La alimentación es uno de los pilares de nuestra vida y también de la sociedad, pero pocos pueden imaginarse cuando tienen enfrente una pieza de fruta o una hamburguesa de ternera el gran entramado alimentario que hay detrás. En tiempos de la globalización los alimentos cruzan de un hemisferio a otro, pueden recorrer en millones de kilómetros para estar en nuestras mesas y en nuestros supermercados, y nosotros ignoramos quién lo ha sembrado y recogido, y cómo son las condiciones de trabajo de estas personas, qué empresas lo han transportado y desde dónde, qué productos llevan para que se conserve y al llegar a nuestro plato esté como recién cortado del árbol o conserve su color como si se tratase de lo expuesto en las vallas publicitarias. Ignorando también las consecuencias que tiene este sistema agroalimentario en el entorno ambiental.
De todas estas cosas estuvieron charlando en los talleres de ‘Alimentación sana y sostenible para los escolares de Melilla’, que desde Justicia Alimentaria se llevaron a cabo el pasado mes de diciembre en el Campus de Melilla de la Universidad de Granada, asó como en el el CEIP León Solá y en el Juan Caro. El Faro pudo charlar con la responsable pedagógica de Madrid, Alicia Sevilla Atienza, que fue la encargada de ofrecer estos talleres cuyo principal objetivo es poner de relieve la puesta en práctica de una alimentación sana y sostenible, pero además responsable.
En uno de los talleres hablaba con las madres de las AMPAS de los colegios de cómo era la alimentación de antes y quiénes son los que están educando a sus hijos, de esta forma, cuenta Sevilla, acabaron cuestionándose qué papeles juegan las empresas que se hallan en el sistema agroalimentario y cómo el interés de estas, que casi siempre es “ganar dinero”, juegan en contra de sus intereses que son “la salud y la educación de sus hijos e hijas”.
En una de las sesiones de tarde en la Universidad de Granada, el taller fue más amplio, allí los asistentes pudieron hablar con la responsable de Justicia Alimentaria acerca del sistema agroalimentario de forma más amplia, “desde la producción o la generación de los agrotóxicos que le ponen a los cultivos o los antibióticos que utilizan en ganadería”. También pudieron hablar del negocio que supone el consumo, “pasando por la transformación, quiénes son las empresas que se dedican a la transformación de alimentos a nivel global, cómo nos convencen de que compremos sus productos insanos, injustos e insostenibles”.
Así, introdujeron el concepto de la publicidad y su poder de persuasión en el consumo. Para poder contrastar esta información que Sevilla ofrecía a sus oyentes, tuvo que poner sobre la mesa diversas noticias que podemos ver a diario en los medios de comunicación y que muestran cómo se puede vincular el sistema alimentario al cambio climático o a las injusticias sociales. “El sistema alimentario tiene mucha más culpa del cambio climático, de nuestros problemas de salud y de la injusticia social y las desigualdades que tenemos, e incluso también de las desigualdades de género porque al final toda la cuestión de los cuidados y de la alimentación recae sobre la espalda de las mujeres sin ningún favor y sin ningún agradecimiento de las otras partes”, dice Sevilla. Indicó que estuvieron hablando de perspectiva de género, desarrollo sostenible y derecho a la alimentación, que son los tres ejes que trabajan desde Justicia Alimentaria.
“Ahora estamos atravesando una transición alimentaria, estamos pasando de un modelo de la supuesta dieta mediterránea basado mucho en las legumbres, un poco en el pecado fresco y carne fresca, las frutas y las verduras, a un modelo de alimentación basado en alimentos ultraprocesados. El 70% de los alimentos que comemos en nuestras casas son alimentos ultraprocesados que vienen de grandes industrias”, explica.
“En las charlas estuvimos hablando de eso de qué se comía antes y qué se come ahora, y qué creemos que es mejor para nuestra salud. Evidentemente para nuestra salud los procesos ultraprocesados llenos de sal, de azúcares de grasas saturadas y de azafrán… no son alimentos saludables, ni justos ni sostenibles”, dice.
Nunca dejan de hablar de que nuestra salud no es lo único que está en juego, sino que también se ve afectado el medio ambiente, “porque son alimentos que recorren miles de kilómetros y que necesitan un montón de energía y recursos naturales para fabricarse y para transportarse hasta nuestras casas; y son tremendamente injustos porque utilizan recursos naturales de otras zonas del planeta cuya única industria que tienen es la primaria”. Y de esto se aprovecha el hemisferio norte global: “de la vulnerabilidad y de los recursos naturales de las otras partes del planeta”. Así, se produce la desigualdad e inequidad en el sistema alimentario.
Ante la pregunta de si se puede hacer llevar una alimentación saludable y responsable en Melilla y las particularidades que la ciudad puede tener, Sevilla apunta que la particularidad que tiene es la frontera, lo que le permite estar en constante intercambio con Marruecos. “El comercio local es con otro país y cuando hablamos de la península eso no ocurre así. y potenciar el comercio local con una frontera de por medio a lo mejor no es tan fácil; aunque en la realidad sí se hace así, que los productos transformados vienen de este lado de la frontera para allá y que los no transformados vienen de este lado de la frontera para acá”, indica.
Por ello, sostiene que se trata más de potenciar el hecho de que el consumo se vuelva más saludable con “la particularidad de que los productos tengan que atravesar una frontera”.
Además, destaca que al tratarse de una Ciudad Autónoma “en la que el Gobierno está concentrado en muy pocas personas, también los poderes tienen mucha más influencia y mucho más poder de decisión.
Entonces, se necesita una movilización social muy grande para poder hacer cambios como los que están pidiendo los padres y las madres del León Sola para tener una alimentación más saludable o los del Juan Caro que están pidiendo que el comedor siga siendo un comedor”, explica.
Para la alimentación en las familias y la educación en este ámbito es muy importante el servicio de comedor, y Sevilla traslada la queja de las madres de la AMPA, que han ido a los talleres, que les comunican que la dirección del León Solá está apostando por cerrar el comedor y hacer de ese espacio una sala de usos múltiples. Ante esto, los padres están intentando intentando movilizarse para que el derechos a la alimentación adecuada de sus hijos e hijas no se pierda.
Sevilla cuenta que se han dado cuenta de que intentar movilizarse por una alimentación sostenible en Melilla es algo complicado, como en todos sitios, pero no es difícil. Señala que la cuestión es que exista una organización social que pueda hacer frente a los grandes poderes y que son los medios de comunicación quienes también tienen mucho que hacer para hacerse eco de la realidad alimentaria de sus ciudades y de dar voz a la gente que lucha todos los días por la alimentación de sus hijos.
Comenta también que el perfil que asistió a las charlas de Justicia Alimentaria son muy variados y que a uno de los talleres asistieron dos chicos deportistas que al parecer esperaban consejos nutricionales. “Lo primero que les dije era que eso no se lo iba a contar, pero que sí les contaría otro montón de cosas que les sorprenderían y que les iban a beneficiar incluso más en su futuro que lo que les pudiese dar un batido de proteínas”, cuenta. La gente cuando asiste y ve información a cerca de estas charlas espera eso, consejos nutricionales para los niños o para el día a día, porque se dice que es una alimentación sostenible, pero al final es otra cosa.
“En realidad, estamos hablando de un derecho, de organización social, de volver a preocuparnos por nuestra alimentación de nuestra vida al fin y al cabo, de volver a poner la vida en el centro y no en la ganancia y el dinero; es decir, estamos hablando de poner en el centro nuestra salud y la de nuestros hijos e hijas y nuestra felicidad. Va más all, no es simplemente si como sirope de ágave o como azúcar de caña, porque no es el mismo problema”, asevera.
Aquellos chicos se quedaron en la charla “y boquiabiertos”, relata Sevilla. Sostiene que cada persona que entra en los talleres es por una cuestión distinta. A las madres les preocupa más la salud de sus hijos e hijas, a los jóvenes, la cuestión ambiental, la del cambio climático, que está muy relacionado con el sistema agroalimentario y el transporte de alimentos. Sevilla señala que la juventud también se preocupa de esta manera por los incendios del Amazonas, los cuales tienen mucho que ver con la ampliación de la frontera agrícola con Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia a fin de generar más alimentos para los cerdos que nos comemos en el hemisferio norte.
“Todas esas cosas sobre el cambio climático están a la orden del día y los jóvenes consiguen enganchar una cosa con la otra; es como: si yo quiero dejar de generar el cambio climático, tengo que dejar de comer en McDonal's y entiendo por qué”, explica de esta forma se consigue dar un giro en los hábitos, y no porque alguien diga lo que tiene o no que hacer, sino porque entendieron por qué lo tienen que hacer.
“La inequidad y la injusticia social aquí al lado de Marruecos es muy fácil de entender porque son muchas las jornaleras las que se van a los campos de Huelva y de Almería y saben lo duro que es trabajar en condiciones de explotación y pérdida de derechos o tener que buscar buenos alimentos a tu familia de cualquier manera teniendo los medios de vida tan cerca, y de pronto tienen que salir a buscarse la vida por la desigualdad entre el hemisferio norte y el hemisferio sur”, explica.
De esta manera, a estas jornaleras, no les vale la pena trabajar al lado de su casa y tienen que emigrar. Hacerlo conlleva que les consideren delincuentes, que se aprovechen de su situación de vulnerabilidad y además trabajen prácticamente gratis por algo que podría ser lo mismo en el campo de su casa para dar de comer a sus hijos “pero los mercados no permiten que los alimentos tengan los mismo precios a un lado y a otro de la frontera”. “Todo estoque es un sistema perverso y que forma parte del sistema agroalimentario, es un poco lo que acabamos denunciando desde Justicia Alimentaria”, señala Alicia Sevilla.
Por ello, desde Justicia Alimentaria apuestan por una educación en la alimentación y el dinero se reparta con nuestra vecina y nuestro vecino de su huerto o de la tienda de la esquina y enseñarles que no hace falta echar químicos para que crezcan los tomates. “Una cosa más razonable y a pequeña escala que es donde nos movemos con más coherencia con nosotros y con el planeta, y con nuestra vecina, claro”, señala.
Desde Justicia Alimentaria llevan diversas campañas con las que advierten de la publicidad de alimentos no saludables en horario infantil, así como la educación acerca de la cuestión alimentaria en los centros escolares. Los menores de edad son el público más influenciable cuando ven ciertos productos anunciados en televisión o los medios de comunicación, también cuando otros niños también poseen estos productos, que muchos de ellos no son saludables. Por otra parte, los padres comienzan a reflexionar sobre qué es lo que ven sus hijos y quién los está educando en alimentación. Existe una campaña en concreto, que se llama ‘Defiéndeme’.
“Antes la educación alimentaria la hacían nuestras madres y nuestros padres, y un poco en la escuela, pero ahora la hace la tele”, explica Sevilla. Ahí ya se empieza mal porque los padres se dejan llevar más por la presión social “de que el nene o la nena tengan los Risketos de Messi y se fijan en lo que están comiendo”. Por ello, cuando salen campañas como esta, la de ‘Defiéndeme’ los padres están de acuerdo en apostar por esta educación en alimentación. Cuenta que algo que están tratando de poner en boca de la gente es que “comemos lo que sabemos”.
Es decir, comemos lo que sabemos y aprendemos a comer, y si no sabemos comer también repercute en nuestra salud. Otro de los programas que tiene esta asociación es ‘Alimentacción’ donde ponen a disponibilidad del profesorado material didáctico para que se pueda trabajar la materia alimentaria en la escuela.
Cuentan con una página web donde Justicia Alimentaria lleva trabajando con docentes desde hace mucho tiempo, así van generando poco a poco materiales para que se pueda trabajar este tema en los centros educativos.”Sabemos que este proceso es una especie de deconstrucción, desaprender lo aprendido, y tarda, porque tienes además toda la marea en contra”, dice Sevilla.
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