La economía local ha notado, para bien y para mal, el impacto económico de la Semana Santa.
Por un lado, floristerías y pastelerías de la ciudad han hecho el agosto. Las unas vendiendo flores para los tronos y las otras, las famosas torrijas y monas de Pascua típicas de esta época del año. Por otro lado, los bares han registrado una leve mejoría el Jueves y el Viernes Santo, pero en general, han hecho menos caja que el año pasado.
Eso sí, la mala racha va por barrios. En el centro, sobre todo, los restaurantes y locales de tapeo han advertido que los melillenses que se han quedado en la ciudad se han animado a ‘tomárselas’.
En cambio, los hosteleros que se quedan fuera del circuito de las procesiones han optado por bajar la persiana hasta que pasen los días de fiesta.
El presidente del sector en Melilla, Hassan Amaruch, cree que también influye el hecho de que la frontera se cierre a los nadorenses en las jornadas festivas. En su opinión, si la gente de Melilla se va a la península o a Marruecos y a los marroquíes no se les deja entrar en la ciudad, la hostelería se hunde en épocas tan complicadas como esta Semana Santa.
Puede que a los melillenses les haya faltado dinero para sentarse a cenar en un bar, pero eso no ha impedido que decenas y en ocasiones cientos de personas siguieran con devoción las procesiones que estos días han recorrido las calles de la ciudad.
Este año, ningún titular de ninguna cofradía ha tenido que quedarse sin salir por falta de portadores. Incluso cuando han faltado brazos para alzar en hombros un trono, se ha corrido la voz por teléfono y por las redes sociales y mucha gente, que jamás se había planteado salir en procesión, ha dado un paso al frente.
Poco a poco, la tradición va calando. A nuestra Semana Santa puede que le falte (a veces) la solemnidad de Cartagena, el seguimiento masivo y la devoción de Sevilla o el refinamiento de Zamora, pero tiene el mérito de rememorar la muerte y resurrección de Cristo en el norte de África y conseguir arrastrar a fieles e incondicionales consigo.
Cientos de fieles salieron este Jueves y Viernes Santo a la calle y durante esos dos días, los bares y restaurantes de Melilla olvidaron que la ciudad atraviesa una de sus grandes crisis de consumo. Y no nos engañemos, a la gente le gusta salir de tapeo. Si no lo hace es porque no puede permitírselo.
Hoy, si el tiempo acompaña, los hosteleros intentarán hacer caja con las decenas de melillenses que prevén que salgan esta mañana a la calle, a ver la escenificación de la Resurrección del Señor y de paso a dar un boca boca a uno de los principales motores de la economía local.