Unos inmensos ojos resaltan en sus rostros oscuros. Un grupo de mujeres y unos niños muy pequeños charlan a las puertas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla para matar un tiempo que se les antoja desesperadamente lento. Una de ellas está haciendo las trenzas típicas africanas, quizás para intentar olvidar lo vivido hasta llegar aquí. “El viaje ha sido muy, muy duro”, recuerda a El Faro una de ellas, una joven de 25 años que partió de Mali hace tres años en búsqueda del sueño europeo. Es una de las 12 féminas que, junto a tres niños, llegaron a las Islas Chafarinas en patera el pasado 17 de septiembre, siendo trasladadas después hasta nuestra ciudad. Advierte de los peligros a los que se enfrentan las mujeres que inician el periplo migratorio: “Hemos sufrido intentos de violaciones y maltrato por el camino”.
En la embarcación en la que llegó a Chafarinas había una embarazada y una mujer mayor y también viajaban tres niños, de cuatro años, y un año y escasos meses los otros dos. Salvamento Marítimo los trasladó después hasta Melilla, donde estuvieron residiendo en el CETI a la espera de su salida a la península.
“La guerra, la pobreza. La vida no es fácil en Mali. Busco un trabajo. Es todo”, detalla la joven acerca de los motivos por los que partió hace tres años de su país, donde ha dejado a dos niños pequeños. Agacha la cabeza y a sus ojos asoma un brillo de nostalgia cuando se le pregunta por ellos.
Pero hasta llegar a Melilla, a la joven le aguardaba una larga travesía por Argelia hasta alcanzar Marruecos y aproximarse hasta nuestra ciudad.
Antes de alcanzar Melilla, han sido numerosos los intentos de entrada, algunos con final trágico, en los que ha visto morir a compañeros por el camino, entre ellos a una mujer anciana. “Yo lo he intentado catorce veces, siempre por el mar”, detalla la joven.
“La segunda vez que lo intenté, la patera se perdió en el mar y tres personas murieron. La Marina Marroquí vino al rescate”, relata. También cuenta que ha sido dura la etapa en la que sobrevivió en el monte Gurugú, sin comida y sin agua. “Sin nada”.
“La montaña es la catástrofe”, denuncia. La joven también alerta de los peligros que entrañan estos viajes migratorios, atravesando parte de África, sobre todo para las mujeres. Además del hambre, de las miserias, del riesgo de naufragar en una patera, ellas también tienen que enfrentarse a intentos de violación a lo largo del camino.
Antes de partir a la península, explicaba que no tenía preferencias de destino. “Mi sueño es encontrar un trabajo para ayudar a mis padres, que tienen muchas dificultades”, detallaba, abriendo más los ojos como para enfatizar, unos ojos aún brillantes a pesar del periplo que esconden y del que todavía le queda por recorrer.
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