Ayer comenzó la Feria de Melilla 2018. El presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, el comandante general de Melilla, José Miguel de los Santos, y miembros de la corporación local participaron en el acto que, con el encendido de la Portada, dio el pistoletazo de salida a las Fiestas Patronales.
Hasta el día 9, el recinto ferial acogerá las actividades programadas para este año y los melillenses podrán disfrutar de un espacio de esparcimiento para compartir con familiares y amigos.
La Feria se convierte así en un estupendo bálsamo que ayuda a desconectar de la vorágine que nos devora en el día a día. Un oasis de nueve días para dejar aparcados, aunque sea sólo un momento, los problemas que nos atosigan.
Son algunas las incertidumbres que nos sobrevuelan estos días -el cierre de la aduana comercial con Marruecos, la presión migratoria, los problemas en los transportes...- pero no podemos dejar que hagan mella en el ánimo. Hay que revelarse contra el espíritu derrotista que algunos quieren inspirar en nuestra sociedad.
Es cierto que hay muchas cosas por mejorar en la ciudad y que seguramente nuestros responsables políticos pueden hacerlo mejor, pero pintar un futuro tenebroso, un día si y otro también, no beneficia ni a la ciudad ni a sus habitantes.
Estos días de Feria deberían servir para rebajar la tensión y dibujar un porvenir más amable, sobre todo para mostrar a nuestros jóvenes que tienen un futuro.
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