El arquitecto melillense José Antonio Fernández ha vuelto a ganar un premio del Colegio Oficial de Arquitectos de Melilla. Este miércoles se anunciaron los ganadores de los diferentes galardones que otorga esta institución y Fernández se ha vuelto a llevar uno en la categoría de Melilla. Ya en 2018 logró también ganar los Premios Málaga de Arquitectura con la intervención que se realizó en el Fuerte Victoria Grande. Este año se han anunciado los ganadores a través de las redes sociales y se desconoce cuándo se entregarán las menciones. Pero para Fernández lo importante es la difusión que da este galardón a una parte del patrimonio de Melilla y es que este año presentó la obra de recuperación del segundo tramo de la galería de minas.
El jurado dijo que se valora este proyecto porque “se hace una recuperación del patrimonio de manera sencilla y sin alardes innecesarios. También intenta rescatar el valor histórico del espacio utilizando las herramientas propias del buen hacer de la arquitectura”.
–¿Por qué se presentó a estos premios, que por otro lado ya ha ganado en una ocasión anterior?
–Hay un convenio con el Colegio de Arquitectos de Málaga y premian las obras que se hagan en Melilla. Y la verdad es que estoy muy contento porque el premio puede quedar desierto si los proyectos que se presentan no tienen la calidad suficiente. Por ello, estoy feliz con la valoración del jurado. Es el segundo año que nos presentamos y siempre lo hemos hecho con temas de rehabilitación. El jurado ha valorado este trabajo y estamos muy contentos porque al final es una forma de difundir el patrimonio de la ciudad. Todos intentamos que se conozcan los valores que tiene Melilla y su patrimonio. Es un paso más y estamos felices.
–¿Y por qué enviar este proyecto en concreto?
–Es un proyecto con mucha magia. Al final los arquitectos solemos intentar ‘satisfacer nuestro ego’ dejando nuestra impronta, pero en este caso más bien se busca todo lo contrario. Se intenta ser contenido y dar a cada cosa y sitio su lugar. No se trata de sobrepasar el propio bien en sí. Lo más interesante de este proyecto es que se ha conseguido poner en valor del propio bien con la intervención mínima necesaria y con pequeños gestos que ayudan a comprender desde la contemporaneidad el propio bien en sí, además de toda la historia que hay detrás. Una de las premisas que tenemos nosotros en rehabilitación es que rehabilitar es en cierta medida descubrir para contar luego, contar su historia.
–¿Cómo se enfrentó a este proyecto, siendo un patrimonio diferente al tener que ‘bucear’ en la tierra para sacar su valor?
–Pues ha sido un proyecto muy complejo y hemos tenido el apoyo de arqueólogos y de historiadores de forma constante. Se trata de un equipo muy grande que trata de entender qué tiene valor dentro de las propias galerías de minas, para luego darle ese sitio que le corresponde por su importancia. Hay una serie de trabajos que son bastante complejos. Imagínese lo que significa sacar toda la tierra e intentar que todo el equipo de trabajadores se enamore del proyecto. Y es que al principio no todos entendían el valor de la intervención, pero en el momento en el que fuimos trabajando se contagiaron de esa pasión y vivieron la tarea con creces.
El equipo se motivó mucho. Estaba atento a todo lo que pudiera surgir, por ejemplo, aparecieron unas trampas que estaban ocultas bajo una gran cantidad de escombros. También aparecieron una serie de ‘grafitis’ o de marcas; se han solucionado problemas técnicos de filtraciones; se ha hecho un baipás para reconectar y dar el sentido original que tenía la galería de minas... Estamos muy contentos con la intervención.
Al final es un bien que lo que busca es poner a la gente las sensaciones a flor de piel y que sean capaces de sentir lo significa entrar bajo tierra y recorrer las minas. Que sientan lo que en su momento pudieron sentir los minadores melillenses cuando estaban defendiendo la ciudad.
–¿Cuál es el valor de estas galerías de minas?
–Desde el punto de vista de la historia, han sido claves. En la época del siglo XVIII cuando el enemigo llegaba trataba de hacer galerías para alcanzar las murallas y derribarlas para luego hacer un ataque ya que no se contaba con una artillería más potente. Por lo que hubo un trabajo muy importante de los minadores de Melilla que hicieron un perímetro alrededor de los puntos críticos para poder escuchar si venían a atacar los enemigos y ponerles rápidamente una bomba y cortar ese ataque. Si no hubiera sido así, a lo mejor la historia de la ciudad hubiera sido diferente.
–¿Existe algo parecido en alguna otra ciudad?
–Seguro que hay cosas parecidas. Aunque a nivel europeo es uno de los que mejor se conserva. Hay que tener en cuenta que es un sistema de fuertes, de minas y de varios elementos defensivos que se relacionan entre sí para defender la ciudad.
–¿Se atraería a turistas difundiendo este patrimonio?
–Entiendo que es un bien que suscita muchísimo interés. A cualquier persona que tú le hablas del sistema de galerías de minas inmediatamente le surge el deseo de visitarla, tanto de gente de Melilla como de fuera. Genera un atractivo y es un bien muy interesante a la hora de atraer a turistas para que visiten el gran patrimonio que tiene Melilla. Con 12 kilómetros cuadrados no somos conscientes del inmenso patrimonio que tiene la ciudad y de lo que podemos ofrecerles a los turistas, además de la hospitalidad tan característica de todos los melillenses. Todo el mundo de fuera se queda boquiabierto cuando vienen por lo bien que se les trata y por la hospitalidad que se entrega.
–¿Hay alguna intervención en el patrimonio de Melilla que le gustaría abordar?
–Soy un enamorado del patrimonio y de esta ciudad y sin lugar a dudas me gustaría abordar todo lo que fuera posible porque estoy prendido de ello. Sería genial seguir con los trabajos de rehabilitación de las minas con otros fuertes que hay en la ciudad. Sobre todo, es importante que se genere una especie de equipo de trabajo que fomente el mantenimiento de todo este patrimonio porque, si no se hace bien ni se pone en valor, tarde o temprano terminará otra vez en el exilio.
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