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La concertina, un “asunto político”

NADAR y guardar la ropa no es fácil. Pero aún más difícil hacerlo sin meterse en el agua ni desnudarse. Lo ha conseguido el obispo de la Diócesis de Málaga. Jesús Catalá, que  ha estado en la ciudad desde al menos el sábado, evitó ayer pronunciarse con claridad sobre la polémica de la concertina argumentando que se trata de un “tema político”. Descartados esta clase de asuntos (los políticos) de su agenda, de pocos temas podrá ocuparse el obispo de Málaga a partir de ahora.
Señaló que su presencia en Melilla se debe a la necesidad de explicar a los sacerdotes, catequistas, cofrades y alumnos de la escuela de teología los objetivos de la Iglesia para los próximos meses. Entre otros temas, Catalá habló de la conveniencia de ampliar los cursillos prematrimoniales, un asunto que no preocupa lo más mínimo al conjunto de la sociedad melillense. Y menos interés despierta el tema cuando quien lo aborda sólo puede teorizar como haría cualquier filósofo sobre el sexo de los ángeles.
Por el contrario, el padre Ángel continuaba ayer con su particular batalla sin temor a que las cuchillas le hicieran trizas la sotana, quizás porque su vestimenta es menos valiosa que la del obispo o porque valora menos el mantenerla intacta.
Este religioso recibió ayer en Madrid su enésimo reconocimiento a su labor social. Concretamente, le fue otorgado el Premio de la Fundación Cofares. El padre Ángel aprovechó el acto para revelar parte de la conversación que mantuvo con la vicepresidenta de la Asamblea de Melilla, Cristina Rivas, durante su estancia en la ciudad. Ésta, por lo visto, le preguntó: “¿Dónde estaba usted cuando pusieron las cuchillas en Ceuta?”. A lo que el padre Ángel contestó: “En Ceuta, pidiendo que los socialistas las quitaran también”. Sin embargo, no aclara el religioso por qué abandonó esa lucha sin conseguir nada ni explica por qué ahora retoma una batalla que dio por perdida allá por el año 2005.
Tampoco explica en qué quedó esa otra pelea que debió emprender para que retiraran los trozos de cristal que se colocaban en los muros de su pueblo asturiano para evitar el robo de fruta o la entrada a las fincas. El padre Ángel comparó aquellas ‘concertinas’ caseras de los asturianos con las que ahora se están instalando en Melilla y nunca se han retirado de Ceuta. Como ocurre hoy con los subsaharianos que aguardan en el Gurugú, sus paisanos, ésos contra los que ponían los cristales sobre los muros, también luchaban por burlar el hambre y la miseria.
La demagogia es traicionera  porque aunque en apariencia mantiene fuera de peligro a quienes la practica, es incompatible con la lógica. Si las ‘víctimas’ del demagogo no escuchan y sólo aplauden, el éxito y el reconocimiento público están garantizados. En cambio, si se observa con detenimiento la argumentación, es fácil ver las contradicciones, tanto de quien dice lo que todo el mundo espera oír como de quien guarda silencio hablando de lo que a nadie le interesa.

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