EN 2018, la industria cultural facturó 13.000 millones de euros en nuestro país, según el informe sobre el ‘Estado de la Cultura en España 2019’, que arrojó lo que todos intuíamos, pero no habíamos visto negro sobre blanco: que la crisis de 2008 supuso una década perdida también para las empresas que viven de la organización de conciertos, producción y distribución de películas, edición de libros; para actores, escritores, humoristas, músicos, periodistas, pintores… Melilla no ha estado ajena a ese hundimiento, pero el sector cultural consiguió remontar la cuesta gracias al apoyo de la Ciudad Autónoma, entonces gobernada por el PP de Imbroda. El año pasado, la industrial cultural, en la Ciudad, que emplea a 70 puestos directos y a más de 170 indirectos, facturó entre 5 y 6 millones de euros, de los cuales cerca de la mitad se quedan en Melilla en concepto de pago de impuestos y puestos de trabajo. Son, sin lugar a dudas, uno de los motores impulsores de la economía local. Pero llegó el Gobierno del cambio y las cosas cambiaron, aunque para mal. En ello tiene parte de responsabilidad la Covid-19, que atenta contra la forma en la que hasta ahora concebíamos los conciertos, obras teatros y otros tipos de manifestaciones artísticas. La Asociación de Productores de Eventos de Melilla, que aglutina a una veintena de empresas culturales de la ciudad, ha entrado en pánico desde que la Dirección General de Cultura está en modo avión. A primeros de mayo la consejera de Educación, Cultura, Festejos e Igualdad, Elena Fernández Treviño, cesó a su responsable por desavenencias personales, según las malas lenguas, aunque la versión oficial apunta a una reestructuración necesaria. Sea como fuere, la Dirección General de Cultura lleva dos meses descabezada al igual que la Viceconsejería de Festejos sin nadie que ponga rumbo a todos los eventos que se llevaban dando hasta la fecha. Fernández Treviño ha asumido un reto cuesta arriba porque Educación y Cultura son carteras que necesitarían un responsable para cada una. Si a eso le sumamos que ella también lleva Igualdad y Festejos, podemos hacernos una idea más o menos clara de la mermelada que hay montada en esta Consejería. Es humanamente difícil sacarlo todo adelante. Acabado el Covid, lo malo es que el sector de los eventos está prácticamente paralizado en la ciudad y desde Festejos no hay reactivación. Si a esto le sumamos la cancelación de la Feria de septiembre sin tener ninguna alternativa o el hecho de que el festival de cine previsto para ese mes no esté organizado por una empresa especializada, criticada por intrusismo en el sector; podemos hacernos una idea de lo empantanado que está todo. Fernández Treviño anunció hace unos meses que la Cultura no sería la gran perdedora de la crisis postcovid porque la Asamblea había respetado el presupuesto de su Consejería. No le quitaron ni un euro en la reestructuración necesaria ante la crisis social que deja el coronavirus. Sin embargo, ni el dinero ni la contratación están fluyendo. El autocine de verano es un parche para 2 de las 20 empresas que viven de la Cultura en la ciudad. El microteatro, más de lo mismo. Llegados a este punto, poco pueden hacer las empresas que se crearon durante el anterior gobierno. Y aquí juega mucho el carácter de Fernández Treviño. Lo más bonito que dicen de ella es que ve machistas por todas partes. Y aquí voy a meter la mano en el fuego por la consejera. Creo que en Melilla vamos sobrados de machismo. Nadie podrá discutirme que Fernández Treviño está infinitamente más preparada para asumir esta responsabilidad que Paco Díaz, el de los caramelos de las cabalgatas a precio de oro. Pero a él nadie le tosía. No por listo, sino porque creó e hizo sostenibles muchos puestos de trabajo en el sector. Elena no se decide a cortar la tarta y la industrial cultural local está descontenta con ella por paralizar las contrataciones a quienes viven de esto en una ciudad de 12 kilómetros cuadrados. Si tan importante es la Cultura para los socialistas no se puede tener vacante ya dos meses la Dirección General. En el aire varias interrogantes: ¿Quién ocupará ese puesto? ¿Cuándo? Después de cien días de confinamiento, los melillenses se merecen un poco de ocio y el sector de la cultura local quiere dárselo porque de esa manera, sostienen, además, a sus familias. ¿Les dejarán?
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