Hoy se celebra el Día de Melilla, una fecha que no pretende otra cosa que no sea festejar la españolidad de la ciudad, conmemorar aquel momento en que Pedro de Estopiñán y Virués, acompañado de un puñado de marinos, arribó a estas cosas y se encontró con un lugar abandonado que posteriormente sería asumido como propio por la Corona de Castilla. Son 526 años de pertenencia a España y eso merece celebrarlo como un gran acontecimiento para los melillenses del siglo XXI, orgullosos de sus raíces, de su españolidad y de una Constitución que establece la unidad territorial del país.
Melilla está integrada por una sociedad culturalmente plural y respetuosa con la diferencia. Es uno de nuestros principales activos. Somos un pueblo ejemplo para otros muchos en tolerancia, solidaridad y buena vecindad. Cada uno puede rezar a un dios distinto, celebrar fiestas que nada tienen que ver entre sí, pero todos tenemos un nexo de unión que es nuestra españolidad. Si hay algo que nos hace iguales en la diversidad es que somos españoles y ese es el sustrato sobre el que se asienta cualquier sentimiento de pueblo que Melilla pueda albergar.
Por eso no se entienden ciertos discursos políticos que hablan de “imposición de la derecha más reaccionaria”, como ha hecho CpM. Los cepemistas insisten en negar lo evidente: Melilla es española porque en 1497 Pedro de Estopiñán, comisionado por el duque de Medina Sidonia, tomó posesión de unos terrenos abandonados y estos quedaron incorporados a la corona de Castilla.
En ese momento se puso el reloj a cero y empezó a contar el tiempo para una población que ha evolucionado enormemente en último medio milenio. El siglo XX fue muy importante para el desarrollo económico y social de los melillenses, llegaron centenares, miles de personas buscando una oportunidad y la ciudad creció hasta ser, en esencia, la urbe que hoy conocemos.
Socialmente también se han experimentado grandes cambios y los años ochenta del pasado siglo fueron esenciales para la configuración de la población de una ciudad que se esfuerza cada día por abrirse paso para alcanzar un futuro próspero, que redunde en la mejora de la calidad de vida de todos por igual.
Los melillenses tenemos el derecho y la obligación de sentirnos como unos españoles más, aunque tantas veces nos sintamos abandonados por un Gobierno en Madrid que carece de empatía y al que preocupa mucho más cualquier pataleta marroquí que defender por activa y por pasiva nuestra pertenencia a España.
Hoy es el momento de exhibir lo que somos, lo que queremos ser y lo que seremos a lo largo de los siglos: unos españoles en el norte de África que amamos nuestro país y que compartimos nuestra ciudadanía por encima de cualquier diferencia.
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