La designación in extremis de Eduardo de Castro

SE ha consumado la traición de Don Julián, vino a decir el ya expresidente Juan José Imbroda tras quedar defenestrado por la aritmética de los votos que ayer puso el desenlace a los pactos electorales y que in extremis ha aupado a Eduardo de Castro a la Presidencia de la Ciudad.

Quizás sea pronto para que la mayoría de la población digiera lo sucedido. Más de uno y de dos tendrán que aprenderse el nombre y ponerle cara al nuevo Presidente de Melilla. La mayoría, sin duda, quedará impactada, porque más allá del desahogo público de Imbroda tras conocer la resolución de las votaciones, al fin al cabo es ‘el último mono’, el último de la fila, el aparente mayor perdedor el que se convierte en el gran ganador. Pero, como digo, sólo en apariencia.

Su propio rictus ayer durante su investidura evidenciaba que andaba enfrentándose a un lance con tintes de tragicomedia. Más que su proclamación como Presidente parecía que andaban leyéndole una sentencia de muerte. Pero, al fin y al cabo, es cuestión de trance. El poder crece y se crece. Y ahí estamos y, a partir de ahora, veremos que nos encontramos.

En mi opinión, si algo ha triunfado ha sido el revanchismo y la exhibición pura y dura de la incapacidad de llegar a acuerdos al margen del ánimo superior de la vendetta.

Hablamos de una historia antigua, que no pudo cocinarse como los actores del “cambio” pretendían hace cuatro años y que ahora no podía frustrarse nuevamente.

La designación a última hora de De Castro como nuevo Presidente de la Ciudad supera el papel de bisagra inicial que correspondía a Ciudadanos. Supone la prevalencia de la aritmética sobre la lógica política. Permite que quienes abominaban de Ciudadanos incluyéndolo en una de las tres diabólicas derechas, hayan acabado otorgándole todo su respaldo sin resquemor ni prejuicios como los que esgrimían anteayer, cuando lo asimilaban a Vox y PP.

En política hay muchos dichos, uno que invoca siempre y con acierto una buena amiga es de verbo grueso pero de una verdad inapelable. Y es que, en política, mal que nos pese, “hoy pu… y mañana comadre”. Así ha ocurrido siempre y también en estos tiempos de democracia no exentos de mundanos cambalaches en el que el supuesto perdedor se convierte, aparentemente, en el gran ganador.

Y digo aparentemente, porque Don Eduardo, alias Don Julián según le sobrenombró ayer Juan José Imbroda, ha iniciado un recorrido arriesgado como él mismo reconoció en una misiva privada para correligionarios que luego se divulgó a troche y moche, y en la que ya anticipaba que su decisión podía acabar convirtiéndolo en un tránsfuga o, lo que es lo mismo, en su expulsión de Ciudadanos o, cuando menos, en la pérdida de su cargo de coordinador de Cs en Melilla.

Posiblemente esa confesión, vía whatsApp, sea la mejor prueba de, cómo De Castro, tal cual se preveía, ha optado por la calle del medio, hacer de su capa un sayo y actuar más conforme le pedía el cuerpo que a los requerimientos de su partido.

Ahora queda por ver qué hará Ciudadanos, si lo reprenderá, echará, lo destituirá como coordinador o, sencillamente, ignorará el calibre de lo sucedido y computará una alcaldía-presidencia más en su recuento de municipios y comunidades controlados bajo sus siglas. Pero lo cierto es que De Castro es, se quiera o no, un rehén de quienes le han investido Presidente y con quienes, al margen del empeño por desalojar a Imbroda y al PP del Gobierno local, tiene muy poco en común. Así que ahora tocan las madres mías con el reparto de la tarta. Algunas voces dicen que ya está todo negociado. Mi opinión es que todos tienen claro lo que quieren y que otra cosa es conjugar las distintas apetencias y cerrar los acuerdos.

Al día de hoy, lo único que tenemos es un Presidente sin gobierno, como el otrora tránsfuga Palacios, con su solo escaño y sin más fuerza que la que puedan otorgarle sus ocasionales aliados. Los mismos que hasta hace unos días abominaban de Ciudadanos y que ayer le dieron su más decidido abrazo. Quizás el abrazo del oso, pero esto y el futuro de Cs en Melilla ya será motivo de otro comentario.

Hoy seguimos con el extraño mejunje que ha llegado al Gobierno de la Ciudad, haciendo de su incapacidad para la negociación una exhibición grotesca hasta el punto de optar in extremis por lo más parecido a un tránsfuga. Con esos mimbres, que no son tales, se inicia un nuevo folletín que veremos como acaba. No tengo confianza en algo distinto a un nuevo reino de Taifas como el que se formó en 1998 al amparo del tránsfuga Palacios. Ojalá me equivoque, pero me temo que con un comienzo marcado únicamente por el germen de la revancha no vamos a ninguna parte. El tiempo, que es el más sabio, acabará dictaminando.

Y, por cierto, antes de finalizar. Por si no lo saben, que seguro que sí, pero para los despistados, valga aclarar que Don Julián es como se vino a sobrenombrar al gobernador visigodo de la antigua Septem que cambió sus lealtades cuando Ceuta cayó en manos musulmanas. De ahí que Imbroda llamara “traidor” a De Castro, dejándose llevar por el ímpetu del momento pero también corroborando que, al fin y al cabo, el grupo de CpM no es sólo el mayoritario en la nueva alianza sino el que más se juega una vez que ha tocado poder y llega la hora de contentar a patrocinadores y electorado.

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