El bailarín Daniel Abreu recibió en el año 2014 el Premio Nacional de Danza en la categoría de creación. No es de extrañar, y es que este artista natural de Tenerife “está creando” hasta el momento antes de subir al escenario. Nunca tiene completamente cerradas las coreografías. “Me alivié mucho al saber que no soy el único artista que sigue este método de trabajo”, confiesa a El Faro. “Creo que estamos demasiado condicionados en un mundo artístico de imprenta en el que la obra tiene que ser la obra y no se puede modificar, pero la danza está viva. No hay una fórmula. Los coreógrafos intentamos transmitir usando el cuerpo”, continúa. “Cuando estreno una obra, la actuación puede ser un boceto de espectáculos siguientes”, afirma.
Aunque Abreu pretenda alejarse de un mundo escénico encorsetado, sí ha podido adelantar que a los melillenses les espera este fin de semana en el Teatro Kursaal un espectáculo que reflejará una historia de amor, pero “no romántica”, sino con sus desordenes. “La dureza en el ritmo, el ataque y su necesidad. Los estados y las contradicciones del afecto”. Sobre el escenario le acompañarán sus colaboradores Dácil González, Janet Novás, Pilar de Andrés y Maxi Sandford.
Sus creaciones no tienen un hilo narrativo, trabaja desde la imagen y la energía. “Venere es una obra que no se entiende con el sentido narrativo al que estamos acostumbrados, sino que está mucho más ligada a la emoción”, apunta. “Se hacen referencias de forma poética a la simbología del amor en la historia”, dice.
Constantemente hace guiños a la psicología, profesión que se cuela en su trabajo actual. “Ya decía Freud que la base del comportamiento está en el inconsciente y como tal no hay consciencia sobre él. Hay muchas herramientas que ayudan al proceso de creación”, asegura.
Director y bailarín
Ante la pregunta de qué supone la danza para él, Abreu responde fríamente: “Un acto empresarial”. “Es de lo que vivo, de lo que como”, justifica. “Cuando bailo no es un hecho general, es el estado más feliz que yo pueda tener”, añade. Lleva siendo, desde hace 12 años, director de su propia compañía. En este sentido, su jornada laboral no sólo se limita a la danza, sino que este artista está condenado a pasar horas delante del ordenador organizando giras, espectáculos, billetes de avión y otros temas administrativos para poder estar presente en los diversos circuitos de la danza.
Achaca su éxito al “duro trabajo y a la disciplina, pero también reconoce que ha sido la “suerte” la que le ha llevado a donde hoy en día está.
Considera que España no es un país apropiado para vivir de la cultura porque no se interesa por “España tiene que aprender en muchos niveles de lugares como Francia, Bélgica o Alemania, donde realmente se apoya el interés cultural”, manifiesta.
Empuje
El Premio Nacional que de Danza que recibió en el año 2014 no sólo supuso un empuje económico (30.000 euros), sino sirvió para dar mayor proyección a su trabajo. “El galardón me dio visibilidad para seguir en la brecha porque es un premio muy conocido. Poco a poco me fue abriendo puertas a lugares y teatros a los que igual no hubiese tenido acceso si no hubiese estado respaldado por el el Premio Nacional”, señala.
En este sentido, Abreu gira por Europa, América y Asia, habiendo estado en más de 20 países. Próxima parada: Melilla.
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