Los datos que acumula mes a mes el aeropuerto de Melilla quitan sentido a los recortes que insiste en llevar a cabo Aena. El número de pasajeros y de operaciones viene registrando una evolución favorable desde, al menos, el inicio de 2012. Las cifras de este año en relación a 2011 sólo ofrecen porcentajes positivos. Los buenos resultados del aeropuerto corren paralelos a los del puerto, otra instalación que por distintas circunstancias no está sintiendo los efectos negativos de la crisis. Más bien en ambas ocurre todo los contrario. Tanto en el aeropuerto como en el puerto soplan vientos favorables a pesar de la tempestad que azota al país. Y sin embargo, las expectativas de uno y otro son totalmente diferentes. Mientras que la Autoridad Portuaria pelea en Fomento para impulsar la ampliación de sus instalaciones, ese mismo ministerio prevé reducir la plantilla del aeropuerto, lo que sin duda afectará a su operatividad y pondrá en peligro la progresión en el tráfico de pasajeros y en el número de operaciones que se viene produciendo en los últimos meses. ¿Cuál es la diferencia si se trata de dos infraestructuras esenciales para Melilla, si ambas cuentan con el respaldo del Gobierno local, si en las dos los sindicatos se muestran colaboradores y si en una y otra sus trabajadores están dispuestos a arrimar el hombro?
Quizás para entender tanta diferencia entre situaciones que parecen dos gotas de agua haya que mirar hacia arriba. Mientras que en una se pelea desde la cúpula por los intereses del puerto y de los melillenses, la Dirección de la otra no es más que un mero transmisor de las decisiones que los responsables de Aena toman a muchos kilómetros de distancia. Mientras que en una sus máximos responsables dan la cara ante la sociedad melillense y rinden cuentas, en la otra a penas nadie de la ciudad conoce el rostro de quien maneja los hilos del aeropuerto y sólo da explicaciones a sus superiores en Aena. Mientras que la voz de unos se escucha clara, los otros no tienen posibilidad ni de ponerse al teléfono.