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La ‘etiqueta’ de marroquí deja sin salida a un joven sin ganas de futuro

El muchacho, que afirma ser saharaui, lleva meses en la calle y ha intentado suicidarse en varias ocasiones. Palazón pide que le ofrezcan atención médica

Seis meses después de llegar a Melilla, se ha quedado sin motivos para vivir. Así se podría resumir la historia de un joven de menos  de veinte años que lleva varios meses malviviendo en la calle y que ha tratado de suicidarse en numerosas ocasiones. El muchacho, que asegura que es saharaui, ha sido ‘tachado’ como marroquí por las autoridades. Esta nacionalidad lo deja sin posibilidades para recibir atención. El líder de la ONG local Prodein, José Palazón, asegura que la situación es preocupante y que el muchacho, “totalmente perdido”, puede acabar siendo una víctima en un sistema que no lo protege.

Palazón explica que el muchacho llegó hace meses a Melilla sin nada. Y cuando dice nada, no se refiere sólo a pertenencias materiales, sino que va mucho más allá. Ni familia, ni recuerdos. A su corta edad se ha pasado la vida yendo de un lugar a otro sin un destino claro y sin un lugar de origen al que volver. Siempre solo. Sin ningún referente. Sólo recuerda a una mujer mayor que una vez lo acogió y cuidó de él, pero ni siquiera es capaz de decir su nombre o de describir su rostro. Una vida prácticamente vacía de la que está agotado a pesar de su juventud.

El joven, señala Palazón, residió inicialmente en el Centro de Menores de la ciudad. Allí permaneció durante varios meses hasta que los resultados de las pruebas oseométricas determinaron que era mayor de edad. A partir de ahí, se queda en la calle, porque a pesar de que él asegura que es saharaui, no tiene ninguna forma de demostrarlo y las autoridades han determinado que es marroquí. “Al ponerle la etiqueta de marroquí se queda sin protección”, apunta Palazón, que señala que si tuviera otra nacionalidad podría haber sido acogido en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), donde al menos tendría la atención de los trabajadores y sanitarios de las instalaciones. Sin embargo, su día a día se basa en deambular de un lado a otro, sin ningún interés por seguir viviendo. El presidente de Prodein asegura que ha intentado suicidarse en numerosas ocasiones. ¿Su objetivo al llegar a Melilla? Resulta complicado deducirlo. Palazón indica que nunca ha tratado de colarse en ningún buque para pasar a la península y que seguramente, simplemente, haya sido una parada más en su camino. “Supongo que lo único que busca es algo de atención”, señala.

En cualquier caso, el líder de Prodein recalca que el muchacho necesita ayuda y que en la situación en la que se encuentra actualmente puede ser peligroso tanto para sí mismo como para otras personas. “Puede hacerle daño a alguien, aunque sea sin querer. Se ha lanzado tres veces a coches para que lo atropellen, eso puede provocar un siniestro algún día”, lamenta.

Mientras recibe o no esa atención, el joven va de la calle al hospital y regresa de nuevo a la calle. Los sanitarios lo atienden, le dan medicación y lo vuelven a dejar ir. Sin pasado, con un presente en el que no quiere vivir y un futuro en el que ni siquiera piensa, este joven pide a gritos que alguien se pare a cogerle la mano y le ayude a continuar. Con sólo 19 años, aún tiene tiempo de construir la vida que todavía no ha tenido la oportunidad de vivir.

Un anónimo convertido en noticia

La Policía Nacional envió una nota de prensa el miércoles en la que aseguraba que unos agentes habían evitado que un joven subsahariano se lanzara al vacío desde un torreón de Melilla La Vieja. El líder de Prodein, José Palazón, dijo ayer que el chico no era subsahariano, sino que se trata de un saharaui que vive en la calle desde hace tiempo y que ha intentado suicidarse en varias ocasiones. No era la primera vez que este joven salía en el periódico, aunque haya sido sin querer. A mediados de agosto, fue atropellado en la puerta del CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) y el conductor se dio a la fuga. No han sido las únicas veces que han intentado suicidarse y si nadie lo evita, seguramente no será la última.

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