Jóvenes a la caza de un empleo

  • El Faro acompaña a dos desempleados a una entrevista de trabajo. Durante el encuentro pusieron en práctica los conocimientos aprendidos en su paso por la Lanzadera de Empleo

El día amanece oscuro y gris cuando María José Molina y Karim Ahmed dejan atrás una gasolinera, pasan por unas obras polvorientas y comienzan a andar en fila india por la estrecha acera de la calle General Astilleros que los conduce a su destino: la empresa Clece.

Se detienen un segundo en la entrada. Sobre sus rostros se dibuja una sonrisa nerviosa. Su futuro está en juego. Entonces abren una carpeta negra, sacan el taco de hojas con sus currículos y el de otros compañeros que forman parte de la Lanzadera de Empleo de Melilla (una iniciativa  que  proporciona a los parados herramientas para buscar trabajo), se abre la puerta y cruzan el umbral en busca de un empleo.

“Buenos días, somos los chicos de la Lanzadera. Tenemos una cita con Cristóbal Sánchez”, dice Karim. Una mujer en recepción descuelga el teléfono, hace una llamada, cuelga y se dirige a Karim y María José: “Esperad unos minutitos”. Los jóvenes toman asiento y obedecen a las indicaciones de la señora con cara amable.

La espera sirve para repasar los hitos de la empresa y de las posibilidades que les podría brindar: “Servicios a mayores, mantenimiento, seguridad, jardinería” enumera Karim.  “Es una de las compañías más importantes de Melilla”, añade María José.

Cuando escuchan sus nombres interrumpen su conversación, respiran hondo y pasan a un despacho amplio, con enormes ventanales. Allí los recibe Cristóbal Sánchez, gerente de Clece en Melilla, Ceuta y el campo de Gibraltar, y Miguel Calvente, jefe de Servicios de la misma empresa.

Actitud

María José y Karim siguen las pautas que han estudiado durante semanas en las clases teóricas de la Lanzadera de Empleo. Saludan a los empresarios con un apretón de manos,  los miran a los ojos. No apartan la vista. Saben, que aunque parezca una obviedad, lo más importante en una entrevista de trabajo son las formas.

Tratan de usted a los entrevistadores. Cuidan su actitud, sus posturas, la expresividad, los gestos. Se muestran naturales, pero están concentrados en que las personas que están enfrente están evaluando cada detalle y cada gesto.

Preparados a conciencia

Su objetivo principal es que el gerente y el jefe de servicios no los pillen desprevenidos, que no los sorprendan. El tema son ellos mismos y se lo han preparado a conciencia: “Tengo mucha experiencia en el sector de seguridad. El pasado mes de septiembre cubrí la baja para prestar servicio como vigilante”, explica Karim. “Yo he trabajado como auxiliar de administración y he prestado ayuda a domicilio. Además, tengo el título de técnico superior en comercio internacional”.

Resaltan sus cualidades sin olvidar a los nueve compañeros restantes de la Lanzadera de Empleo y que quieren encontrar, igual que ellos, un trabajo lo antes posible. “Mire, este es el perfil de mis compañeros. Podrá encontrar administrativos, secretarios de dirección, teleoperadores...”, señala Karim. “Quiero decirle que aparte de estar buscando empleo formamos parte de la Lanzadera para movilizar energías solidarias y mejorar nuestras condiciones de empleabilidad. Buscamos nuestros fallos y tratamos de corregirlos”, continúa.

Suscitan interés. “Tramitaremos vuestros currículum. Es muy probable que la llamemos en breve, María José, para ayuda a domicilio”, afirma el gerente de Clece. María José no puede disimular su sonrisa, aunque trata de contener la emoción. “No obstante, hay que tener en cuenta que empezará por unas horas y con el tiempo podrá incrementar el volumen de trabajo”, advierte.

“Usted podría cubrir una baja como vigilante de seguridad”, dice Sánchez, dirigiéndose a Karim. Finalmente, comenta a los jóvenes que deben intentar que las empresas puedan recibir “una bonificación a la hora de contratar a un candidato de la Lanzadera de Empleo”.

Generación formada

María José y Karim salen muy contentos de la entrevista. “Creo que ha ido muy bien”, apunta Karim. Pero tras el encuentro, el joven resalta que no sólo ha trabajado como vigilante, sino también en los sectores de transportes, geriatría y jardinería. “He hecho muchas cosas”.

María José también cuenta con un vasto currículum. Tiene el título de Técnico superior en comercio internacional, auxiliar de administración y auxiliar de ayuda a domicilio.

Ambos forman parte de esa generación de jóvenes formados que, al terminar los estudios, se toparon con un panorama laboral tan efervescente como desolador.

Toda su preparación se ha traducido hasta ahora en sueldos no ya  mileuristas, sino cercanos al salario mínimo interprofesional.

Acostumbrados a la fuerza a cobrar una miseria, a jornadas laborales interminables y a fines de semana sin remunerar, han acabado en el paro. Una situación angustiosa en la que por primera vez ven algo de luz al final del túnel. “El proyecto de la Lanzadera nos ha ayudado a tener una rutina y a conocer nuestras cualidades”, asevera María José.

Estabilidad

Estos jóvenes de 34 y 35 años esperan que el futuro les ofrezca “estabilidad”. Saben que de momento sus rostros son el preciso retrato de la temporalidad. La gran enfermedad del mercado laboral español.

Ambos tienen familia e hijos. “No podemos salir de Melilla de la noche a la mañana”, dice María José. No pueden hacer planes, pedir vacaciones, ponerse enfermos, pedir hipotecas al banco o aspirar a cotizar durante años para obtener una pensión digna.

Pero, sobre todo, según Karim, no pueden rechazar la siguiente oferta de empleo si quieren que su nombre y teléfono sigan en la lista de candidatos. Están condenados a un angustioso e incierto régimen de provisionalidad.

Esperan pacientes  la llamada de cualquier empleador. Si está dispuesto a romper esta tendencia, “mejor que mejor”.

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