Editorial

La ecuación imposible

Los representantes de los docentes de Melilla consideran un quimera cumplir con las exigencias del Ministerio de Educación de cara al próximo curso escolar. Las condiciones que se plantean para evitar contagios de coronavirus son imposibles de cumplir en nuestra ciudad debido a la debilidad de nuestro sistema educativo. Lo ideal sería poder dividir a los alumnos en las suficientes aulas para que pudieran mantener la distancia social adecuada y que así lograran seguir acudiendo al centro escolar para recibir su formación académica. La realidad en Melilla hace que esto sea tarea imposible. Las altas ratios de alumnos que llevamos arrastrando durante décadas se convierten ahora en un impedimento para poder cumplir con las necesidades sanitarias que exige la pandemia de Covid-19. Durante demasiado tiempo, hemos carecido del equipamiento y el personal humano suficiente para atender a los alumnos de forma holgada y ahora, cuando la situación requiere más espacios y más profesores, el sistema se ve incapaz de cumplir con estas necesidades. El sistema educativo melillense ha estado muchos años con un importante hándicap de medios, lo que ha repercutido negativamente en la formación de nuestros jóvenes. Los informes siempre nos colocan a la cola del país en la mayoría de rankings que miden los resultados académicos. Ahora, cuando además nos jugamos la salud, nos encontramos impotentes a la hora de dar a los alumnos la misma calidad en la enseñanza que recibirán en el resto del país, donde también sufren la pandemia. Y no será porque no se han vertido ríos de tinta y se han recogido las quejas de los profesionales de la enseñanza. Durante años, la comunidad educativa ha reivindicado la imperiosa necesidad de realizar una fuerte inversión y , año tras año, gobierno tras gobierno, su voz ha sido ignorada. Estamos ahora en una situación sin salida. Finalmente se tendrá que adaptar el programa académico a los escasos recursos con los que se cuenta y , una vez más, los estudiantes volverán a ser los grandes perjudicados de la desidia de las administraciones que no han sabido, o no han querido, solucionar el problema.

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