Coalición por Melilla ha presentado una moción en la Asamblea de Melilla, con la intención de sacar adelante una declaración institucional para que, entre otros objetivos, el Gobierno central pelee, a petición de la Ciudad, la reapertura de la aduana comercial que el Gobierno marroquí cerró unilateralmente el 31 de julio de 2018 en la frontera de Beni Enzar.
Aquello, más que una acción unilateral, fue una humillación en toda regla, no a las empresas cuyos camiones quedaron atrapados en 'tierra de nadie' sino a España. Ver cómo los aduaneros del país vecino hacían retroceder a nuestros transportistas, fue una bofetada tan fuerte como la implantación de piscifactorías en nuestras narices y en nuestras aguas.
Pues bien, ahora CpM quiere que salga de Melilla la solicitud de reapertura de la aduana, que es una garantía para los comerciantes de la ciudad. La gente se puede comprar un bolso o una pulsera y llevarlos en régimen de viajeros, pero no puede comprar un sofá o una cama o una tele de grandes dimensiones y pasarla por la frontera sin pagar tasas de aduana.
Estamos de acuerdo con Marruecos en que había que acabar con el porteo que humillaba a mucha gente y beneficiaba a unos pocos. Pero si no hay contrabando, lo normal es que exista un comercio reglado y que nos den la oportunidad de pagar para poder sacar mercancía a Nador, sin necesidad de abonar comisiones ilegales ni caer en temas de corrupción de funcionarios.
Una frontera no se puede entender sin trasiego de personas y mercancías, a menos que sea una frontera a la coreana. Por eso es sensato que Coalición por Melilla pida que se instale en ella el servicio sanitario que hemos tenido siempre, no sólo para la entrada de borregos en época de fiestas, sino también, por ejemplo, para que el pescado o la carne que llegue a la ciudad, lo haga con normalidad y con todas las garantías sanitarias.
Por eso es tan importante ver quién se retrata y cómo lo hace en esa votación que propondrá Coalición por Melilla. Se puede o no estar de acuerdo en otras cosas, pero no creo que haya dudas en cuanto a la necesidad de reabrir la aduana y de dar el primer paso, en esta "nueva era" que empezamos con Marruecos, redefiniendo el Tratado de Buena Vecindad que se firmó en 1991 y que, en mi opinión, es muy generalista y debería abordar puntos que con el tiempo han demostrado ser espinosos.
Revisando ese Tratado de Buena Vecindad encontramos sorpresas como la que obliga a las partes firmantes (Marruecos y España) a abstenerse de coerción militar, política o económica para socavar la soberanía de la otra parte.
Es todo lo contrario a lo que ha hecho Marruecos al empeñarse en estrangular económicamente a las ciudades autónomas con el objetivo de hacerlas invivibles.
El problema es que un círculo es otro más aunque se quiera lo contrario. No se puede reventar la economía de Melilla sin someter a una presión económica y emocional sin precedentes al Rif. No es sólo Melilla. También es Nador.
Pero ahora toca mirar hacia adelante y confiar en que una nueva era es posible, como lo fue tras los sucesos de Perejil. Entonces ganó España. Ahora ha ganado Marruecos. Hemos sacrificado una parte para salvar el todo.
Melilla necesita el respiro que nos dan porque la realidad es tozuda. Llenar la ciudad de funcionarios ha aumentado nuestra renta per cápita, pero también ha encarecido los alquileres, el precio de los pisos y además ha hundido los comercios. La práctica nos demuestra que la gente que es de fuera, compra fuera y se deja el dinero fuera de la ciudad.
Por eso hay que repensar esa mayor presencia del Estado en Melilla. Hay mucha gente aquí que no tiene oportunidades y hay que dárselas. Sobre todo a los jóvenes. Nuestros hijos se están yendo a Alemania y a Francia en busca de lo que no encuentran aquí: un empleo con el que formar una familia y echar raíces.
Hay que dejarse de complejos y entender esta tregua como una oportunidad. Pero quien crea que el futuro pasa por volver a lo de antes, se equivoca. No vamos a entrar en bucle. Todo lo contrario. Hay que salir del círculo vicioso.
Las relaciones con el vecino tienen que ser buenas para las dos partes. Hay que entender que los marroquíes son los clientes potenciales de nuestros comercios y los únicos turistas que nos visitan y hay que cuidarlos.
Sé perfectamente que junto con los turistas se nos colaba chusma. No me gustan a mí y no le gustan a nadie. Pero malos hay en todas partes. La maldad no va por nacionalidades ni por razas ni por culturas.
Mentiría si dijera que me fío de Marruecos. Pero si queremos que confíen en nosotros, tenemos que confiar. Aquí no es una cuestión de confianza, sino de respeto. Marruecos no nos respeta y hay que buscar la manera de que lo haga.
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