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La fiesta más cara que se recuerda

La inflación se ha notado, y mucho, en las compras para la fiesta de la Pascua Grande. La subida de precios ha afectado a todos los productos típicos de esta celebración y se ha notado de manera muy notable en los borregos.

Alí, un trabajador de la empresa organizadora de las carpas de sacrificio, lo comentaba a preguntas de El Faro. “Antes los borregos valían entre 200 y 230 euros, y ahora están entre 310 y 350. Pero depende porque algunos han llegado a costar hasta 400 euros”, asegura.

Aramín Mohamed ha comprado este año tres borregos. “Están mucho más caros. Los míos me han costado 330 euros y había otros más grandes que salían a 420 euros”.

De todos modos, las familias tienen que hacer el esfuerzo porque deben cumplir con la tradición, la más importante de cuantas celebra el Islam. “El precio es más caro que otros años pero la gente hace el esfuerzo porque tiene que sacrificar el borrego y ya está”, apunta.

La familia de Zacarías está celebrando la fiesta en Marruecos mientras él trabaja en la carpa de Tiro Nacional. “Yo me he quedado aquí trabajando y celebrando con todos los demás porque en Pascua todos estamos juntos. Siempre pasa en este día, es un día muy importante para nosotros”.

Malika también tiene claro que han subido de precios, incluso en el caso de los más pequeños. “Si este año los más pequeños han costado alrededor de 210 euros, el año pasado eran poco menos de 180”, precisó.

El caso es que la tradición manda y los musulmanes melillenses se han visto obligados a celebrar la Pascua más cara que se recuerda. “Sí, es la más cara”, coincide Alí.

 

Mucha afluencia

La subida de precio no ha desanimado a los musulmanes de cara a este día grande. De hecho, Alí, que estuvo trabajando en la carpa de Tiro Nacional, relató que este año ha habido más afluencia de gente que en 2021. “El año pasado matamos alrededor de 30 borregos y este año vamos ya por 35”, resaltó a pocas horas después de iniciada la matanza.

Su labor era la limpieza y organizar el tráfico de personas que se acercaban hasta la carpa para llevar a cabo el sacrificio de su cordero.

Alba, la veterinaria, tampoco esperaba tanta gente en la carpa donde trabajó por la mañana. “No me esperaba tantas personas”, confesó para añadir que su trabajo habitual es en una clínica “y estoy acostumbrada a otra cosa”.

Esta profesional tenía como misión fundamental “echar un vistazo” y controlar a las explotaciones ganaderas. “Tengo que apuntan de dónde viene el cordero, su identificación para que quede todo registrado de cara al matadero”, explicó.

Allí en la misma carpa no se necesita hacer un control sanitario, que viene realizado de días atrás. “Ahora mismo no lo hacemos, echamos un vistazo y si algo tiene muy mala pinta, podemos asesorar a las personas que vienen”.

No obstante, reconoció que quienes sacrifican estos animales son duchos en la materia. “Son muy entendidos porque llevan muchos años con la fiesta”.

 

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