Fue en la calle Sidi Abdelkader número 10 donde comenzó todo. En el año 1958, Miguel Pérez habilitó un pequeño local donde instaló una joyería a la que nombró ‘Victoria’, que posteriormente trasladó a un local más grande a tan sólo unos metros de la primera tienda. Dos años más tarde de la apertura del primer local, Miguel decidió abrir un establecimiento en la Avenida Juan Carlos I.
Lo que este joyero posiblemente desconocía es el arraigo que este negocio iba a tener entre los habitantes de la ciudad. Juan Pérez Cazorla es hijo de Miguel y, junto con su hermano, lleva ahora este negocio familiar de 60 años de antiguedad. Pérez asegura que hay clientes que vienen por tradición. “Muchas personas, de padres a hijos, se van comunicando que tienen que venir aquí a comprar. De hecho, mucha gente que vive fuera regresa recordando que su madre y su abuela compraban aquí”, explica desde el establecimiento ubicado en la Avenida Juan Carlos I Rey.
Ambas tiendas ofrecen una gran variedad de productos de joyería, como brillantes, perlas cultivadas, oro de diferentes clases importado de Italia, rubíes, esmeraldas, zafiros y relojes de las más reconocidas firmas. “Este comercio siempre se ha caracterizado por la calidad de nuestros brillantes y esculturadas”, indica Juan Pérez.
Además de la venta de joyas, la empresa familiar cuenta con un taller de relojería y de grabación y un mecánico relojero propio. Gracias a este taller los clientes pueden ver materializado el diseño de la joya que deseen. “Si se trata de algo más complicado, lo mandamos a un taller de Málaga”, matiza Juan.
Aparte de contar con una importante clientela de origen melillense, el propietario de la joyería explica que los ciudadanos del país vecino son muy buenos clientes, debido a su gusto por la joyería. Sin embargo, lamenta que, debido a los problemas de paso existentes en la frontera, el número de ventas ha descendido. Como cualquier otro comerciante de la ciudad, Juan explica que estas dificultades “se han notado mucho en el negocio”. “Además, nuestros clientes marroquíes de confianza se suelen quejar mucha y amargamente de nuestra frontera”.
Con el fin de que la tradición joyera de la familia continúe por la misma senda, los propietarios cuentan con dos hijos trabajando en sus establecimientos. Esperan, como ellos hicieron tras terminar sus estudios, que tomen el relevo generacional.
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