El proyecto de Atención a la Infancia de la Parroquia de San Agustín no se cogió vacaciones este mes pasado. Todos los años esta iglesia y sus voluntarios participan en los campamentos de Cáritas y, como ocurrió en 2020, no se iban a celebrar por la covid-19. Sin embargo, no querían quedarse con un mal sabor de boca un año más y dejar a los niños que forman parte de este programa sin su formación de verano. Así que todos se pusieron a trabajar para diseñar una colonia urbana garantizando todas las medidas de seguridad para monitores y los pequeños. Y se logró. Los niños han disfrutado de unos días de juegos, manualidades y playa. Tras este año de pandemia y sus secuelas, tenían más ganas dar y recibir afecto, de jugar y de estar con los otros.
Y los monitores, todos de Melilla, han dejado su verano durante dos semanas para dedicarse en cuerpo y alma a estos niños. Y no era un campamento más. Debían ser muy estrictos con sus contactos para reducir riesgos de contagios y la presión sobre ellos era mucho mayor que otros años. Pero asumieron esta responsabilidad y todo salió bien. Su solidaridad y esfuerzo ha dado unos niños unas vacaciones diferentes.
El coordinador del proyecto, Jorge Bueno, explicó que en lugar de durar los campamentos dos semanas, se cortó a solo una por grupo y han tenido dos grupos diferentes. Asimismo, cada monitor hacía de grupo burbuja con los niños que se le asignaban a inicio de semana. De esta forma, si saltaba algún contagio, solo tendrían que aislar a ese minigrupo, pero no ha llegado a pasar. Todo ha salido bien y ha merecido la pena el esfuerzo realizado por todos. Y es que Bueno indicó que los monitores han estado durante dos semanas y días previos sin estar con amistades ni salir de su entorno para reducir al mínimo los riesgos de contagio.
Fueron 25 niños por cada semana, y grupos más reduciros por monitor de solo cinco pequeños. También han tenido que bajar el número de horas que daban de campamento, una menos por la mañana. Y han contado con menos monitores con dos por cada grupo. Pero han contado con la ayuda de muchas empresas de la ciudad y de profesionales del sector del ocio, como Bachacumbé o Jesús Castejón para que todo saliera perfecto tuvieran actividades de todo tipo.
¿Y qué han hecho estos días de campamento? Pues en las aulas donde habitualmente hacen repaso de sus deberes han realizado actividades de manualidad y han recibido talleres de temas tan importantes, como la lengua de signos. También han trabajado las emociones y tuvieron un taller de musicoterapia.
El año pasado no pudieron realizarse las colonias con Cáritas y a los monitores les faltaba algo. Este año han buscado la manera de hacerlo siguiendo todas las normas de las autoridades sanitarias. Los monitores son personas que participan en la parroquia o son amigos de monitores de otros años. Todos son voluntarios y han dedicado su tiempo a estos chicos. Y en este año con la presión añadida de no tener contactos fuera de su entorno familiar y cuidarse mucho para prevenir contagios. Han hecho un gran esfuerzo por facilitar un campamento a niños de familias en riesgo.
En lugar de entrar a las 9:00 horas, este año el campamento empezaba a las 10:00 horas. Tras desayunar por minigrupos, se insistía en la higiene bucal y se iban a clase a hacer alguna actividad. Luego tocaba playa y a la hora de comer, este año han acudido al colegio Enrique Soler y un bar de la ciudad les proporcionó la comida durante estos días. A continuación tenían un rato de descanso. Luego más talleres, vuelta a la playa y a las duchas para finalizar con la merienda y regreso a la casa a las 20:00 horas.
Y como prevención, se tomaba la temperatura a todos cada mañana y se entregaban mascarillas nuevas a niños y monitores todos los días. También el lavado de manos fue un punto importante para enseñar a los niños la relevancia que tiene de cara a prevenir contagios.
Bueno subrayó que ha habido complicaciones para organizar estos campamentos, pero que han contado con el apoyo incondicional del sacerdote de la Parroquia de San Agustín, Víctor Hugo. Afirmó que su respaldo fue desde el inicio un motor para que salieran adelante estas colonias, que si no han sido ‘normales’, se han podido desarrollar dentro de lo planificado.
Fueron 43 los niños de los barrios del Real, Altos del Real y el Hipódromo los que han participado de este campamento, junto a siete niñas de la Divina Infantita. El coordinador indicó que se trabaja con ellos durante todo el año, desde septiembre hasta junio, en el programa de Atención a la Infancia. Y para este proyecto también ha sido un año complicado puesto que cuando crecía la incidencia no han tenido más remedio que suspender la presencialidad del programa y se retomaba más adelante.
Asimismo, comentó que durante todo el curso pasado han contado con un grupo de niños más que cursaban primero de la ESO. El anterior curso no se pudieron despedir de ellos ni trabajar con ellos esos meses finales por la pandemia y se ha querido que este año continuaran con el proyecto para ofrecerles ese apoyo escolar y que reforzaran sexto de Primaria y ayudarles a estar al nivel de primero de la ESO. Y todo esto se ha traducido en que en las colonias han despedido este año a los chicos de sexto de Primaria y a los primero de la ESO.
El coordinador de este proyecto explicó que el programa de Atención a la Infancia va más allá de dar clases de refuerzo educativo. Indicó que el apoyo también es social, cultural, familiar y afectivo. De esta forma, los monitores tienen reuniones con las familias para ayudar a todo el núcleo a mejorar su situación.
Y esto se refuerza en verano con los campamentos. Este año, por ejemplo, se ha realizado el taller de emociones, en el que se les explica cómo resolver una discusión con un amigo. Es una forma de trabajar el respeto, la tolerancia y la empatía.
Por otro lado, Bueno asegura que la covid-19 ha tenido efectos negativos en todas las personas, pero que especialmente ha afectado a niños y personas mayores. Indicó que son los colectivos que más han sufrido. En la colonia, se han dado cuenta de que los pequeños tenían muchas ganas de hacer actividades, de expresarse, de jugar de mostrar cariño y recibir afecto y de estar con otros. Por eso cree que, aunque el campamento haya durado solo una semana por grupo, ha sido mucho más intenso que otros años.
Para septiembre, la esperanza es volver a las aulas de forma presencial. La academia, además, va a tener un nuevo aspecto porque se cuenta con una subvención de la Ciudad para renovar el mobiliario y también se cambió el techo que se cayó. Para septiembre habrán una inauguración.
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