces le preguntó de nuevo: ¿Y cómo se perderá esa confianza? Le contestó: “Cuando la gente incompetente asuma los altos cargos y el poder” (transmitido por Al Bujari).
El Profeta dice en un hadiz (tradición): “Se levantará un estandarte sobre cada persona que haya traicionado la confianza en él depositada, y no habrá traición más grave que la de un gobernante o responsable” (transmitido por el Imam Muslim). Dicho de otro modo, no hay traición más abominable y con consecuencias más graves como la de un gobernante o responsable negligente en sus obligaciones para con los demás.
Por otra parte, es un acto de honradez abstenerse de servirse del propio cargo para beneficiarse a sí mismo o a los familiares; pues la malversación de fondos públicos es un delito y un pecado. En este sentido se sabe que los gobernantes, los asesores, los responsables y los funcionarios públicos son remunerados por su labor; ahora bien, los sobresueldos que reciban por medios ilícitos suponen un lucro ilegitimo. Dice el Mensajero de Dios: “si alguien es nombrado para un cargo y recibe, además de su sueldo fijo, un sobresueldo incurre en la estafa” (transmitido por Abu Dawud). Es una estafa y un fraude porque supone la malversación de fondos públicos destinados a los pobres y a los más vulnerables, así como a la preservación de los intereses del país o la ciudad.
Cabe destacar que el islam es firme en su rechazo al tráfico de influencias y a los lucros ilícitos. Por ejemplo, relata Udai Ibn Umaira: Escuché al Mensajero de Dios decir: “Aquel de vosotros a quien encarguemos una labor y nos oculta una aguja o algo más pequeño, comete malversación de fondos públicos y tendrá que traerlo el Día de la Resurrección. Entonces un hombre de los auxiliadores (ansar) se detuvo y dijo: ¡Mensajero de Dios! Exímeme de lo que me encargaste. Le pregunto: ¿Qué te pasa? Contestó: Es que te he escuchado decir esto y aquello. Replicó: y lo reitero ahora: aquel de vosotros a quien encargamos la gestión de lo público, no debe tomar lo que está prohibido” (transmitido por Muslim).
De hecho el Profeta encargó a Ibn Al-Lutbiyya, un hombre de la tribu de Al-Azd, la recolección del azaque. Volvió con los bienes y se los entregó al Profeta diciéndole: “Estos son vuestros bienes y esto es un regalo que me hicieron. Entonces el Profeta se levantó y alabó a Dios y dijo: “veo que le encargo a alguien de vosotros la recolección del azaque y me viene y me dice: Estos son vuestros bienes y este es un obsequio que me hicieron. Si se hubiese quedado en su casa ¿acaso le habrían regalado algo? ¡Por Dios! Si alguno de vosotros coge algo que no le corresponde de derecho (de los fondos públicos) se encontrará con Dios el Día de la Resurrección cargándolo encima suyo. Luego levantó tanto sus brazos que pudo apreciarse la blancura de sus axilas y dijo: ¡Dios mío! Atestiguo haber transmitido Tu Mensaje”.
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