El PP dio ayer su pistoletazo de salida hasta las generales del próximo 20 de noviembre. Lo hizo en el marco de su Convención nacional, organizada en Málaga, y que ha reunido a todos los barones del partido, así como a delegaciones regionales del Partido Popular de toda España, entre las que se incluye lógicamente la de Melilla, que ayer partió hacia la ciudad malacitana con una treintena de dirigentes y cargos de la misma formación política, encabezada por el presidente del PP local y de nuestra ciudad, Juan José Imbroda.
La Convención se desarrolla amasada con el tufo de partido ganador, quizás por eso sus dirigentes hayan dado pruebas de un excesivo relax poco acorde con la gravedad de los compromisos contraídos y la profundidad de los debates que se han previsto.
Los medios críticos censuraban ayer tarde que la mayoría de los asistentes abandonara el Palacio de Exposiciones y Congresos de Málaga nada más terminar el discurso de José María Aznar, muy presente y activo en su apoyo a Rajoy y a los 52 cabezas de listas electorales al Congreso, entre los que se incluye el exdiputado por Melilla, Antonio Gutiérrez.
Con su Convención, el PP ya ha empezado a desatar las críticas más furibundas de sus oponentes. Su iniciativa de pedir a los tuiteros la cesión de su perfil para repicar los mensajes que vayan lanzándose durante la reunión en Málaga, ha provocado todo tipo de opiniones en favor y en contra y ha enfebrecido las críticas contra los populares.
Desde el PP, esas críticas se ven sin embargo con buenos ojos, porque entienden que es una respuesta lógica a la campaña de marketing viral que han desplegado y que no persigue otra cosa que centrar la atención en la misma Convención.
Los contrarios sin embargo la censuran, por su sentido 'seguidista' de la política, muy lejano al participativo, crítico y de opinión propia que debe prevalecer en un sistema democrático. Acusan al PP de utilizar a los internautas como 'vallas publicitarias' y ven en ello una auténtica prueba del auténtico sentido de la praxis democrática que tienen los populares.
En mi opinión, puras exageraciones en una antesala electoral que parece apostar con más intensidad que ninguna otra por situar la nueva campaña en la palestra de Internet, en provecho de sus muchas posibilidades y como mejor medio de difusión de propaganda, mensajes, eslogánes y demás lemas que vayan generándose.
Y es que, lejos de ser otra cosa, el cónclave del PP en Málaga no es más que un acto de propaganda. Habrá debates pero no se aprobará ningún programa electoral, sino que servirá para perfilar unas medidas que en su práctica totalidad ya están definidas y a punto de entrar en las plataformas multimedia que permitan propagarlas.
La política, en este mundo de empacho de información que, paradójicamente, puebla una mayoría de ciudadanos cada vez más desinformada y vulnerable al impacto del marketíng, no duda en hacer uso de todos los recursos a su alcance para hacer llegar sus mensajes de forma más barata si cabe que con los modos y formas convencionales.
El compromiso de austeridad, con la quincallería habitual, los autobuses y megafonía a todo pisto cada vez más proscritos, no es incompatible con el mundo más versátil de Internet, sus webs y redes sociales, para intentar bombardear por igual a los electores.
Lo anterior no es exclusivo del Partido Popular ni tampoco de las fuerzas o líderes políticos españoles. Fue un boom con la campaña de Obama en Estados Unidos y es una práctica muy defendida por el PSOE, que ve en el universo telemático el futuro de la comunicación a todos los niveles, incluyendo por supuesto el político-partidista.
Todo lo anterior cobra más notoriedad que los debates y las reflexiones porque, de un lado, en el ámbito de la comunicación, los mensajes han de ser cortos y directos para llegar con facilidad y éxito a sus posibles receptores. Por otro, porque esta Convención se sucede, como digo, embebida del tufo de ganadores, y es más una escenificación de cara a la victoria previsible que un congreso de partido encaminado a promover debates en profundidad o contrastes de pareceres.
El PP se ha comprometido a no recortar en sanidad, educación ni políticas sociales, aunque la gestión de algunos de sus líderes más notorios, como Esperanza Aguirre, reste mucha credibilidad al compromiso.
A pesar de ello, los recelos se amortiguan por la necesidad profiláctica de aplicar una vez más la necesaria alternancia esencial a la democracia; de buscar una vía de salida frente a la situación agónica a la que el Gobierno Zapatero ha conducido la economía española.
A su favor, el PP cuenta como principal líder y candidato con un hombre sensato y sencillo, capaz de generar confianza y que, en lo que relativo a Melilla, se ha comprometido más que nadie y más veces que ningún otro político en sus muchas visitas a la ciudad.
El PP está celebrando una Convención de ganadores, pero debe tener cuidado en su exhibición de triunfo porque para ganar las elecciones hay que hacerlo el 20 de noviembre.
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