Melilla va rezagada en todo, en los adornos navideños, encendidos y brillantes en todas las ciudades españolas menos la nuestra, y, por supuesto –esto es mucho más grave- en niveles educativos. Un terrible problema que se convierte en un talón de Aquiles más de cara a un futuro sin serios riesgos de fractura social.
El puente, lo que sea, el descanso largo de los que han tenido oportunidad de descanso en estos días de asueto para una gran mayoría, ha hecho que la terrible constatación de nuestra realidad educativa, expuesta en el último Informe Pisa, no haya merecido aún ninguna valoración.
Tampoco la ha merecido con seriedad hasta ahora lo que se está convirtiendo en un goteo casi diario de inmigrantes que de un modo u otro llegan a nuestra ciudad La razones están en la mente de todos. En la ofensiva marroquí sobre nuestras dos ciudades, el empleo de Melilla y Ceuta como moneda de cambio para las relaciones entre España y Marruecos se pone de manifiesto en todos los órdenes. En éste también. De otro modo no se explica la facilidad con que llegan más pateras, con que los subsaharianos entran en la ciudad incluso por los tubos de la depuradora. Todos parecemos verlo menos el delegado de Gobierno, que sólo atisba normalidad a diestro y siniestro.