La Cámara de Comercio de Melilla bajó la persiana en el año 2016. Era una situación prácticamente de quiebra económica a la que se había llegado por gastar más de lo que se podía en aquellos momentos.
Se pretendía remodelar el edificio cuando la situación, económicamente hablando, no era muy boyante después de que el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hubiera suprimido unos años antes la obligatoriedad de que las empresas pagaran una couta a la Cámara y pasó a ser algo voluntario, con lo que los ingresos disminuyeron considerablemente.
Un millón de euros era un dinero que la Cámara no se podía permitir, por mucho que la Administración sufragara la mitad. Y la remodelación del edificio llevó a la ruina a la entidad, que desapareció después de haber existido durante 100 años en Melilla.
Las distintas cámaras de comercio instaladas por toda España dependen, en cierta forma, del Gobierno central aunque tengan personalidad jurídica propia. En la mayoría de capitales siguen funcionando. En Melilla, al final, edificada en un terreno del Ministerio de Defensa y siendo el inmueble propiedad del Ministerio de Economía –del que dependen las cámaras de comercio–, la Ciudad Autónoma acabó asumiendo la deuda e instaló allí la sede de la Consejería de Cultura para no perder un edificio de tanto valor.
El presidente de la Confederación de Empresarios de Melilla (CEME), Enrique Alcoba, fue miembro de la Cámara de Comercio entre 2000 y 2008 y subraya la utilidad de una organización por la que pasaron “muchísimas personalidades de todas las empresas de Melilla”. En su opinión, habría convenido mantenerla para aprovechar los recursos que se les entregaban desde el Gobierno central y las ayudas que aportaba la Unión Europea (UE). Gracias a ella, se organizaban cursos y eventos “compatibles, pero diferentes”, con los de la CEME.
En este punto de la conversación, Alcoba recuerda que el presupuesto de la Cámara de Comerio de Ceuta es de cinco millones. Cinco millones con los que no cuenta Melilla en una situación que, de por sí, no es muy boyante. “No tenemos Cámara de Comercio, como no tenemos Banco de España ni tantos otros edificios emblemáticos”, apunta.
Sin embargo, nadie desde entonces ha intentado resucitarla. “Con la deuda que hay, es muy difícil”, razona el presidente de la CEME, quien cree que quizás no era el momento adecuado para acometer la obras, y tampoco por esas cantidades. Era tal la situación de quiebra económica sin la contribución obligatoria que quitó Zapatero y con las pérdidas del edificio, que los tres empleados que quedaban fueron despedidos sin preaviso y sin percibir indemnizaciones o finiquitos en un pleito que acabó en los juzgados.
Alcoba asegura que una posible reapertura de la Cámara tendría que ser impulsada por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. De él, insiste, dependen las cámaras de comercio, aunque luego estas tengan su autonomía para realizar su servicio a los empresarios.
No parece fácil en Melilla, pero lo que sí han hecho los empresarios es establecer contactos con la Cámara de Comercio de Ceuta para “intentar que sea una antena” para Melilla. Como asegura Alcoba, “ahora mismo no es viable una Cámara de Comercio en condiciones como estaba”.
Los empresarios melillenses, cuenta su presidente, hicieron sus gestiones en Madrid y sólo les permitieron “ir de la mano de Ceuta, ni de Málaga ni de Madrid”.
Es el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital el que impone los requisitos que deben cumplir las cámaras de comercio. Por ejemplo, hay que designar un comité ejecutivo y en él deben estar personas de reconocido prestigio y representativas de la sociedad. Así sucede en tantas otras ciudades.
Aunque es distinta de la Confederación de Empresarios, o precisamente por eso, Alcoba piensa que “habría sido muy importante que se hubiera mantenido”. Probablemente, apunta, no tendría que “haberse metido en una obra a la que era inviable hacer frente”. También piensa que habría que haber intentado lograr fondos a través de subvenciones, de la Administración o de quien fuera.
Y es que, como argumenta el presidente de la CEME, al pertenecer el terreno al Ministerio de Defensa y el edificio al Ministerio de Economía, se tendría que haber buscado una partida ajena a los fondos propios, con los que ya no era suficiente para sufragar el coste de la obra al haber desparecido la obligación de pagar las cuotas.
Pero, ¿por qué es tan importante una Cámara de Comercio? El presidente de la CEME insiste en que, a través de ella, llegan fondos tanto del Gobierno como de la UE para organizar cursos, promover inversiones y atraer empresas. “Eso sólo lo puede hacer la Cámara de Comercio. Ni una empresa privada, ni una confederación de empresarios, ni una asociación de las muchas que hay en la ciudad tiene esas tribuciones”, explica Alcoba. El máximo representante de los empresarios melillenses también considera importante los fondos europeos que se distribuyen a través de las diferentes cámaras de comercio de España y de los que, al no haber una cámara, no llegan a Melilla.
Ello sin contar con lo que ya hay presupuestado –esos cinco millones, por ejemplo, de Ceuta– y que se tramita a través de diferentes subvenciones, ayudas, cursos u otros modos de formación.
Para Alcoba, en suma, “es totalmente perjudicial para la economía de la ciudad no tener una Cámara de Comercio, ya que son casi cinco millones que se pierden, comparándolo con Ceuta, entre una cosa y otra”.
Claro, el problema en Melilla es que no son solamente esos cinco millones de la Cámara de Comercio que no se reciben. Esta es sólo una de las adversidades que hay que sumar a al cierre de la aduana, al estricto régimen de viajeros, a la situación económica derivada de las múltiples guerras y en especial la de Ucrania, a la falta de ayudas para las empresas o a la ausencia de formación. “Al final, la economía lo nota”, resume el presidente de la CEME.
Según Alcoba, fue “una desgracia” que se cerrara la Cámara de Comercio. Entre sus hipótesis, “quizás no se le dio la importancia que se le tendría que haber dado”, lo que llevó a la pérdida de un organismo “muy importante para las empresas de la ciudad y que quizás pasó un poco de puntillas y en silencio”.
La “prueba” de la importancia de la Cámara, al parecer de Alcoba, es que “sigue funcionando en Ceuta y en la mayoría de las ciudades y son bastante rentables y eficaces”.
Así, añade que “fue una nefasta decisión y un perjuicio muy grande para la economía y las empresas de Melilla”.
“Habría sido importante mantenerla, peo hacerla ahora de nuevo y empezar de cero es muy complicado”, remata su discurso el presidente de la CEME.
Ahora, sólo queda lamentar no tener en Melilla la Cámara de Comercio con todos los recursos que lleva aparejados y de los que se disfruta en cualquier otra ciudad española.
El inmueble, inaugurado en 1915, fue el primer edificio propio de una cámara comercial en toda España. Posee, además, un gran valor patrimonial, pues es uno de los edificios más insignes de la Melilla modernista. Fue proyectado por el célebre arquitecto Enrique Nieto. Una vez que se comprometió la viabilidad de acometer el pago de las múltiples deudas contraídas, el pleno de esta entidad aprobó la venta del edificio a la Ciudad Autónoma. El precio acordado fue de unos 450.000 euros, una cantidad muy distante a los 950.000 euros que costó la rehabilitación del edificio (pagado a medias por la Cámara y la Ciudad). En el momento del cierre, la entonces presidenta, Margarita López de Almendáriz, declaró que estaba “obligada a proteger el patrimonio histórico de la ciudad”. Cuando fue preguntada si era consciente de que asumir tan elevado precio en las obras de rehabilitación podía mermar la supervivencia de la Cámara, contestó que “nadie sabía que Zapatero iba a levantarse así de la cama y se iba a proponer cambiar la ley de un día para otro. Contábamos con los ingresos habituales en nuestra planificación. No teníamos una bola de cristal”.
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