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La Cruz de Mayo de la convivencia

Melilla vive su efervescencia cultural con prisa y sin pausa. Arranca el quinto mes del año y con este las Cruces de Mayo. Desde hace ocho años la calle Sargento Arbucias número 85 se convierte durante una jornada en el mejor escaparate de esta tradicional fiesta. Allí se encuentra la casa de Sebastián y Mari Loli. Una pareja  que en el mes de mayo expone un enorme altar a las puertas de su vivienda para el disfrute de toda la vecindad.
El altar
Cachivaches de cobre tan pulidos que deslumbran, vasijas de barro, macetas llenas de geranios, colchas almidonadas o abanicos, todo es poco para vestir la cruz. “Todo el dorado que tenemos me lo ha ido mandando mi hermano desde Cádiz. La prima de mi marido nos ha regalado el ánfora”, contó Mari Loli.  Muchos de los objetos expuestos son auténticas reliquias. “Los cuadros que decoran el altar eran de la abuela de una tía de mi marido”, afirmó.
Su obra maestra puso una nota de color al barrio. En esta ocasión, gran parte de la ornamentación era de tono azul. “Cada año vestimos la cruz de un color y este año ha tocado el azul”, señaló, la protagonista. Pero el papel de Mari Loli no fue el de mera anfitriona, durante un momento de la tarde se convirtió,  junto al coro rociero, en la auténtica alma de la fiesta.
Sonaron guitarras, una pandereta, una cajón flamenco y hasta un acordeón. Con las palmas al compás cantó junto a amigos algunas sevillanas y una salve rociera. El mes de mayo quedaba oficialmente inaugurado.
Diversión de antes
Pisar en el día de ayer la calle Sargento Arbucias fue como hacer un viaje en el tiempo para aterrizar en los años mozos de nuestros mayores. Señoras, vestidas impecables de domingo, que movían el esqueleto a una velocidad de vértigo con los cantes de sus vecinas mostraron que, para pasarlo bien solo hacen falta dos cosas: música y buena compañía. “Las Cruces de Mayo siempre las celebro con Mari Loli y Sebas porque es una forma muy sencilla de reencontrarte con  antiguos amigos y vecinos”, sostuvo Beatriz. A sus 74 años dio a muchos de los asistentes una lección de cómo moverse sin perder el  ritmo.
Libre de protocolo
La jornada de ayer,  organizada por Mari Loli y Sebas era una fiesta entre vecinos sin pretensiones, donde participaban, mayores, niños y adolescentes. Había gente vestida de punto en blanco y otros con el delantal sin quitar. No había protocolo, ni nadie que cortase una cinta o encendiese el alumbrado para inaugurar la fiesta. No hacía falta. “Esto lo organizamos simplemente para echar un buen rato entre amigos ”, explicó Sebas. “Algunos sólo los vemos de año en año, pero lo importante es que no falten a esta cita”, añadió su mujer. “Es primordial que celebremos esta fiesta. No se puede perder la tradición porque las Cruces de Mayo son parte de nuestras raíces”, manifestó.
Unión de vecinos
Los vecinos del barrio de la Victoria conocen de sobra la amabilidad de Mari Loli y Sebas. Encarna, Soledad y Margarita, de Almería, se acogieron por primera vez a la hospitalidad de los anfitriones. “Hemos llegado esta mañana a las ocho y ya estamos aquí pasándolo bien. Un diez para la gente de Melilla”, dijo Encarna. Les acompañaban Rafaela y Ana. “Somos de Melilla pero por circunstancias de la vida nos tuvimos que ir a Almería, explicó Rafaela. “Pero yo no me olvido de mi ciudad nunca”, insistió.   “Me gusta mucho porque todo el mundo está invitado a disfrutar de esta tradición”, dijo Soledad.
Los grupos de amigos paseaban por la calle, cantando y bailando hasta pasadas las 16.00 horas. Para que la energía no decayese, degustaban queso, habas y patatas bravas acompañados de vino y cerveza.
Algunos vecinos pasaban por el  la calle Sargento Arbucias con la única intención de acceder a sus casas, pero cruzar el número 85 sin acabar con una tapa y una bebida en la mano era imposible. Cualquiera se acercaba para ofrecer una tapa. Cómo negarla. No convivir con los vecinos va contra las leyes de la calle Sargento Arbucias.
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