Tres días ha durado la inauguración del nuevo y Gran Teatro Kursaal y tres días he dedicado esta sección a valorar una obra y un proyecto que tendrá un gran impacto en el mejor desarrollo de la vida cultural y social de Melilla y, por tanto, en el devenir e historia de nuestra ciudad.
No es para menos y no ya por la magnificencia y espectacularidad de la obra y la expectación general que lógicamente despierta. A todo ello hay que añadir la mucha polémica, finalmente vana pero expresiva de lo que es la política en nuestra ciudad, que el mismo proyecto ha provocado y sigue generando. Como muestra, el comunicado que ayer emitió el PSOE respecto del Kursaal. El diputado socialista en la Asamblea de Melillla, Amín Azmani, único miembro de la oposición que acudió a la gala oficial de inauguración, envió ayer una nota de prensa en el que no incluyó ninguna valoración respecto del resultado de la obra ni sobre el acto solemne e inaugural al que él mismo asistió. Se limitó a hacer la misma política habitual a la que nos tiene acostumbrados la oposición, a costa del polémico detalle de la no invitación al delegado del Gobierno al mismo acto.
Desconozco si como dice Azmani realmente el Gobierno local no invitó a la autoridad gubernativa a la susodicha inauguración. De ser así, es una torpeza infinita y un desaire incomprensible a la Administración del Estado que, efectivamente, dejaría en evidencia al Ejecutivo que preside Juan José Imbroda. No obstante, pienso que este aspecto, por relevante que sea, no explica que para el PSOE local, después de una gala oficial a la que asiste uno de sus diputados en la Asamblea, sea lo único a destacar y comentar. No voy a evaluar qué resulta más pésimo, si que el Gobierno Imbroda ningunee a Gregorio Escobar, lo que repito es torpe e inadmisible, o que el PSOE obvie pronunciarse inicialmente sobre un proyecto histórico para Melilla, cuyo resultado ya ha tenido la oportunidad de conocer a través del mismo diputado que afea al Ejecutivo de la Ciudad la exclusión de Escobar de la lista de invitados. Este estilo de hacer de cualquier ocasión, sobre todo y ante todo, un motivo de confrontación, emponzoña y enloda nuestra política hasta los extremos en que se encuentra en esta antesala de los comicios de mayo.
En cualquier caso, voy a centrarme en lo que me pareció la gala inaugural del Kursaal, porque, con independencia del mucho cariño que posiblemente le pusieron todos los que la concibieron y participaron en ella, me pareció que fue fruto más de la improvisación que de la meditación sobre qué quería hacerse para un acto tan importante e histórico.
Para empezar porque la gala en si misma fue un collage sin ninguna ilación en sus contenidos. De una parte, la selección musical de la Orquesta ‘Ciudad de Melilla’ no respondía a ninguna idea concreta. Fue también un collage que tampoco mezclaba piezas de zarzuelas o bandas sonoras de películas porque hubieran tenido su eco e importancia histórica en el antiguo Kursaal.
La inauguración del nuevo y gran teatro melillense podría haber sido un homenaje a su pasado en concordancia con el deseo de recuperar su histórico nombre, pero no lo fue en ningún sentido.
Se notó en exceso que faltó un guión que diera cuerpo al sentido del acto. Y este tipo de galas, aún a costa de que me acusen de hablar de lo que no soy experta –en ningún caso hablo como experta de nada en esta sección- normalmente se guioniza, se concibe con una idea, con un cuerpo y un sentido que marque su ritmo y explique el porqué se hace esto o lo otro.
Tampoco entendí muy bien qué criterio se siguió para confeccionar la lista de los selectos y privilegiados invitados. Ví muchos afines al Partido Popular, con familiares, amigos, progenitores, y no ví a quienes como José María Antón han clamado en el desierto por un teatro para Melilla, aunque no fuera este el que el Sr. Antón quería.
Quizás se le invitó, no lo sé, o se relegó a la representación del grupo ‘Concord’, con más de 30 años de historia y ejercicio en pro del teatro en esta ciudad, para el día de ayer, en que se repitió el concierto de la Orquesta y Coro ‘Ciudad de Melilla’ para que fueran más representantes de los sectores y sociedad melillense los que pudieran acudir a los actos inaugurales del nuevo Kursaal.
En suma, me pareció que faltaban muchos de los que obligatoriamente deberían haber sido los primeros invitados a la gala inaugural, aunque muchos de ellos puedan resultar críticos y por tanto incómodos para el Gobierno Imbroda. Si el Ejecutivo no quiere dar una imagen de nepotismo debe cuidar in extremis estos detalles, que resultan muy visibles.
Lo anterior no quiere decir que el público invitado no fuera numeroso y variado, ni que los intervinientes en la gala no estuvieran a la altura de las circunstancias –más allá de lo excesivo que me pareció en su carácter laudatorio Paco Gámez-. Tampoco que el acto no estuviera bien medido y pulcramente realizado en lo que respecta a las cuestiones técnicas. Lo uno no quita lo otro.
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