“Desde muy pequeño me di cuenta que era diferente a los demás”. Así empieza su relato Mourad, un hombre trans que nació en el cuerpo de una mujer, pero siempre se ha sentido hombre. Mourad tiene 32 años y es natural de la ciudad marroquí de Nador. Este joven acudió el pasado 22 de julio a la celebración del Orgullo del Norte de África, que tuvo lugar en Melilla, junto a otros miembros de la asociación Akaliyat. Esta entidad de Marruecos lucha por los derechos del colectivo LGTBQI en su país y exige la eliminación del artículo 489 del código penal marroquí, que criminaliza la homosexualidad.
Problemas en casa
Mourad sigue su relato: “Cuando tenía cuatro o cinco años hacía más ‘cosas de chicos’ que ‘de chicas’. Siempre estaba con niños y me gustaba vestirme como mi hermano”. Este hombre asegura que, al principio, sus padres no le dieron mucha importancia, pero a medida que fue creciendo se empezaron a preocupar.
“Con seis o siete años me sentí atraído por una amiga, sé que era muy pequeño, pero tenía claro lo que me gustaba, igual que muchos otros que a esas edades ‘son normales’, o sea, heterosexuales”, explica con un tono amargo sentado junto a Hamza, un joven que ya explicó a El Faro cómo vive su homosexualidad a escondidas de sus padres. Durante la entrevista, Mourad también lleva una máscara arcoíris para evitar ser reconocido y sufrir posibles represalias de vuelta a su país. El joven posa con un cartel que dice en inglés “Nosotros aguantamos, nosotros luchamos. No a 489. LGTBQI Marruecos”.
Este marroquí recuerda que su adolescencia “fue un infierno”. “Una noche, cenando, mi madre me pegó porque sospechaba que era ‘algo raro’. En casa no aceptaban mi orientación. Me decían que tenía que casarme con un hombre y comportarme como una mujer”, narra de forma clara y concisa. Pero él tenía muy claro que a pesar de haber nacido en el cuerpo de una mujer, era un hombre. "Soy un hombre al que le gustan las mujeres y que está encerrado en un cuerpo femenino", explica.
Mourad asegura que durante esos años estuvo obligado a vestir “ropa femenina” y en ningún momento pudo cortarse el pelo como él quería, aunque en el colegio y en el instituto a veces le preguntaban si era un chico o una chica por la “ambigüedad” de sus rasgos.
Cansado de esta situación, Mourad decidió marcharse de casa a pesar de que por aquel entonces, cuando era un joven veinteañero, aún estaba estudiando. A día de hoy trabaja en el sector del comercio, vive por su cuenta y mantiene una relación distante con sus padres, quienes no aprueban “para nada” su relación sentimental con una mujer, ya que física y biológicamente él también es una mujer. Su familia “hace la vista gorda” para evitar problemas mayores como el escándalo o las penas de prisión que van desde los seis meses hasta los tres años por ser homosexual, ya que por sus circunstancias Mourad mantiene una relación 'lésbica' con su novia, aun siendo él un hombre en cuerpo de mujer.
La novia de Mourad vive en Casablanca, una ciudad marroquí a casi 650 kilómetros de distancia de Nador. Mourad dice que apenas se pueden ver, pero que al menos hablan por teléfono. “Cuando mis padres se enteraron de que tenía novia pusieron el grito en el cielo y trataron de quitarme el móvil para que no hablara con ella, pero no lo consiguieron”, recuerda.
El estigma ‘trans’
“Tienes que esconderte. Ser transgénero es muy jodido. Ser gay o lesbiana se puede esconder, pero no el hecho de ser transgénero. No puedes esconder tu identidad, tu género. Lo peor es que las mujeres ‘trans’ están doblemente estigmatizadas”, explica punto por punto Mourad. “Por un lado, la mujer ha sido marginada desde siempre por la sociedad. Por el otro, el hecho de ser transgénero, que implica que el género asignado al nacer no se corresponde con el que se identifica, rompe con los esquemas de comportamiento tradicionales”, algo que en Marruecos todavía está muy arraigado, sobre todo por la influencia de la religión, según comenta. “Y ya no hablemos si además eres lesbiana”, añade.
Mourad asegura que está cansado de vivir su vida en la clandestinidad y de tener que llevar una máscara por miedo a las posibles represalias. “La religión influye demasiado en el pensamiento de las personas”, señala y agrega: “Ya no soy religioso. Antes era musulmán, pero no puedo creer en una religión que quiere matarme por ser quien soy”.
En lucha
Este marroquí se unió a la asociación Akaliyat para luchar por los derechos del colectivo LGTBQI marroquí y denunciar las injusticias que sufren. Mourad dice estar seguro de que él apenas verá avances en este ámbito, pero espera que la segunda o tercera generación después de la suya pueda disfrutar de su identidad y de su sexualidad libremente, sin esconderse. “Pensé en irme de mi país a otro como España, pero si no lucho yo, ¿quién lo hará por nuestros derechos?”, sentencia.
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