Editorial

La historia y la democracia encajan Melilla en España

El reconocimiento por parte del Gobierno de Pedro Sánchez de la autonomía del Sáhara Occidental dentro de Marruecos como una posible solución a un conflicto que dura décadas ha vuelto a poner en el mapa a Melilla y a Ceuta. Algunos han asegurado que lo próximo que reclame el país vecino podrían ser las dos ciudades autónomas.

El director del Observatorio de Ceuta y Melilla, Carlos Echeverría, considera que “la decisión de Pedro Sánchez de reconocer la autonomía del Sáhara Occidental ha sido un paso arriesgado que se ha dado en política exterior y del que no tenemos que extraer ninguna ventaja por lo que respecta a los territorios españoles del norte de África”. Él cree que Marruecos nunca va a dejar de exigir la anexión de los dos territorios en lo que, para ellos, es “una reclamación permanente”.

Sin embargo, sabemos que Marruecos no puede demandar derecho alguno sobre Melilla y Ceuta. Lo sabemos porque, casi cinco siglos antes de que se constituyera oficialmente el Reino alauí en el caso de Melilla -algo menos la ciudad caballa-, ambas pertenecían ya a la Corona española. Esa historia no se borra de un plumazo.

Además, según el profesor de Arqueología de la Universidad de Granada Francisco Carrión, “ningún musulmán de Melilla quiere la nacionalidad marroquí”. Él, que nació aquí, asegura que lo puede “garantizar”. Esta afirmación es refrendada, por ejemplo, por los más recientes triunfos de la Selección Española de fútbol –dos Eurocopas y un Mundial entre 2008 y 2012-, episodios en que la ciudad, en general, y la plaza de España, en particular, se llenaron de ciudadanos de todas las religiones, muchísimos de ellos musulmanes, portando banderas, camisetas y todo tipo de productos con la enseña nacional. Algo parecido sucedió en Ceuta. Pero, sobre todo, lo garantiza el diferente nivel de vida que existe a un lado y otro de las fronteras, en el caso de Melilla, además, agrandado por el castigo sistemático al que los últimos reyes de Marruecos han sometido la zona del Rif. Y es, en definitiva, según Carrión, una cuestión de que “en Marruecos no hay una democracia como pueda haber en cualquier país de Europa”.

Por tanto, la historia y la democracia son dos pilares que están del lado de los melillenses, quienes, sea cual sea la religión que profesan, son tan españoles como el que más. O, quizás, incluso más.

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