La cerámica artesana también tiene su espacio en la Feria de Melilla este año. Uno de estos puestos es el de Sáhara, una artesana que por primera vez tras más de siete años de profesión, decide instalar el único puesto de artesanía que hay en todo el recinto ferial. Sáhara explicó a este diario que el proceso de elaboración es muy costoso, pero que merece la pena al ver terminada la pieza después de tanto trabajo.
A pesar de que Sáhara cree que estar presentes en la feria es una buena oportunidad para dar visualización a la artesanía de Melilla, la artista no está muy conforme con el hueco que le han cedido, ya que es un espacio apartado por el que no suele transitar mucha gente. “Dentro de lo que cabe la gente responde de manera positiva, le gusta lo que hacemos y eso nos anima”, añadió.
Para realizar uno de estos trabajos, señaló la artesana, se comienza a trabajar con barro. Una vez que se seca, se pule, se pinta y se mete en el horno para una primera cocción a 980 grados. Una vez cocido, hay que esperar 36 horas hasta que la pieza se enfría para poder sacarla. Posteriormente se limpia, se esmalta y se vuelve a meter en el horno, esta vez a 1.100 grados.
“Siendo verano y trabajando muy rápido, para tener una pieza lista hacen falta unas dos semanas y media”, resaltó Sáhara.
En este puesto se pueden encontrar variedad de piezas elaboradas con cerámica de distintos colores y tamaños, ya que son elaboraciones de tres personas distintas y su sello personal se puede ver en sus piezas. En el puesto de Sáhara hay desde utensilios de cocina como tazones o platos llanos y hondos hasta objetos como portavelas, joyeros o soportes para el incienso.
En cuanto al precio de los productos también hay para todos los bolsillos, teniendo en cuenta que las piezas son únicas, que los materiales de elaboración son caros y todo el tiempo que hay que invertir en crearlos. “Cada línea está hecha a mano, cada churrito está cortado a mano con un cuter, entonces el precio que ponemos es por el tiempo que nos ha costado hacer la pieza”, aclaró Sáhara. En este sentido la artesana destaca que si los clientes supieran lo que ganan por hora, según el tiempo invertido, “la gente se echaría las manos a la cabeza”.
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